«Tajadas cárcavas y caprichosos picachos encendidos»
L as Médulas fueron declaradas monumento nacional en junio de 1931 y en diciembre de 1997 la UNESCO las incluyó en la Lista del Patrimonio de la Humanidad. Con ello se oficializaba lo que eran de hecho: un paisaje cultural, entendiendo por paisajes culturales, según la definición de la propia UNESCO (1993), «la diversidad de manifestaciones de la interacción entre la humanidad y su entorno natural». Como aquí veremos, Las Médulas son, además de un paisaje arqueológico y cultural, un paisaje literario». Así inicia José Enrique Martínez la primera de tres entregas sobre Las Médulas, un paisaje cultural y literario . Lo más conocido de este paraje berciano es, sin duda, la explotación de oro que los romanos llevaron a cabo en él. «El investigador Ricardo Olmos -“escribe el autor de este reportaje, que ya se había fijado en otras ocasiones en la visión literaria del Bierzo- ha señalado que los viajeros ilustrados y románticos, movidos por otros intereses, hacían el camino acostumbrado entre Ponferrada y Villafranca, ignorando o silenciando la existencia de Las Médulas. Las apreciaciones más precisas de aquel paisaje durante los siglos XVIII y XIX proceden de militares y geólogos, pero desde un punto de vista estético fue Enrique Gil y Carrasco quien por primera vez hizo del Bierzo y sus paisajes (Las Médulas es uno de ellos) un territorio literario en sus tres obras mayores: Bosquejo de un viaje a una provincia del interior , publicado en El Sol entre el 3 de febrero y el 27 de abril de 1843; El Lago de Carucedo , novela corta publicada en cuatro entregas tres años antes, durante julio y agosto de 1840, por el Semanario Pintoresco Español ; y El señor de Bembibre , publicado en 1844».
Centra el autor su trabajo fundamentalmente en la mirada que Gil y Carrasco proyecta sobre Las Médulas. Pero no olvida otras, en este caso las de Armando Cotarelo y Valledor, José María Quadrado y Acacio Cáceres Prat. Todos ellas amplían la perspectiva y el significado de estas ruinas que, sin embargo, son Patrimonio de la Humanidad. Pero que alargan su sombra más allá de la raíz que diera origen a su historia.