Diario de León

No hablo por nadie, ni siquiera por mí mismo

Publicado por
JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ
León

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La voz del cuidado.

Poesía reunida 1970-1995

Miguel Suárez. Editorial Dilema, Madrid, 2009. 468 pp.

La editorial Dilema viene publicando poesías reunidas de una línea poética que situamos enfrente de la poesía de la experiencia y otros realismos baratos (Luis Suñén, Concha García e Ildefonso Rodríguez disfrutan ya de su obra en un volumen). Le toca el turno ahora a Miguel Suárez, navarro que vivió su infancia en la montaña leonesa y que lleva años residiendo en Valladolid. Su poesía recorre un camino con claras afinidades: Ildefonso, Ullán, Casado, García Valdés y otros, y que se prolonga en poetas más jóvenes, como Víctor M. Díez y Eloísa Otero. Es la tradición que parte de Mallarmé y sigue con Stevens, Lezama, Celan, Gamoneda, Valente... La línea de lo escueto y enigmático.

En el prólogo, Méndez Rubio -”poeta extremeño en la línea trazada-” contextualiza la poesía de Miguel Suárez y destaca su rebeldía (un no al lenguaje del poder) y la asunción de la vanguardia. «La pelea de Mallarmé: un habla que no exprese la realidad sino que la cuestione, que la aniquile, que interrumpa sus mecanismos de consenso y de inercia».

Yo hago también mi lectura en pocas líneas. Se trata de una poesía-enigma, de sentido encubierto por el artificio retórico, lo que dificulta la intelección y la interpretación. ¿Merece la pena el esfuerzo? Debe juzgarlo cada cual. Sobre todo porque no es una poesía que provoque emoción, sino elucubración. De ahí que no necesite los ciento ocho versos de «El cuervo» de Poe, porque el enigma cabe en pocos versos. Los poemas de Miguel Suárez son breves, densos más que intensos y conceptuosos. Frente a cualquier inercia lectora, tiende a excitar las neuronas descuidadas o

desocupadas.

En muchos poemas, títulos y subtítulos son necesarios para situar al lector que, sin ellos, se sentiría desubicado, sin referencia externa, a pesar de que Suárez siente movida su poesía por hechos históricos y sociales, como mayo del 68, primavera del 77, Villalar, alguna huelga general, o por mitos del cine (Buster Keaton, Carlot, los hermanos Marx). También determinadas citas con aclaradoras, como la ya tópica de Eliot: «...un montón de imágenes rotas...». El poema-fragmento caracteriza a esta línea de poesía.

El poema se resuelve a veces en un mero nombrar por yuxtaposición, como un mundo de cosas juntas, pero sin coordinación, dando la impresión de que el poeta no habla por nadie, ni siquiera por él mismo. Pocas veces es un sujeto entregado, con «conmovido estilo»; pocas veces sacudido por un «alboroto en el corazón»; observar y decir; oír y transitar por las voces de otros. Y decir en un ritmo que no es el canónico, sino un no-ritmo ajeno a cualquier expectativa. Poesía para leer en voz baja, no para declamar. De todo ello provienen las dificultades de lectura; es lógico, el poeta no quiere un lector sumiso, sino rebelde y esforzado.

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