De nombres, historias y otras pequeñas cosas

H ay días en que un suplemento respira de manera algo distinta a la habitual. No sé por qué se nos antoja que ésta es una de las ocasiones. Quizá por la disposición, quién sabe si acaso sea el número de firmas que superan, además de la novedad, la norma. Eso sí, siempre dentro del espíritu de este suplemento que, al cabo de un cuarto de siglo, sigue pensando que hay miles de caminos hacia las pequeñas cosas que, a la larga, constituyen el cuerpo que conforma una historia, varias historias acaso. Así hay hoy miradas a nombres propios. En un caso, el de Antonio de Valbuena, descendiendo a detalles de su enorme personalidad. En otros, a la casi casualidad de evitar el olvido de otros, como ocurrirá posiblemente con el polifacético astorgano Joaquín Ortiz Sicilia. Pero no faltan hoy tampoco historias. No deja de ser curiosa la estancia de Azorín en León a principios del pasado siglo, de la que nos queda un texto primoroso. O la curiosidad de los lobos de Xáfara, un paisaje en que los lobos siempre harían compañía.

El lector puede encontrar en estas páginas diversos motivos para la lectura, rápida y diversa, cuando el calendario marca el inicio de la primavera, esa época iniciática en que la naturaleza, como la palabra, parecen poner en marcha, una vez más, el inicio de la vida. Que disfruten.