Diario de León
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León

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M e llamo Jan y vivo en Premiá de Mar, un pueblo de la costa catalana que cada verano es atacado por los piratas durante la fiesta mayor. Mis papas dicen que en Premiá ya no quedan piratas, que son señores disfrazados, pero yo sé que son de verdad. Cuando sea mayor yo también seré pirata, tendré un barco y navegaré los siete mares para encontrar muchos tesoros.

Mi nombre es muy bonito: Jan, como Juan pero más corto. Es fácil de pronunciar y soy el único de la clase que se llama así. En cambio, hay varios Jordis y Mohameds y la maestra tiene que llamarlos por el apellido para que no se confundan. Mi papá lo eligió porque decía que era original y con personalidad, aunque no todo el mundo piensa igual: su jefe, por ejemplo, el típico despistado que siempre mete la pata, un día dijo que Jan era nombre de perro. Papá, muy enfadado, dijo que era un imbécil pero a mí no me molestó porque los perritos son muy simpáticos.

A papá lo quiero mucho. Cada noche, antes de ir a dormir, me hace cosquillas y me explica un cuento. Es muy valiente. No teme ni a los piratas ni a los monstruos. Pero, desde hace unas semanas, ha cambiado: tiene miedo de una cosa que se llama ERE. Lo descubrí el día que hice seis años. Ilusionado, esperé a papá levantado. Escribe en un periódico de esos que regalan en el metro, y el pobre siempre viene de trabajar muy tarde. Esa noche tenía muchas ganas de verle, porque quería explicarle mi fiesta de cumpleaños y enseñarle los regalos. Cuando llegó, tenía una expresión extraña en su cara, parecía triste.

-Hola, Jan, guapo -dijo cariñosamente con una sonrisa forzada y sin acordarse de mi cumpleaños. Se dirigió a mamá y le dijo algo incomprensible para mí: -Por fin han presentado el ERE. La cosa pinta muy mal, se van a cargar a 40.

Mamá puso cara de preocupación y se lo llevó aparte.

-Cálmate, luego hablamos, mejor que no comentemos nada delante del niño -susurró en voz baja, para que yo no lo oyera. Fue inútil, porque yo ya había escuchado perfectamente la palabrota: ERE. ¿Quién debía ser ese tal ERE que se había presentado de repente y que quería matar a tanta gente? ¿Era un monstruo?

-Papá, ¿qué es un ERE? -pregunté, lleno de curiosidad.

-Nada, cariño, es una cosa de mayores -contestaron los dos a la vez después de lanzarse una mirada de complicidad.

Me esperaba esa respuesta. Cuando los mayores no quieren explicarte algo, siempre dicen lo mismo. No sé por qué se empeñan en tratarnos como si fuéramos estúpidos. Somos niños pero no tontos. Minutos después, papá me hacía cosquillas y yo ya no me acordaba de nada. Papá, como ausente, y yo riendo a carcajada limpia, con esa alegría infinita que sólo tenemos los niños.

Esa noche dormí profundamente y me olvidé por completo del ERE. Pero a la mañana siguiente volvió a salir el tema. Yo jugaba en el comedor y ellos desayunaban en la cocina. Otra vez escuché la palabreja:

-Esta noche he soñado con el ERE -decía papá a mamá-. El jefe me llamaba al despacho y me decía que estaba en la lista. Que le sabía muy mal, pero que me había tocado a mí. Ha sido horrible. Me he despertado de golpe y he sentido cierto alivio al ver que sólo era una pesadilla. Pero luego le he dado vueltas a la cabeza y me he asustado de veras. Lo he visto tan claro: no era un sueño sino una premonición. Es de lógica: llevo muchos años en la empresa y si me echan ahora, les cuesto menos dinero. El diario se hunde y si me despiden el año que viene, aún les saldré más caro.

-No te preocupes, seguro que encuentras otra cosa. Tienes mucha experiencia y siempre harán falta buenos periodistas -le contestó mamá siempre optimista.

