ENTREVISTA
«Conviví a diario con la Pulchra Leonina»
Carlos Taranilla presenta en ‘Iconografía del gótico’ un tratado en las dos vertientes del título, además de abordar sus diferentes interpretaciones en el tiempo
El profesor, investigador, experto en arte, apasionado de la Catedral y autor de una obra como Iconografía del gótico (Almuzara), única en la materia por su carácter divulgativo y de estudio, es también en la misma plaza de la Catedral de León aquel joven que soñaba el futuro junto a sus compañeros de estudio. Cuando todo eso ocurría, el Gótico ya estaba allí, evidentemente. Lo que Carlos Taranilla (León, 1956) aporta con este libro es la propuesta más ambiciosa acerca de los secretos de la inconografía gótica, de ahí ese carácter único antes citado que lo convierte en imprescindible tanto para estudiosos y apasionados del arte como para los que de manera incipiente se introduzcan en la materia cultural más trascendente del ser humano como es el arte histórico y sus manifestaciones a lo largo de los siglos en todo el mundo.
—La Catedral es gótico y San Isidoro, románico. ¿Qué sería León y cuánto abarcaría en la historia del arte?
—Podemos decir que León está presente en toda la historia del arte. De la Edad Antigua se conserva en buen estado parte de la muralla bajorromana. De la Edad Media, no muy lejos de la ciudad, tenemos la iglesia mozárabe de San Miguel de Escalada y los monasterios cistercienses del Esla como el de Sandoval. Destacan los importantes monumentos románicos de San Isidoro y la iglesia del Mercado y, especialmente, la gran catedral gótica, comenzada en el siglo XIII y concluida en el XV con la torre del Reloj. La Edad Moderna está representada en León en cuanto al Renacimiento con la impresionante fachada plateresca del antiguo convento de San Marcos y con el Palacio de los Guzmanes. Del barroco son la Plaza Mayor y el edificio del Mirador o Balcón del Pueblo que da a la misma, así como la fachada de la antigua Real Fábrica de Lencería de la calle Puerta la Reina (trasladada hoy a la Audiencia Provincial); en cuanto a la iconografía, pasos procesionales como el Cristo de los Valderas o La Piedad de San Martín entre otras tallas de relieve. En los inicios de la Edad Contemporánea, el arte de la Ilustración, se construyeron las diversas fuentes repartidas por la ciudad como la de Neptuno o la de los Ríos en la Plaza del Grano. Coronando el siglo XIX, Gaudí dejó en la ciudad la Casa de Botines, uno de los tres únicos monumentos que el arquitecto catalán diseñó fuera de su tierra. El siglo XX y los comienzos del XXI han dejado obras funcionales, entre las que destacan el Musac y el Auditorio.
—¿Cuál sería su primer recuerdo de niño de estos monumentos tan importantes para los leoneses?
—Mis primeros recuerdos son ya de la adolescencia, pues aunque leonés de pura cepa, nacido en el barrio de Santa Ana donde sigo viviendo, desde los 6 hasta los 14 años residí en Pontevedra, donde estuvo destinado mi padre, empleado de Renfe. Cuando regresamos a León, en 1970, desde el balcón trasero de mi casa tenía una vista privilegiada del costado sur de la catedral, pues aún no se habían levantado algunos edificios actuales. No obstante, fue a partir de los 17, al comenzar los estudios en el antiguo Colegio Universitario de Filosofía y Letras, que estaba situado en Cardenal Landázuri, cuando conviví a diario con la Pulchra Leonina, doblando la esquina de la torre norte todos los días mañana y tarde, paseando bajo las estatuas del pórtico o sentado con los compañeros en los antiguos bancos que había en Plaza de Regla, mirando como se perdían en el cielo sus agujas y pináculos. De ahí viene la dedicatoria del libro.
—Dedica el libro a la «catedral de mi tierra». A lo largo del tiempo, ¿cree que ese sentimiento colectivo ha servido para conseguir logros también en beneficio de León y los leoneses?
—No cabe duda que actualmente el turismo cultural está en alza. Es innegable que nuestro principal atractivo es la catedral, conocida a nivel nacional e internacional, especialmente, por sus cerca de 1800 metros cuadrados de vidrieras polícromas, que transforman el interior del templo en una ‘Jerusalén celestial’ como sus ideólogos deseaban, porque el gótico es el estilo de la luz, Lux vera, luz divina, pero muy pocas catedrales, salvo Chartres y la Santa Capilla de París, logran plasmarlo como la catedral de León.
—El gótico en sí, su arquitectura e influencia en siglos, es uno de esos hechos universales que trasciende al tiempo y al espacio. ¿Como estudioso, y en estos tiempos futuristas, ese poso cultural y histórico cómo cree que se manifiesta?
—La arquitectura gótica fue revitalizada en el siglo XIX por los románticos, nostálgicos del pasado medieval, por lo que podemos decir que efectivamente ha trascendido el tiempo, que su esquema constructivo, transmitiendo los empujes de la cubierta por medio de los nervios cruzados que sustentan las bóvedas hacia los grandes pilares, y los empujes laterales hacia los contrafuertes a través de los arbotantes, de manera que los muros pierden su función de soporte para convertirse solo en elementos de cierre, ha servido de base a los arquitectos de los modernos rascacielos para, pilar sobre pilar, apoyando en último término en el suelo, levantar incluso cientos de pisos.
