Diario de León
Publicado por
ALFONSO GARCÍA
León

Creado:

Actualizado:

S i el visitante quiere conocer un barrio eminentemente santero, puede coger la barcaza que sale del puerto, frente a la Habana Vieja. Atravesará la bahía -“muy cerca de este punto de la rada tuvo lugar el hundimiento de los barcos españoles en 1898- hasta el Barrio de Regla, un barrio popular y tranquilo. «Una ciudad mágica», como lo calificó Alejo Carpentier en una de sus crónicas. El nombre abre ya pistas a la curiosidad, que se acentúa al llegar a la pequeña y bella iglesia blanca de la patrona de la ciudad, la Virgen de Regla, una curiosa imagen de una virgen negra con un niño blanco en los brazos.

El barrio está en la misma orilla que la fortaleza de San Carlos de la Cabaña, la más grande de las edificaciones militares construidas por España en América para defender la ciudad frente a cualquier ataque enemigo o pirata. Actualmente es un complejo cultural y museístico donde, entre otras actividades, se celebra la Feria del Libro de La Habana. Cada día, a las 9 de la noche, se dispara el cañón que antiguamente anunciaba el cierre de las murallas de la ciudad. Un recorrido, en fin, por el barrio en que se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de Regla -“algunas referencias son, además del templo, la placita de Guaycanama, el Café Tropical, el Teatro Céspedes o pequeños comercios y curiosas peñas boleristas- proporcionará al visitante -“no abundan los que se acercan a esta zona- un verdadero y plácido sosiego.

La pequeña historia de una devoción arraigada

Es fácil encontrar, sentadas en un muro frente a la entrada de la iglesia, mujeres que predican con sus puestos los beneficios que su ejercicio proporciona. Los santeros, que en ocasiones reciben otros nombres, dan una primera idea del sincretismo, que el visitante empezará a advertir con cierta claridad al finalizar la visita. Si tuviese la suerte de coincidir con la celebración de la fiesta y sus manifestaciones en septiembre, la advertencia inicial llegará a la constatación del asombro. O más. En el barrio no cesan de sonar los tambores, y la música afro-cubana vibra para mezclarse con bailes, dulces, bebidas-¦

Ya dentro del templo, sencillo y luminoso, la Virgen de Regla, sin prácticamente distracciones en el retablo, preside el espacio. Llama la atención, sin embargo, una reproducción que, con un óleo marino de la rada, obra de Antonio Canet, está frente a la puerta. Blanco y azul son los colores que lo singularizan.

La historia de la devoción se inició en 1688, gracias a la iniciativa, al parecer, de un peruano, que levantó una ermita -“un bohío, en realidad-, destruida por un huracán cuatro años más tarde. En 1694 estaba construida la nueva iglesia, y la devoción crecía entre aquella humilde gente dedicada a la pesca y en menor medida a la agricultura. Pronto los marineros que partían o llegaban a La Habana acudían a dar gracias por el viaje o a solicitarlo venturoso. No es de extrañar que el Ayuntamiento, con una ceremonia solemne -“era el 26 de diciembre de 1714- declarase a la Virgen de Regla Patrona de la Bahía y Puerto de La Habana, éste ya entonces el más importante de América. En 1805, el famoso obispo Espada estableció como parroquia la iglesia, que en 1818 adquirió su forma actual.

Señora del Mar y de las Aguas

Aunque son muchas las opiniones sobre el primitivo emplazamiento y la devoción se vea envuelta, como en tantas otras ocasiones, en los pliegues de la historia y la leyenda, lo cierto es que los agustinos han sido siempre devotos principales. La tradición atribuye a su fundador, san Agustín, obispo de la ciudad africana de Hipona, la existencia de una imagen de la Virgen debido a una revelación que tuvo en sueños y que colocó en un oratorio en el que redactó su Regla monástica. Cuentan, igualmente, que, después de la muerte del santo, y atacada Hipona por los vándalos, algunos monjes agustinos se vieron obligados a escapar a España y, al llegar, colocaron la imagen frente al mar, al parecer en Chipiona (Cádiz), hoy centro neurálgico de la advocación mariana.

La imagen, el mar, las aguas. Van encajando las piezas de la tradición popular. A la entrada del templo en La Habana, leemos: «El drama de la esclavitud significó que cientos de miles de negros fueron arrancados de su tierra y de su cultura. Se les separó incluso de sus clanes y muchas veces de su familia para hacer más efectivo su sometimiento. Quedaron sin nada. Sólo trajeron a sus dioses y sus santos. Esto explica el sincretismo actual entre el cristianismo y los cultos africanos. Al ser obligados a aceptar la religión cristiana y no poder practicar la suya, mezclaron a sus santos con los santos cristianos. Así la Virgen de Regla pasó a ser un orisha : Yemayá , quizá por ser éste el orisha de las aguas».

