Las palabras del silencio
S oy alguien que ha leído a Amadís de Gaula de Garci Rodríguez de Montalvo, la biografía de Garibaldi, escrita por Alejandro Dumas y a quien le ha gustado Taras Bulba de Gogol. Alguien que está leyendo, poco a poco, el Ulises de James Joyce, con la intuición que poco tiene que ver con lo que se dice de esta obra. Soy alguien al que le ha gustado la película Birdy y que baila su último tango en París. ¿Es suficiente o tengo que sacar la chequera? ¿O citar una lista de títulos? ( Silencio ). Si citase el Quijote de Cervantes todo el mundo sabría de qué va, aunque muchos no lo hayan leído, ni siquiera en su cuarto centenario. Si dijera ¡ Hamlet !, «ah sí, me suena, es de Shakespeare». Obra muy conocida. Don Juan Tenorio , ¿quién no ha oído hablar de ¡don Juan Tenorio!? ¿Y La vida es sueño ? Todos la hemos estudiado en el instituto. Quien no conozca, al menos, este título, es un inculto. ¡Suspendido! ( Silencio. Pensativo ). Pero también he leído obras que nadie conoce o muy poca gente, casi tantas como nadie, en las que el autor ha volcado su ser. ¿Y qué tienen? Arte. Y mucho tiempo y dedicación y ser, una parte del ser del autor, que quiere compartir con el delirio de ese alguien que le espera. Y debo decir ¡que a mí me han conmovido! ¡Que me han gustado tanto o más que otras obras escritas en letras de oro! Sí. ¿Y qué? ¿Cómo qué y qué importa? No, no, que nadie mire para otro lado ( Silencio ).
S i un día vemos en la calle una hoguera a la que lanzan libros y más libros, nos escandalizaría, pensaríamos que es ¡la inquisición! Gritaríamos que ¡no hay derecho! Si para publicar un libro hubiera una censura que dijera no, tú no, tú tampoco, ¡protestaríamos! ¡Saldríamos a la calle a manifestarnos! Lucharíamos por la libertad ¿O no? No lo sé ( Silencio ). Pero ¡cuántos libros quedan arrinconados en la nada!, perdidos en cajas llenas de intenciones. ¿Y folios escritos en carpetas cubiertas de polvo? Y, al mismo tiempo, en los escaparates libros vacíos que llenan los bolsillos de gente famosa. ¿Y cuántas letras perdidas que se tiran cuando el autor ya no está? ¿No es así? ¿Y cómo sabemos que son algo horrible, que no gustan, que nadie quiere leer, si nadie ha leído lo que cuentan? ¡He visto tantos cajones llenos de emociones, de historias, de palabras que nadie las quiere y se tiran a la basura! A veces los propios autores porque se rinden y no pueden más. Las obras de Chejov hubieran acabado arrastradas por la corriente de un río si no se hubiera cruzado con Stanislavsky antes de llegar al puente. ¿Y cuántas obras naufragan acribilladas de palabras, de silencios rotos? Techi León, una poetisa paraguaya, escribió su Purajei , sus canciones del alma, para empapar al lector, para que alguien le comprenda a ella. ¿Alguien sabe algo de esta autora, que aprendió a leer y escribir jugando en la arena, que busca más allá de lo que está escrito en los libros? Al escuchar sus canciones oí el eco de un antiguo amor. «La distancia os unirá mucho más». Y dice también: «No sé decirte adiós. / Esa palabra no existe / en el léxico del amor». ¿Y la obra poética Brisa de El Canario, un tal José Raúl? ¿Alguien ha oído hablar de este autor que dice no ser el mejor ni el peor, pero que tiene corazón? Ya están hechas todas las combinaciones posibles sobre el amor y el desamor, pero cada cual ha de hacer la suya propia, inventar de nuevo las palabras y lanzarlas al mundo, otra vez. Otra vez, sí. El Canario nos dice en su poesía: «Cuando casi todo / ya está escrito / y no se puede más / mejor será mirar a las nubes / para verlas pasar». Y también «al mundo le gusta / la ilusión de la mentira». ¿Y quién sabe algo del autor de Trece poemas y un cuadro , «El castillo de aire»? Que levante la mano quien haya leído esta obra del postmodernismo poético, canto de la palabra siciliana, que mata a quien la lea y le hace renacer al