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De una grotesca mirada bélica a una visión humana tierna y desangelada

Publicado por
NICOLÁS MIÑAMBRES
León

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Toda la obra de Carlos Eugenio López, extensa y consistente, respira un tono irónico, imagen bufa, de interpretación grotesca de la realidad. Tal vez, La metafísica y el mono (2007), su novela anterior, sea la que mejor simbolice el mundo literario del escritor. Frente a la llamativa extensión y a la complejidad de sus escenarios y paisajes, Abril representa una llamativa economía de elementos. Redactada de forma descarnada, lacónica, las escenas son siempre miradas brillantes, pero fugaces. Una «mueca de espanto», como se lee en la contraportada. Abril es, en teoría, un conjunto de confesiones desgranadas por un anónimo protagonista. Licenciado en Ciencias del Medioambiente e incapaz de acceder a un puesto de trabajo, el protagonista se alista en el ejército del Imperio Hegemónico, que «acaba de declarar la guerra a la República Islámica de Kimbambia». Teniendo como compañeros a tipos como Hernández, Méndez o el argentino Galván, la vida narrada en estas memorias desangeladas es un grotesco cuadro de escenas surrealistas, que hará pensar al lector en las narraciones bélicas de Gila en tiempos de posguerra. La secuela bélica consistente en la pérdida de una oreja, puede servir de orientación al lector.

El pasado bélico (patente en escenas desbocadas, incontrolables, jocosamente arbitrarias) tendrá un admirable contrapunto en el presente, con la aparición de Desirée, una jovencísima prostituta con la que el narrador establece delicadas relaciones amorosas. Lo que en una guerra irracional y estúpida era grotesco y artificioso (y por tanto de difícil asimilación, incluso desde la vertiente humorística) será ahora una experiencia delicada y sutil, algo inexplicable y casi imposible considerando las circunstancias en las que se vive. El narrador y Desirée formarán una pareja unida por extraños vínculos amorosos, sobreviviendo en condiciones de precariedad extrema, de las que un falso milagro profesional pareció ofrecerles una redención profesional. El desenlace, anticipado en la primera página de la obra, viene a ser una especie de liberación, la que Desirée aprendió con su antiguo novio, poeta apasionado de otros tiempos. Esa liberación tomará cuerpo dramático ahora, cerrando así la novela con una mirada mucho más enternecedora y humana que la que evocaba hazañas bélicas sin sentido.