Diario de León

Cuanto resta por descubrir quizá debamos imaginarlo

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Memorial de las piedras

Fermín López Costero. Premio Joaquín Benito de Lucas, Colección Melibea. Ayuntamiento de Talavera de la Reina, 2009. 72 pp.

JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ

Siempre es conmovedor un primer libro de poemas. Memorial de las piedras es el primero de Fermín López Costero, a quien conocíamos como excelente narrador. Lo importante es que se trata de un buen poemario, algo que se percibe de inmediato, en cuanto comenzamos a leer estos versículos o más bien «bloques» verbales, entre la prosa y el verso, forma adoptada para dar cauce a una temática que, dispersa en otros poetas, López Costero convoca para el conjunto de su libro: las piedras históricas. Conforme al significado de «memorial», los poemas son anotaciones, apuntes líricos de ese viaje por la piedra que se nos propone: claustros, crujías, tímpanos, capiteles, sarcófagos, arcadas, arcosolios, sillares, cornisas, ménsulas, canecillos, lápidas... Los poemas vienen a ser, sin restarles ninguna importancia, la excrecencia imaginaria de una investigación arqueológica, histórica y artística.

El poeta no habla de las piedras con la frialdad de las mismas, como objetos notariales de una cultura muerta. Son piedras vivas en las que pueden hallarse algunas respuestas vitales. «La vida secreta de las piedras» se titula un poema. Es la palabra del poeta la que las hace salir de su sigilo y las dota de vida: «Cuando hablo, estoy seguro de que me escuchan y me comprenden». Diálogo ficticio con la voz secular de la piedra, con su simbolismo renovado que sigue hablando al hombre de hoy: «Siempre ha apreciado en ellas las cualidades de los seres vivos».

Una de las labores del poeta es oír la voz de las piedras históricas, revelar sus secretos. Pero antes hay un proceso de indagación para llegar a un conocimiento de algo oculto, secreto y reservado que anida en la piedra. El poeta podrá dar voz a aquel secreto. Secreto y vida van unidos. El silencio de la piedra es tal vez el de «las respiraciones contenidas», vida secular que la piedra preserva; sucede igual con los sarcófagos vacíos: «si introduces tu cabeza en cualquiera de ellos, percibirás las voces que, con tanta lentitud, transmite el silencio». Es un silencio elocuente. «¿Qué confidencias habrán oído estos muros?»: el poeta sabe que las claves están en la piedra y por ello intuye, indaga, inquiere, interpreta poéticamente, a veces sin poder llegar a la recóndita sabiduría que subyace a lo más externo: «Cuanto más releemos los mensajes impresos en estos muros, más confundidos transitamos». Termina, pues, el viaje por la piedra, el examen de la piedra, con un cierto fracaso, pero si la piedra no revela nada nuevo desde otros puntos de vista, es el momento de la poesía, de la imaginación, de la invención. Al fin y al cabo, en determinados poemas el poeta se ha dejado llevar por lo que llamaríamos emoción histórica, como en «Escalera de acceso al archivo», «Scriptorium» o «De nuevo el fantasma», donde aparecen seres fantasmales que dieron vida a pasillos y claustros. El sueño del poeta produce fantasmas y ficciones verdaderas.

tracking