-La cosa está muy mal. Todos los periódicos están despidiendo gente. Parece que se hayan puesto de acuerdo. La carne de periodista nunca ha salido tan barata como ahora.

Papá, que nunca tiene miedo de nada, estaba asustado. Supongo que le pasa con el ERE lo que a mí con la oscuridad. Yo no puedo dormir con las luces apagadas. Papá y mamá dicen que es una tontería, que no debo tener miedo porque ellos duermen en la habitación de al lado. Pero cuando me despierto en plena noche y veo que han apagado la luz, tengo miedo de que un monstruo o una bruja entren por la ventana. Aterrorizado, llamo a papá. No me oye. Vuelvo a gritar y de pronto aparece somnoliento.

-No pasa nada, Jan. No tengas miedo -me dice en voz baja-. No grites, que vas a despertar a tu hermanita.

Pasa las manos suavemente por mi cabello, me da un besito y me deja la luz otra vez encendida. Estoy salvado: todos mis temores desaparecen. Me gustaría que el ERE fuera como mis fantasmas, que huyen con el simple milagro de una bombilla. Pero no, es un demonio muy malo que no se rinde tan fácilmente.

-¡Ya está aquí! -dijo anoche disgustado-. Hoy nos han dicho que en la redacción de Barcelona se cargan a cinco. Mañana hacen pública la lista negra. Estoy muy nervioso, me siento como una res que va al matadero.

-No digas eso. Tienes que animarte -contestó mamá-. No es tan grave, aún tenemos mi sueldo. Tómatelo por el lado bueno, ahora podrás pasar más tiempo con los niños, con tu horario nunca estás en casa.

-Sí, ahora voy a tener mucho tiempo libre, demasiado -dijo frunciendo el ceño.

-¿Papá, te da miedo ese ERE? -interrumpí, viendo su cara de angustia. No me contestó. Me dijo que fuera a dormir, que era muy tarde. Ni siquiera quiso hacerme cosquillas. Protesté y lloré, pero no sirvió de nada. Me metieron en la cama y encima me quedé sin cuento. Castigado, por portarte mal, dijeron.

Aquella noche, tuve una pesadilla terrible en la que aparecía el ERE: era un demonio alado con grandes colmillos, que entraba en nuestra casa y quería comerse a papá. Yo cogía mi espada de pirata e intentaba matar al monstruo, pero no podía. Me desperté llorando y la luz estaba, como siempre, apagada. Llamé a papá y le conté mi sueño, pero no me hizo mucho caso y, malhumorado, me dijo que volviera a dormir.

Hoy, al llegar a la escuela me he puesto a llorar. Y Ruth, la maestra, me ha preguntado qué me pasaba. Se lo he contado todo: lo del monstruo que se llama ERE y que quiere matar a mi papá.

-No te preocupes, Jan -me ha respondido con una sonrisa-. Tu papá no va a morir. Un ERE no es un monstruo. Lo que pasa es que está preocupado porque su empresa quiere echar a muchos trabajadores. Eso es un ERE: cuando el sitio donde trabajas te dice que no vuelvas más, que estás despedido. ¿Lo entiendes?

Claro que lo he entendido. Y me he quedado súper tranquilo. Un ERE no es un monstruo como yo pensaba. Eso significa que a lo mejor mi papá no va a tener que ir a trabajar nunca más. ¡Qué bien! Me pongo muy triste cuando los domingos se marcha y no vuelve hasta la noche. Yo ya estoy durmiendo y no me puede hacer cosquillas ni explicarme un cuento. Ojalá que estuviera en casa todo el día. Así, cuando volviera del colegio, podríamos jugar a piratas.

Todavía no sabe si le van a despedir. Cuando alguien lea esta historia, a lo mejor mi papá ya no tendrá trabajo. Él se pondrá triste, pero yo estaré muy contento y le diré: no te preocupes, ahora tendremos más tiempo para navegar con nuestro barco pirata. Encontraremos un cofre repleto de monedas de oro y ya no hará falta que trabajes nunca más.

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