Tres registros narrativos con tema subyacente
Autor, entre otras obras de narrativa, de una novela memorable, Más allá del olvido , Andrés Martínez Oria rescata tres novelas breves en las que subyace, según confesión del autor, el deseo de «sacar belleza de la amargura». Éste puede ser el trasfondo que une las tres muestras literarias del volumen, localizadas en espacios y momentos distintos.
La primera, El fondo ilusorio de los espejos , es una especie de homenaje al Unamuno de San Manuel Bueno, mártir. Pero lo es también a Ramón Carnicer, a su obra Todas las noches amanece. Como en la novela del escritor berciano, el sacerdote Lucio Silvano es destinado a ejercer su labor sacerdotal fuera de Altiva, la Astorga de otras novelas de Andrés Martínez Oria. Si Ramón Carnicer daba un paso más respecto a la obra de Unamuno, Martínez Oria lo hace con Ramón Carnicer. Lucio Silvano tiene que luchar (además de por su fe y por los feligreses de Higueruela) por no sucumbir a los encantos amorosos de Sabela. El desenlace queda difuminado en un curioso fragmentarismo: «Se quedó callado. A su pensamiento volvía una vez más la sombra de la duda. Para esa pregunta, como para tantas que él mismo se hacía, no tenía una respuesta segura» (p.83).
El mundo cerrado de Altiva y de Higueruela se europeíza en La luz y el laberinto , un diario con espíritu de novela generacional, localizada en el París de los sesenta, meta y paraíso de los universitarios españoles de entonces. Las notas personales del narrador (que abarcan escasamente dos meses, del 8 de julio al 29 de agosto) son las impresiones de ese joven español que, en compañía de Laso y Poncelas, trabajan en principio para subsistir. Pero sobre todo trabajan para descubrir el París de la cultura, centrada en los museos y el mundo de los escritores. Paul Valéry y Albert Camus, junto a los nuevos hispanoamericanos, son su refugio literario. La experiencia, aparte de las lecturas, no resulta todo lo enriquecedora que el narrador había soñado. Pero es, a fin de cuentas, el contacto con la modernidad, tan lejana entonces de estas tierras.
Próximo a los tiempos actuales se presenta la dramática narración de los atentados del 11-M en El silencio púrpura. Narrada con hondo dolor, la novela es una crónica literaria no cargada de subjetivismo. Todo lo narrado es un camino hacia la muerte. Una colmena «celiana», cuya quietud deja paso a un recorrido alucinado e inconsciente a través de un Madrid evocado y descrito con múltiples alusiones literarias. Una visión precisa y espeluznante de los horrores del terrorismo.
Tres trabajos que reflejan estratos estéticos y humanos del rico trasfondo del escritor.