Diario de León

Incorrecto Barceló

El artista Miquel Barceló publica unas caóticas memorias, bajo el título ‘De la vida mía’, en un guiño a Góngora. En su caleidoscópico autorretrato libresco mezcla palabra e imagen para repasar las claves vitales y creativas

El artista Miquel Barceló

El artista Miquel BarcelóEFE

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«Nadar, pintar y leer es para mí un buen día, y hago las tres cosas desde que tengo memoria». Lo dice Miquel Barceló (Felanitx, 1957), artista que ha decidido mezclar palabra e imagen en un caleidoscópico y caótico autorretrato en forma de libro: De la vida mía (Galaxia Gutenberg). Fiel lector de poesía, recurre a un verso de Góngora para titular unas memorias desordenadas publicadas ya en francés y que aparecen en español cuando prepara tres grandes tapices bíblicos para la reconstruida catedral de Notre Dame. «Si lo puedes decir, no lo pintas», asegura el también escultor, dibujante, alfarero y tejedor. El polifacético artista mallorquín que se tiene por «un buen lector y un mal escritor» ha escrito «toda la vida sin voluntad artística». Admite que su libresco autorretrato «se parece a una fotonovela» y tiene algo que ver con un cuadro, «porque se conforma con muchas capas, con gestos brutales y sencillos, y una parte oculta».

Recorre biografía y obra con más desorden que concierto, saltando de su infancia a la vida de sus padres, a su isla natal, el mar, los animales, la creación, sus referentes plásticos o los lugares en los que ha vivido y pintado. Elude hablar de algunos de sus amigos más famosos, como Warhol o Basquiat, pero no de Curro Romero o Camarón y detalla su fascinación por África y el arte prehistórico. Muestra sus talleres —«mis cuevas»— en Mallorca, París o Bamako y cómo aborda en cada uno la pintura, la escultura o la cerámica. Habla de sus icónicas y monumentales intervenciones, como el mural cerámico en la capilla del Santísimo en la catedral de Mallorca, la cúpula de la sala de derechos humanos en la sede de la ONU en Ginebra, o las vidrieras de la Biblioteca Nacional de Francia en París.

Noé y Moisés

La próxima serán tres gigantescos tapices de seis por cuatro metros para la restaurada catedral de Notre Dame, devastada por las llamas el 15 de abril del 2019 que Barceló vivió y sufrió «como un vecino más de mi barrio parisino». Estarán dedicados a figuras como Noé o Moisés e inspirados por temas del Antiguo Testamento y se colgarán en una capilla del lateral norte del templo, según confirma la archidiócesis de la capital francesa. «He trabajado en cartones, como Goya, y he entregado ya alguno, pero aún tardarán dos o tres años en confeccionarse», explica. Se tejerán en los legendarios talleres de la manufactura Les Gobelins «con algodón, seda, y materiales sintéticos, alguno luminiscentes», detalla su creador, que pactó con la autoridad eclesiástica la temática y las condiciones técnicas de las piezas. «No tendrán relieves para evitar el acúmulo de polvo», precisa.

Cree que no asistirá a la solemne ceremonia de reapertura del templo parisino en la que el presidente francés, Emmanuel Macron, quiere rodearse de genios y mandatarios de todo el mundo. «Seas creyente o no, me alegra mucho participar en la recuperación de la catedral», se felicita el artista. El pintor británico-keniano Michael Armitage realiza otras cuatro piezas textiles para la catedral.

De la vida mía rezuma pasión por la naturaleza. Habla del olor a calamar podrido y pescado de las barcas de su pueblo «que para mi es como la magdalena para Proust». Recrea peces, burros, cerdos, toros, vacas o los quince perros que ha tenido y que se cuelan en sus escritos y obras. «Nombrar es pintar, pero no se aprende a pintar mirando la naturaleza. Se aprende mirando pintura», sostiene. Incorrectos «Pintar es equivocarte, aceptar lo que sale. Como les pasa a los malabaristas, si te paras, todo se derrumba», asegura hoy desde la atalaya del éxito y su estratosférica cotización, reconociéndose tan incorrecto como su admirado Pablo Picasso. «No hay que invocar a las malas bestias que admiramos, pero tampoco hay que cancelaras, hay que abrir venanas», dice pensando en «monstruos» como Céline.

«Los pintores vivimos de la incorrección. Cuando empecé decían que la pintura había muerto y eso me hizo absolutamente libre», señala. Reacio a leer en soporte digital, vive «rodeado de montañas de libros, pero sigo comprando, porque leer me hace pintar». En especial cuando los termómetros suben sin piedad.

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