Desnudo como voy del alma entera
Antonio González-Guerrero murió en 2004 con cincuenta años de edad. Dejaba tras de sí una obra considerable: quince poemarios, numerosos premios y distintas colaboraciones de prensa. Pero el poeta dejó preparados al morir dos libros más de versos, O no cabe la luz y A casi humo de pajas , fechados en 2003 y publicados ahora, aunque con fecha de 2007. El primero va prologado por Rogelio Blanco y el segundo por Eugenio de Nora.
En estas páginas de Filandón hemos seguido libro a libro el camino lírico de González-Guerrero, destacando sus virtudes, que no son pocas. El prologuista de O no cabe la luz alude a la sencillez y el coloquialismo de sus versos, a su autenticidad, a sus numerosos registros. González-Guerrero es un poeta de versos armoniosos que configuran en cada caso una melodía de tonos suaves que buscan la vibración de la cuerda emocional, sin que falte en cada poema una idea perfectamente desarrollada. En versos canónicos y en otros más libres su voz cercana es inconfundible, como lo es el mundo poético en que se mueve. «Ladrón de claridad» se dice, y la luz y la transparencia pudieran ser buenas imágenes para definir sus versos abiertos, rezumantes de verdad poética, autenticidad y un clasicismo de buena escuela. Tal autenticidad es patente cuando se dirige al lector, personalizado o no, como si dialogara con él amistosamente, contándole algunos gozos o íntimas congojas. «Desnudo voy del alma entera», dice el poeta, porque, en efecto, se nos presenta en carne y en alma vivas. Una parte de los poemas del libro son verdaderos homenajes a poetas definitivos (Aleixandre, Diego) o a poetas amigos; otra parte, la última, de considerable empaque retórico, trata de definir la postura del yo ante el mundo y su programa de actuación, destacando poemas como «Ceremonial del vino», en el que el sujeto se afirma «español sin lanza en ristre, / tolerante y racial cuanto te plazca», con mestizaje de sangre que le lleva a compartir con otros la herencia secular. «Si yo fuera un poeta con voz fuerte...»; pero la voz de González-Guerrero no es épica ni áspera, sino de un lirismo liso y apacible, por lo que las grandes palabras civiles de «Por eso y porque sois la palabra nueva» nos resultan demasiado elocuentes.
Distinto es A casi humo de pajas , con su articulación temporal: la primera parte se sitúa en Venusia en el año 69 antes de Cristo; la segunda en Roma «años más tarde» y la tercera en Mesopotamia «veintidós siglos después». Diverso en los tiempos, pero unitario en la forma. En el prólogo lo hace ver con meridiana claridad Eugenio de Nora, que alude a un yo poético disgregado en múltiples sujetos históricos o ficticios, así como al uso de retruécanos, equívocos y otros artilugios retóricos para tratar «con todo descaro, o encubierta, o malévola o juguetonamente» asuntos de una sexualidad «plurivalente». Las épocas en que se sitúan los poemas propician tal temática rijosa variada y rica, así como las actitudes y actividades que comporta. En la mejor tradición erótica -“el asunto no era nuevo en nuestro poeta-, González-Guerrero eleva a poesía una temática que ya no es tabú y que poetas contemporáneos como Villena, Gimferrer o L. M. Panero han abordado también, como lo hizo el latino que sirve de estímulo mayor a las composiciones del poeta de Corullón, Catulo, cuya muerte canta con alta dignidad de palabra: «Con él se han ido / la honradez, el talento o, en dos palabras, / la conciencia más firme e incisiva / y la voz más cabal para el Senado». Nobleza de palabra, nobleza de alma la de González-Guerrero, que en uno de los poemas se duele de Bagdad, sin que pudiera adivinar lo que vendría más tarde; con él decimos: «no hay guerra que valga / las lágrimas de un niño».