Si no todo, el sincretismo explica aquí mucho las cosas. La santería -“según su religión y lengua lukumí- llama a la Virgen de Regla Yemayá, un orisha, divinidad y manifestación directa de Olóòrun, el creador y señor del universo. Yemayá, cuyo nombre significa «Madre de los Peces» o «Madre de las Aguas» (de ellas, afirman, emergió esta divinidad), es muy poderosa: dueña de las aguas, representa al mar, fuente fundamental de vida y de creencias. Símbolo de fertilidad, madre de todos los hombres, sus colores son el azul y el blanco.

Conocí en la barcaza que cruza la rada a una santa , Yaremis Dixon, y a una devota de Regla y sus manifestaciones, Yoana Reyes. Me acompañaron explicándome esta devoción mezclada de tantos elementos religiosos, culturales y míticos. Nos hemos encontrado en otras nuevas ocasiones en la ciudad para ver cómo esa devoción, o esa práctica se proyecta en el vivir de cada día. El relato, que merecería la pena, queda fuera de los límites del asunto que hoy nos ocupa. Permítanme, eso sí, un breve apunte que les pueda resolver una duda cuando vean por las calles de la ciudad personas, fundamentalmente mujeres, totalmente vestidas de blanco.

Son los santos , como Yaremis Dixon, que, vestidos de blanco -“es conveniente subrayarlo-, con los collares y abalorios correspondientes y sus colores -“no son los mismos, por ejemplo, los de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en Santiago, o los de Regla-, tienen como misión advertir a la feligresía -“a la ciudadanía- de todo aquello que pueda evitar problemas o situaciones difíciles o, simplemente, sirva para fortalecer las demandas del espíritu. El santo, fácilmente visible, tiene poderes naturales, seguramente advertidos a la hora de ser elegidos, en cuya elección no faltan los santeros, personas que han seguido el rito para que el orisha del que es hijo se apodere de él. El santo es un iniciado -“ iyabo - que ejerce su misión durante un año. Uno de ellos, posesionado, habla a través de su espíritu sobre la Virgen de Regla el 8 de septiembre, festividad de la advocación.

Codearse con una santa es un gozo. Tanto Yaremis como Yoana ponen pasión y fe en la palabra, en sus creencias y sus ritos. Se lo agradezco, como agradezco su amistad. Pero necesitaba completar la historia. Bueno, un hilo muy sencillo de una historia y una devoción que serían interminables. Y es que ambas están llenas de vida.

Desde León a La Habana

El nombre de Nuestra Señora de Regla o Virgen de Regla abunda en León, como fácilmente puede constatarse. La referencia esencial es, sin embargo, la Virgen Blanca (anótese el contraste, que merece capítulo aparte) o Nuestra Señora de Regla, que preside el parteluz de la portada principal de la catedral. La imagen primitiva -“la actual es obra de Seoane Otero-, ahora en el interior, es talla anónima de los primeros tiempos del gótico (hacia 1230), y fue objeto siempre de especial devoción. Tanta, que cuentan ciertas crónicas que hacia 1330 un canónigo agustino de la catedral leonesa de Santa María de Regla tuvo una visión que le pedía llegar al mar gaditano de Chipiona para rescatar la imagen, ahora perdida, que habían escondido cuidadosamente ante el temor de las invasiones árabes. Aunque éste y otros canónigos permanecieron en la villa gaditana, siete décadas después fueron llamados a León.

Sea como fuere, y dadas las múltiples conexiones de esta historia, lo cierto es que un agustino leonés que viajó como misionero a Cuba en el último tercio del siglo XVII llevó con él una imagen como la que ocupa hoy nuestra atención. Pocos años después, en 1688, se inicia la historia cuyas líneas generales quedan aquí dibujadas. Leoneses fueron también los que llevaron el culto de Regla a Sevilla, Canarias, Santo Domingo-¦ La devoción de los marinos se encargó de levantar los santuarios. Había pocos barcos que no tuviesen alguna referencia a ella. De tal manera, que varias embarcaciones, especialmente entre los siglos XV y XVIII, recibieron el nombre de Nuestra Señora de Regla, según consta en las expediciones de barcos hacia América.

La historia tiene muchos cabos para atar, para completar el panorama aquí esbozado. Lo cierto es que un leonés y una devoción de profunda raigambre leonesa tienen una presencia más en La Habana, en Cuba, posiblemente el país que posee raíces más cercanas en los afectos a estas tierras de aventureros y descubridores. Por eso, aunque sólo sea por eso, merece la pena atravesar en la barcaza hasta aquel barrio que contempla la ciudad desde el otro lado de la bahía.

tracking