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León

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ALFONSO GARCÍA

Último cuatrimestre del año, que servirá para cerrar la programación del 1.100 aniversario del Reino de León. El próximo año se convertirá en una magnífica referencia para que lo nuestro tenga brillo y alcance. Ambas cosas. Y no dudo que será así, más teniendo en cuenta que al frente está Juan Pedro Aparicio, hombre de ideas y gestión.

Es ésta una ocasión que no debería perderse. Casi todo cuanto se dignifica por estos pagos milenarios siempre mira hacia atrás, hacia el pasado, hacia las glorias escritas en pergamino. Y bien está, cómo no. Pero no es suficiente. Si se hace caso a quienes vertieron opinión en los medios, eso sí, desde una óptica interesada, el evento debería reducirse -”o centrarse principalmente-” a una sesuda discusión cerrada sobre el sexo de los ángeles, asuntos medievales de las quaestiones disputatae , de tantísima trascendencia.

Uno contempla la vida de León de los últimos tiempos y ve qué poco ha cambiado. Siguen las mismas estructuras, los mismos que deciden, mandan y ordenan, los mismos lamentos y las mismas -”pocas-” inquietudes que sueñan con que llegue el príncipe azul que transforme las cosas sin una sola gota de sudor por nuestra parte. Y así las cosas, las esperanzas de nuestro futuro se debilitan a pasos agigantados esperando la llegada de la nueva e infundada tierra prometida. Si alguien recorre las hemerotecas verá cómo la mayor parte de esos sueños son recurrentes y se repiten desde siempre, pero en el último tramo del camino se repiten cada cuatro años setenta veces siete. De ahí la sensación -”real en su mayor parte-” de que nada se mueve, de que las aguas que corren son las mismas y los mismos sus cantares.

Por lo dicho, y acabo, pido, por favor y gracia, que en este Aniversario del Reino de León se hable definitivamente de futuro. Es lo que verdaderamente necesita esta tierra. Que se nos hable de ilusiones, de realidades posibles e imposibles, de compromisos e iniciativas. Si se corta la cinta para dejar sólo 1397058884 y subrayo el contenido de esta palabra-” a unos pocos hablando de los veinte o veinticinco centímetros, arriba o abajo, de nuestras fronteras medievales, es mejor que se ahorren la cinta.

Perdonen la ironía. O las ironías. Y es que el pasado ha de permitirnos sentirnos orgullosos. Por supuestísimo. Pero sólo si podemos mirar al futuro esperanzados. Lo digo de verdad, aunque humildemente. Con la humildad de quien pide luz para otros, que uno ya tiene despejado el futuro. Los años, amigo Sancho, son los años.