—Cuando se plantea el libro ‘Iconografía del gótico’, con la catedral de León como un referente importante, ¿tiene presentes algunas premisas para que lleguen como aspectos destacados al lector? ¿Cómo encaja que León, no sólo la capital, ocupe un lugar destacado?
—Realmente, el proceso podríamos decir que fue a la inversa. La catedral de León forzosamente tiene que figurar en el gótico como uno de los grandes monumentos del siglo XIII, la época clásica o de plenitud del estilo. Respecto al lector, el hecho de dar a conocer los valores que contienen tanto este templo como otros muchos de los que se estudian en el libro a nivel no solo español, sino también europeo, representa el mejor atractivo. No olvidemos que estamos hablando de un libro dedicado no al estilo gótico en general, sino a la iconografía, es decir, a la clasificación y descripción de las imágenes que lo representan a través de sus dos grandes campos: la iconografía religiosa y la iconografía profana.
—Realmente, una guía divulgativa en torno al gótico es tan fuente de conocimiento como útil. ¿Le interesa como autor ese aspecto de llegar al lector y servirle para que amplíe conocimiento? Haber sido profesor se supone que influirá.
—Este aspecto es fundamental, puesto que no debemos escribir solo para interesados en la materia, sino para intentar que se interesen en ella los que aún no lo están. Esa fue mi labor docente durante 35 años. No obstante, en este caso no estamos únicamente ante un libro divulgativo, hemos procurado elaborar un tratado de iconografía (que hasta ahora no existía específicamente), es decir, un estudio y clasificación de las imágenes góticas con el fin de ofrecer, tanto al público en general como a los estudiantes también, una obra útil e interesante para entender las representaciones características del estilo, tanto en pintura como en escultura y artes decorativas.
—Las leyendas y los enigmas son otra de sus especialidades. ¿Habría alguna que fuera la gran leyenda de León que nos hiciera célebres?
—León, tanto la ciudad como la provincia, es una tierra muy rica en leyendas y enigmas. No hace mucho preparé un libro ( Enigmas y misterios de León ) que recoge las más populares. Sin embargo, quizá nos debieran conocer en toda España sobre todo por los hechos históricos de los que hemos sido protagonistas. En los tres siglos largos de existencia del Reino de León, fuimos el principal reino cristiano de la península, incluso uno de sus reyes, Alfonso VII, fue coronado IMPERATOR TOTIUS HISPANIAE (Emperador de todas las Españas) en la primera catedral románica. Ya su abuelo, Alfonso VI, había sido reconocido por el papa Gregorio VII con dicho título. Su madre, doña Urraca, de quien se conmemorará el IX centenario de su muerte en 2026, fue la primera reina y emperatriz de Europa. Posteriormente, Alfonso IX, en 1188, será el primer rey en convocar a la Curia Regia a los representantes del pueblo llano, como reconoció la Unesco en 2013 al proclamar a León Cuna del Parlamentarismo. Y, en fin, mucho antes, en 1017, otro Alfonso, el V, había concedido a los ciudadanos el Fuero de León, modelo de derechos sociales en aquella época, especialmente para las mujeres, que no podían ser juzgadas ni apresadas sin la presencia de su marido, no se podía entrar en las casas particulares sin permiso del propietario, se regularon pesas y medidas en los mercados, etc. Son los poderes públicos y los representantes políticos quienes tienen que hacer valer estos méritos a nivel nacional para que las efemérides y conmemoraciones tengan el eco que merecen. Daba hasta pena en 2017, cuando el milenario del Fuero, sentirnos prácticamente solos los leoneses en la Plaza de San Marcelo, a pesar de los intentos del Ayuntamiento.
—Como experto en arte, historia, patrimonio, simbología, ¿Cómo es cuando más disfruta? ¿Investigando en su despacho? ¿Sobre el terreno, viajando?
—Ambas cosas son complementarias. Viajar, conocer los monumentos y restos artísticos sobre el terreno, constituye una experiencia imprescindible. Pero también lo es reposar los conocimientos adquiridos, cotejar documentos, etc, en la tranquilidad del despacho, aislado, revisando, valorando y, al final, redactando.
—Louvre y El Prado, por ejemplo. ¿Haría falta en España algo más de chauvinismo?
—Sí es cierto que, a veces, existe esa tendencia a dar más valor a lo extraño que a lo propio. Pero tampoco hay que caer en el fanatismo de mirar con excesivo arrobo a lo nuestro. He publicado una guía artística de cada uno de esos dos museos y, a pesar de que el Prado alberga la mejor colección de pintura española del mundo, así como importantes obras de pintura flamenca, italiana y otras escuelas europeas, junto a colecciones de escultura, artes suntuarias, estampas y dibujos, el número de obras que atesora en sus fondos no llega al 10% de las del Louvre. Por tanto, no infravaloremos lo nuestro, pero tampoco nos excedamos.