arte. ¿Quién ha leído la obra poética del gran Elías, Elias Elié, que recorrió París entre noches y amaneceres, que bailó en los Campos Elíseos y pidió para comer? ¡Elías Claudio Prietro Saez de Miera! Escondido hoy en la cueva del silencio. ¿Quién ha leído el poema de 1986 dedicado a su amigo Miri? «Después de beber absenta toda la noche, llega la hora en la que los borrachos se refugian bajo las estrellas y caminan sus pasos hacia sus cuevas de cobalto y vírgenes de calendario». «Anochece entre nicotina y cuellos arrugados»; «Sólo queda soñar con rumiantes de velas desdentadas. / Té africano y dolor de náusea. / Lágrimas, fetiches, caracolas, yemas y lenguas pálidas». Y escribe a su Nuria perdida en los bosques: «En las ventanas / un saxo pendulea / flotando bajo el peso de plumas, / sediento de aerofagia y torbellino, / escalas de aleteos / y graznidos metálicos / en clave de cristal». Y así se despidió: «He cargado mi pluma de papel. / He escrito en el vacío y sin sentir. / He mirado hacia el mar ya sin aliento. / He mudado de brisa / y he roto lámparas sin lamentos / ni copas de coñac... he cargado mi pluma / y sigue el papel blanco, vacío y sin sentido, / ciego de mar, / ciego de aliento / y ciego de brisa.».
E lías no hubiera necesitado escribir porque es poeta por definición, no le hizo falta demostrarlo. Pero ¿quién lee sus palabras? ¿Y las de Honorio Marcos?, autor de Concierto para un náufrago . Editorial Piélagos: «nave de papel que tú, también piélagos, profundo de inquietudes, acoges en tu inmensidad». ¿Seguro? Adquirí esta obra de manos de su autor, que la ofrecía en una feria del libro del Retiro, en Madrid. Y me la dedicó: «A ti de cuyo concierto participo», 1 de junio de 1982. ¿Alguien sabe algo de este autor? ¿Y de sus escritos? Ni siquiera se encuentra nada de él en google. La obra más exquisitamente profunda que jamás se haya escrito, que representa a la generación de los años 70, náufragos de aquel mayo del 68: «Todo ha enmudecido. Hasta el silencio ha enmudecido. ¿Por qué me siento extraño donde mi propia decisión me arrastra?»; «Me sentía amarrado en cuerpo y alma a un pupitre como un perro al que se está amaestrando»; «Si hay lucha hay posibilidad». ¿Alguien ha oído hablar de la obra El susurro de la mirada ? ¿Y algo sobre su autor, Toño Morala? Destila esencia de poesía y ni siquiera está publicada. ¿Qué más da que el tic tac del reloj se haya comido las horas o que muriera entre dos versos por culpa de la pálida luz de la luna? «El sauce llora hojuelas tiernas mientras que la tarde duerme». Para este poeta la poesía es nacer todos los días. «Los lirios morados están torpes en la madrugada»; «Se desprendió la luna de sus sueños». Las palabras no son solamente las que se escriben con oro, sino que también lo son aquellas que se suspiran y tienen derecho a existir. Aquí y ahora quiero ¡gritar el silencio de tantas palabras! clandestinas del desprecio y ¡lanzar los poemas al viento! ¡y hacer de cada rincón un escenario para guiones cuyos personajes no existen porque nadie los representa! ¡Llamo a la intifada del arte, para luchar desde la palabra, con la palabra! ¡Y lanzar nuestras obras al mundo! Y crear, ¡crear lo que no vemos! ¡Salgamos con la palabra a las calles y gritemos el silencio! Poetas, dramaturgos, prosistas, ¡el mundo nos necesita! Y si no nos necesitase, nosotros lo necesitamos a él, para que vivan nuestras obras. No dejemos que marchiten nuestros pétalos, ni que nos arranquen de la palabra. Demos voz al silencio para callar el ruido y hacer del sonido una voz. Como escribe Morala, sin que nadie le lea: «Apenas si quedan delirios. / La sirena se marchó al mar de la sonrisa. / Te escribiría el poema de la vida, si supiera.»; «He cantado las canciones del olvido. / He retornado del silencio victorioso». Amigos: que las palabras compongan banderas del alma y el silencio sea un beso.