De cómo se puede ser primero monja y después soldado
El caballero indeterminado
Arsenio Moreno. Ed. Algaida, Sevilla, 2009. 342 pp.
Nunca creí que el relato de mi vida pudiera interesar a los curiosos. Mi experiencia, fruto de la desventura y del azar, nunca tuvo nada de particular. Nunca creí que fuera algo deleitable mi narración para el entretenimiento. Yo, que nunca fui un héroe, tampoco fui un villano. En cualquier caso sólo una víctima estragada de mi tiempo. Un tiempo recio y torcido». El autor de esta novela histórica recurre al tópico manuscrito encontrado en que el soldado Gaspar Muñoz -“antes la monja Magdalena Muñoz- escribe sus memorias, a petición de un capitán y para solicitar indulto ante los Consejos de su Majestad, con el fin de abandonar el ejército y poder regresar a casa después de tantos años. «Pero mi biografía -“escribe en otro momento- es demasiado cierta y amarga para hacer de ella fingimiento o comedia».
Y así es, en realidad. Deseaba volver a casa para ser un «labrador respetado». Y así «nacería en mí una nueva persona. Una más en este ya largo intercambio de personajes de entremés».
Estamos en 1617. La monja Magdalena Muñoz, de veintiocho años, abandona el convento después de doce años en él. Repentinamente, y a causa de un accidente, se convierte en hombre. «Fue luego cuando vi que me había salido la naturaleza de hombre. Un hombre de una pieza, perfectamente dotado de sus órganos genitales masculinos», algo que, sin embargo, ya había advertido la comadrona a su madre («-¦para mujer casada no sirve») y que ella misma sentía en el convento («-¦ hasta mis sueños eran libidinosamente masculinos»). La atracción hacia una joven novicia fue una imagen que siempre tuvo presente.
Ya en el mundo , Gaspar Muñoz se ve envuelto, con su primo, en una muerte, con lo cual iniciarían ambos una huida de la Justicia. Engaños, truhanerías, trampas, trabajos diversos, desventuras y desgracias-¦ Decididos a embarcar hacia las Indias, optaron, sin embargo, por alistarse como soldados con destino al Tercio de Nápoles -“aquí se casará con una joven y virtuosa viuda que le engañó y fue infiel-, los Países Bajos-¦ Una vida aventurera y dura, cuya esencia, en no pocos casos, estuvo marcada por la supervivencia, hasta poder regresar, después de muchos años, a su pueblo. La verdad es que había tenido que «abandonar mi tierra por un crimen que nunca cometí». Así siente la contemplación de su vida: «Sobre mis años llevaba el cadáver de una monja, la infancia de una niña, un renacer como varón abortado por la fatalidad, ahora un soldado bisoño y perseguido por la justicia en mi tierra».
La novela se convierte en un extraordinario fresco del Siglo de Oro, con sugerentes acercamientos, por ejemplo, a la vida de un convento, con todas sus virtudes y bajezas, o a la fascinante vida de la Sevilla de la época. El dibujo de algunos personajes -“Miguel, el niño que resultó para él una bendición, o sor Josefa Micaela- es muy atractivo, como las reflexiones que va introduciendo a lo largo de la narración. O como el lenguaje, cuidado y trabajado -“lástima pequeños deslices ortográficos-, muy adecuado a la circunstancia y el tiempo, con jugosas descripciones.