4. Eter (no)

osotras no habéis oído nunca aquello de los lirios del campo y las aves del cielo. Si así fuese empezarían las preguntas. Pero no sabéis nada. Ni siquiera habéis leído esa historia de Juan Salvador que conocen hasta las ovejas, especialmente las descarriadas. Sólo leéis el morse de pequeños reflejos que allá abajo os señala el sustento: un arenque, raya; una almeja, punto. Eso os basta. No sembráis, ni cosecháis, ni guardáis en bodegas, es verdad, pero así y todo a veces tenéis que pelear. Hay una ley no escrita: el pájaro grande se come lo del chico. Qué humanas sois y qué apegadas al terruño (¿o deberíamos decir

maruño

?). No os tienta la aventura de lo etéreo. O sí, quizás, pero el estómago os ata a la popa de los barcos con hilos invisibles de globo cautivo. No sentís curiosidad por saber dónde acaba el infinito azul que decoráis de circunflejos. Meros adornos de una marina al óleo. Qué humanas sois. Parece mentira que tengáis alas como los ángeles.