Dolores Redondo: «Soy una ladrona de sueños»
Como regresa el asesino al lugar del crimen, vuelve Dolores Redondo (San Sebastián, 1969) a los inquietantes y umbríos valles navarros con Las que no duermen. NASH (Destino). Mezcla intriga, mística y misterio en una trama con brujas, leyendas y psicópatas que desentraña la psicóloga forense Nash Elizondo. Su infernal epicentro es la sima de Legarrea, en uno de los Valles Tranquilos de Navarra. Una boca del infierno donde confluyen crímenes remotos y recientes. «Quiero robarle el sueño los lectores» dice sobre la insomne «ladrona de sueños» en un recorrido por los escenarios de su novela.
—Vuelve a su guarida del Baztán, al territorio al que le debe todo.
—El que me inspira y del que nuca me fui. Me ofrece paisaje, leyendas, fuerza telúrica y unas historias formidables. No se trata de meter magia en una novela negra. Se trata de meter mística. El crimen real que la inspira es absolutamente místico. No hace falta inventárselo.
—Discurre en unos parajes tranquilos pero preñados de secretos atroces.
—Los crímenes de la sima de Legarrea. El profesor Paco Etxeberria, experto en Memria Histórica, bajó a la cueva para desmitificar la leyenda de una mujer acusada de brujería que habría sido arrojada a la sima, de quince pisos de altura, embarazada de ocho meses y con sus seis niños, en los primeros días de la Guerra Civil. Pero halló el cadáver de una joven —un joven en la realidad— asesinada tres años antes. Levantado el secreto sumarial del primer crimen, volvieron a baja y hallaron los restos de la ‘bruja’ y de sus hijos.
—Crea a la doctora Nash Elizondo, psicóloga de los muertos. ¿Una nueva estrella?
—Soy muy feliz con Amaia Salazar, que aparece en la novela y seguirá. Pero estoy muy orgullosa de Nash (código forense de Natual, Accidental, Suicidio u Homicidio). Escapa al típico investigador. Tiene una frescura para investigar que no tienen los policías. Es muy distinta a Amaia pero se complementan muy bien.
—¿Amaia estará celosa?
—No. Son una pareja perfecta. El infalible dúo poli bueno, poli malo, aunque Nash no sea policía. Debe llegar a los demás por pura empatía, hacer que nazca de ellos el deseo de contar, donde Amaia llega con el peso de la ley y la justicia. Nos descubre la figura del psicólogo forense, que no actúa en todas las autopsias. La inspección ocular y la química suelen revelar las causas de la muerte. Cuando hay dudas o el estado del cadáver no permite dilucidarlas, investigar su estado mental y sus relaciones marca la diferencia. No es lo mismo alguien que va al monte y tenga un accidente que un enfermo que planea acabar con su vida. Ni compra lo mismo, ni llama a las mismas personas, ni escucha la misma música. Las aseguradoras contratan psicólogos forenses en casos con herencias o seguros de por medio.
—Celebra el inconformismo, la rebeldía y el espíritu crítico. ¿A quienes velan y cambian el mundo abriendo nuevos caminos?
—Homenajea a quienes no nos fuimos a dormir cuando nos obligaban. Las que no duermen alude a esa inquietud femenina que en algunas épocas se tomó como un símbolo del mal. Que el hombre velara de noche se toleraba; era el vigía y podía estar despierto. Pero si una mujer se despertaba de madrugada, debía rezar hasta dormirse. La fragilidad de su entidad era muy inferior a la masculina. Era más proclive a la entrada del maligno.
—De ahí a llamarla bruja, hay un paso.
—La mujer entregada a esa inquietud nocturna, arrastrada por el ansia de actuar, pensar o escribir, se relacionaba con el mal. Abunda la simbología de la brujería ligada a la noche, a las que están despiertas, a la luz encendida en la casa de la que no duerme. El ansia no duerme y barrer de noche es de brujas, decía mi abuela. Pero ese ansia, que no ansiedad, de pensar, escribir o actuar hace avanzar a la humanidad.
—Bruja mantiene su carga despectiva. Brujo no. Como zorra y zorro.
—Sí. El brujo parece un alquimista poderoso; un espíritu más elevado. La bruja no. La brujería sigue penada en muchos lugares. Las ejecuciones por brujería son comunes en la India, con horca, ahogamiento y pira.
—¿La brujería sigue siendo una condena para algunas mujeres?
—Casi. Seguramente el asesinato de Josefa Sagardía Goñi y sus niños, la intención de borrar a esta familia, vaya por ahí. No parece un crimen de odio político. Quizá sea la ejecución por brujería más reciente en la historia de España. No hablamos del Medievo. Es la época de nuestros abuelos: el inicio de la Guerra Civil.
—¿Todos podemos convertirnos en asesinos?
—Todos. Los estudios criminalísticos y sociológicos confirman que la mayoría de los humanos mataríamos bajo ciertas circunstancias. El asesinato en defensa propia no está penado. Se considera un derecho fundamental defender tu vida, a los tuyos o tu casa. El bondadoso panadero se torna en una revuelta en el carnicero más despiadado.
—¿Por qué nos fascina del crimen?
—Porque reconocemos en nosotros esa parte de ira, de violencia y pérdida del control del asesino. Sabemos que está ahí e intentamos dominarla. La mayoría lo logramos. Pero si a alguien entre la espada y la pared y le das una espada, se defenderá.
—Dolores Redondo seguía despierta cuando le imponía dormir?
—Sí. De niña cerraba la puerta de mi cuarto y encendía una luz para leer en la cama. Cuando mi madre la apagaba, leía con una linterna bajo las sábanas. Si me la quitaban, seguía rumiando la historia y recreándola. Ahora soy un ladrona de sueños y quiero robárselo a mis lectores. —Renovarse o morir ¿en literatura más que en cualquier otro ámbito? —Es una obligación. El género me gusta mucho, pero antes que al género me debo a la literatura, a contar de un modo distinto. No hay nada nuevo bajo el sol, ya, pero debemos conducir al lector en el viaje de otra manera: cuando crea que va pasear, lanzarle por una montaña rusa; si cree estar en una montaña rusa, llevarle a un plácido paseo bajo el sol y meterlo luego bajo el mar. Debemos buscar nuevos camino por el laberinto, sin que el lector sepa qué viene después.
—¿Hay que vapulear al lector? —Sí. En el mejor de los sentidos. Hacer que disfrute el viaje. No aburrirle. —¿Las investigadoras son más minuciosas que los investigadores? —Es difícil decidirlo. El conocimiento de lo humano y una mente abierta para entender todo desde distintos puntos de vista te hace un buen investigador seas hombre o una mujer. Por fortuna, hay muchas personas así en nuestro mundo. —Esta novela es la segunda una tetralogía ¿Se siente más cómoda cuando proyecta una serie? —No. Esto no es una serie ni una tetralogía. Lo llamo cuarteto por identificarla con las cuatros novelas de ‘Los Ángeles’, que siendo distintas tenían un elemento común. Sin conexión aparente, aquí también lo hay. La primera novela transcurría en 1983 en Bilbao con un grupo de hombres. Esta es una novela coral femenina. En la siguiente hablaré desde otra voz narrativa, otros personajes y otro lugar. No quiero que el lector piense que en la siguiente estará Nash, porque no estará. Y si está, no será la protagonista. Mi propósito es que a la salida del laberinto el viaje haya sido distinto. Me divierto más contándolo así. No quiero volver a las fórmulas que he usado antes.