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Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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Con

Los frutos de la niebla

finaliza Luis Mateo Díez uno de sus últimos proyectos creativos, del que formaban parte

El diablo meridiano

(2001)

, El eco de las bodas

(2003)

y

El fulgor de la pobreza

(2005). Se trata de novelas cortas, de

nouvelles,

lo que les confiere un hondo carácter simbólico. A ese trasfondo se une la condición intemporal, aun cuando se descubran en ellos perfiles aparentemente objetivos de espacio y tiempo. Armenta, Ordial o Borela-¦ no son espacios nuevos pero sí están cargados de un nuevo sentido. Los personajes son de nuevo elementos «perdedores» de ese mundo tan querido por el autor. La turbulencia vital de los personajes hace de ellos un estereotipo de actitudes vitales, sin riesgo alguno de moralina artificiosa. «Relatos a pie de obra» considera el narrador de la última de las novelas su quehacer literario. La denominación le permite justificar el teórico desorden que presentan los frutos de la creación: «Es muy habitual que en estos relatos a pie de obra, como me gusta denominarlos, la vida se contraponga con el desorden del recuerdo». (p.168) Nada extraño sería que la advertencia sea un guiño al lector.

El encuentro de dos viejos amigos en

Los frutos de la niebla,

la coincidencia de tres adolescentes en

Príncipes del olvido

y la presencia de tres fotografías en

La escoba de la bruja

son, respectivamente, los pretextos creativos. El encuentro de Cimo y Conrado, policía ahora, en Armenta es, en

Los frutos de la niebla,

el reencuentro de momentos agradables del pasado, pero también la experiencia de una tragedia anunciada, de cumplimiento inmediato. La obsesión por la enfermedad y el contagio que angustia a Cimo tendrán su reflejo en Conrado, preocupado por seguir a quien «no es otra cosa que un habitante más de esta ciudad que acabará por desaparecer también el día que cierren este Cine-¦» (p.83).

Príncipes del olvido

son los adolescentes de esta segunda novela, planteada desde la estructura de los cuentos populares. Procedentes de tres localidades distintas, Martín Bermejo, Inma Dorada y Eliseo Mercal se encuentra en Armenta, atrapados por el mismo destino. Todos dejan muestra literaria de su vida, pero el diario de Inma Dorado resulta el testimonio humanamente más intenso.

Con Abisinia Brunido como protagonista,

La escoba de la bruja

es la novela de mayor dureza vital. Narrada por el hijo del abogado que lleva la causa de Abisinia, las tres fotografías reflejan tres momentos de lo desolado y terrible de su existencia. A pesar de lo escalofriante de algunas escenas (como la piedra que Abisinia lleva atada a la pierna mientras es obligada a pedir limosna) el valor de parábola que se desprende de esta narración es muy superior. Tal vez porque-¦ «las heridas que más duelen son las que no se ven. El peor de los dolores es el que no sangra» (p.203). Por ello resulta extremadamente angustioso el acto de impotencia con que se cierra la obra, con Abisinia golpeando con la escoba a sus seres queridos: «Los golpes se repitieron en las cabezas y espaldas de sus hijos, con la precisión y fortaleza de quien defiende lo que alguna vez soñó que pudiera ser suyo». El desenlace es fiel reflejo de la impotencia que atenaza a los personajes de estas tres

nouvelles,

localizadas en un excelente clima de irrealidad, misterio y enigmático dolor.