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Historias, aventuras y secretos del espacio

Rafael Clemente publica ‘Más allá de la Tierra’. El escritor acerca al lector al fascinante recorrido por los avances que han permitido explorar los planetas del sistema solar

DL

Publicado por
León

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Rafael Clemente, escritor y divulgador científico, lleva al lector a través de un fascinante recorrido por los avances tecnológicos y científicos que han permitido que la humanidad haya podido explorar y conquistar los planetas del sistema solar. Más allá de la tierra es el título de este libro editado por Cúpula con el subtítulo de La alucinante historia de la exploración espacial.

Desde las primeras misiones hacia Venus hasta las sondas en trayectoria de escape hacia las estrellas, Rafael Clemente nos muestra cómo la tecnología y los robots han permitido a la humanidad superar los desafíos técnicos y científicos para llegar a visitar otros mundos más allá del nuestro. Además, descubre por qué la exploración espacial continúa siendo relevante en la actualidad y cómo las informaciones enviadas por las diferentes sondas planetarias han contribuido a configurar una nueva imagen de nuestro barrio en el espacio. Los apasionados de la ciencia, la tecnología y la exploración encontrarán en este libro un viaje emocionante donde conocer todas esas cosas que rodean nuestro pequeño planeta, en la inmensidad del universo.

«Como introducción, durante eones, los cinco planetas de la antigüedad — Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno — trazaron sus cursos sobre el firmamento de la Tierra. Lo habían hecho desde mucho antes de que surgiese la vida y continuaron, incansables, mientras los continentes se separaban, los dinosaurios caminaban sobre los pantanos jurásicos o los australopitecos daban sus primeros pasos erguidos por las sabanas del África oriental. Mucho después, cuando el hombre moderno apareció sobre la Tierra, sucesivas generaciones se preguntaron qué eran aquellos cinco puntos brillantes que se desplazaban por el cielo siguiendo sus propias reglas, independientes de los miles de estrellas que mantenían posiciones fijas. Los antiguos astrólogos, que trataban de encontrar sentido a sus movimientos, los llamaron «planetas», del término griego que se traduce por «vagabundo» o «errante» y casi todas las civilizaciones les dieron nombres asociados con sus divinidades. La invención del telescopio, a principios del siglo XVII, permitió empezar a vislumbrar su naturaleza. Vistos en detalle, resultaron astros como la Tierra o la Luna. Mercurio y Venus presentaban fases; Júpiter semejaba un disco a cuyo alrededor giraban otros diminutos puntos luminosos; Saturno estaba adornado con un sorprendente anillo que lo convertía en la joya del Sistema Solar. Siglos más tarde, nuevas técnicas permitieron descubrir otros astros hasta entonces desconocidos: Urano, Neptuno y el remotísimo Plutón, así como un enjambre de millares de pequeños cuerpos anclados entre Marte y Júpiter», explica el autor.

Al mejorar la potencia de los telescopios pudieron entreverse algunos detalles de las superficies planetarias. Año tras año, dedicados astrónomos dirigieron sus energías — e incontables noches de observación — a conocer mejor a nuestros vecinos en el cosmos. Marte mostraba difusas manchas oscuras y unos casquetes polares semejantes a los de la Tierra; Júpiter, bandas nubosas alineadas en paralelo a su ecuador; Mercurio, levísimos cambios de contraste muy difíciles de distinguir y más aún de interpretar. A principios del siglo pasado ya se conocían con exactitud los principales parámetros físicos de todos los planetas: sus masas, distancias, movimientos, la duración de sus días, las características generales de sus atmósferas y podía intuirse el clima que debía imperar allí. Pero casi nada se sabía del verdadero aspecto de su superficie. Las novelas de ciencia ficción solo ofrecían especulaciones. En 1965, a poco de empezar la carrera espacial, una sonda automática pasó frente Marte y envió veinte fotografías cercanas del terreno. En ellas se distinguían con claridad algunos accidentes, en especial abundantes cráteres. Era el primer vistazo real de otro planeta.