Diario de León

Casa de niños expósitos. Arca de Misericordia

Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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E l epígrafe que encabeza estas líneas es suficientemente expresivo y desolador. Era una de las cientos de papeletas conservadas en los archivos: mensajes desolados, histriónicos y chocarreros muchas veces, que llevaban prendidas de sus andrajos las pobres criaturas abandonadas. El torno de un convento de monjas, la puerta de una iglesia, la inclusa, la casa de expósitos-¦ eran el destino primero de estos seres indefensos, hijos del pecado, del dolor o de la vergüenza. En el fondo, prueba clara casi siempre de la crueldad humana. No es extraña la imagen: los llantos de los niños agrietan la noche / mientras titilan estrellas refulgentes y ásperas.

Esto explica la denominación de «Arca de Misericordia» y «Obra Pía de Nuestra Señora la Blanca» que recibía el centro. Dependiente del cabildo en sus orígenes, protegió la custodia infantil de la ciudad leonesa desde tiempos medievales hasta el siglo XVIII, cuando el obispo Quadrillero funda el Hospicio. A comienzos del siglo XIX, la absorción de la Obra Pía fue definitiva. No deja de ser curioso el denodado afán con que el cabildo catedralicio pretendía continuar con el centro bajo su custodia.

L a grandiosidad del edificio no fue nunca una muestra de excepcional belleza artística. Lo testifican con claridad Emilio Morais y María Dolores Campos Sánchez-Bordona: «nunca fue mansión nobiliaria, ni en su fachada hubo escudo heráldico alguno». Su humildad no es obstáculo para imaginar en él la melancolía y el recuerdo de lo que fueron entre sus muros sombríos el atormentado discurrir de seres indefensos. Sus vidas anónimas, consumidas en la soledad y la tristeza, no tendrían la fortuna ni el consuelo con el que sueña algún eminente pensador: Entre los escombros del tiempo yacen innumerables cadáveres. De ahí la alegría indescriptible rescatar a los que han sobrevivido. En su humildad, el edificio admite motivos de reflexión. ¡Qué sería del hombre sin el tesoro, áspero y amargo tantas veces, de los recuerdos! El tiempo se encarga casi siempre de obrar el milagro: Los recuerdos de lo que fuimos nos parecen tan venerables como las ruinas. No importa tanto cómo fue el edificio cuanto la fantasiosa evocación que en nosotros produce.

L a fachada es la parte más llamativa del inmueble, sometido a lo largo de los siglos a reestructuraciones y transacciones económicas diversas. Construida con cal y canto, su estructura recibió el apoyo de sillares de piedra. No faltan elementos llamativos, como esas inscripciones medievales en el dintel de las ventanas, que el tiempo, la desidia y la ignorancia los han hecho casi ilegibles. Los estudiosos citados advierten que puede tratarse de «inscripciones funerarias de aniversario procedentes del cementerio de la antigua parroquia de Santa Marina».

En su humildad arquitectónica, el Arca de Misericordia tuvo antaño apoyos regios y clásicos. Regia debió ser la antigua iglesia de Santa Marina, cubriéndole las espaldas arquitectónicas y clásico es también el subsuelo sobre el que se asienta. Denodados esfuerzos arqueológicos han sacado a la luz restos romanos decisivos para fechar la fundación de esta ciudad. La autoría de la ab urbe condita legionense tal vez haya que anticiparla hasta la Legio VI, pero son misterios que la ciencia habrá de confirmar. La casa es «paredaña» por el norte con Puerta Castillo. Puerta de recios sillares, recuerdo de aquella puerta decumana , se remata con un don Pelayo, como honor y recuerdo al camino hacia Asturias. Próxima, la mole del castillo de León dota al perfil de la ciudad de una extraña grandeza de mortero y morrilón, con la iglesia adosada a su extremo de poniente. Al fondo, la plaza de Santo Martino sirve de escenario para la algarabía y los sueños de los adolescentes del Legio VII y otros centros próximos. Las acacias y catalpas sirven de adorno vegetal para amores, esfuerzos, tribulaciones-¦ Lo sueños felices de la adolescencia. La entrada posterior al monasterio de San Isidoro cierra y completa la perspectiva. El bermellón de los muros, lejano de la pátina histórica de la abadía, sirve de marco a restauraciones decisivas como la fachada del palacio de los Quirós, rescatado del olvido y de la destrucción.

P ero la mirada de la Obras Pía tiene ante sí alegrías infantiles diarias y próximas. La riada humana que fluye por Puerta Castillo hace de la fachada un escaparate de vida, con niños y adolescentes camino de la diaria tarea académica. Qué lejos de aquel dolor infantil encerrado en estos muros otro tiempo. Emociona la alegría presente de criaturas que se adentran gozosas en la vida. Lo dejó escrito el poeta: Tú fuiste un viento azul / que agitó los trigales, una lluvia / de rubias primaveras, / para esta tierra parda de merinas. Pero qué triste el recuerdo de otros tiempos-¦

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