Diario de León
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

En:

R ecuerdo en la infancia el «machacar el ajo» como un sonido cálido y casi omnipresente. Entonces cada torre tenía su nido, también en las ciudades. La cigüeña venía por San Blas, tras su estancia invernal en misteriosas tierras, y se aposentaba en su privilegiado observatorio. Desde allí nos miraba, ladeando la cabeza, un poco dandi, entre el desdén de un forastero pudiente y esa sabiduría mundana de los tratantes y buhoneros. La cigüeña era un tótem que nos recordaba los lazos con la tierra, que nos unía sin palabras a cosechas, sequías, sinsabores y dichas de ancestros muertos y enterrados, pero no por eso menos nuestros, menos nosotros mismos. A la vez, su vuelo rasante era heraldo de lo por venir, prueba fehaciente de la existencia de otros mundos que quizá nos fuese dado conocer.

La cigüeña siempre tuvo algo de San Simeón el Estilita, tan imperturbable en su columna rodeada de excrementos, con alma de viajero celeste, aunque anclado a lo corporal y contingente. Pero el grupo, ese plantel de puntas que fuese a martillear algún gigante-¦ Ese crotorar al unísono, con inquietante algarabía-¦ Decididamente prefiero aquel «machacar el ajo».

tracking