Impresiónde la piedra
(L e ó n)
Sobre las torres de la vieja cárcel
se alinean los grajos: el infierno
está contra la altura, y en la piedra
hay matices que no interpreta el sol.
¿Cómo traer a mí la más oscura,
aliviarla de un rostro con el tacto
que desgarra los sueños de los niños?
Entre la hiedra habitan lagartijas
de otro tiempo; me alzo a la muralla
en busca de mi celda. Yo no soy
el que pasa las páginas del Libro
buscando redención donde mis ojos
persiguen las cometas: han entrado,
han entrado los grajos con la estela
de ese espectro inventado contra el fondo
que es, sin cifra, paisaje en mis sentidos,
hiel para espantapájaros.
Los vanos
oscurecen mis ojos; siento un viento
en las sienes, que mueve esta tramoya,
y se va despoblando mi esqueleto
porque nutre el tejado una paloma
sin más dedicación, sin más designio
que ese azul animal que roba al cielo
con sus alas, ya códices ingenuos
de esta vida que arrastra mi momento:
estos ojos que escalan los pináculos,
que buscan en los nidos de cigüeñas
la promesa de un hombre, pues mi carne
ya es esencia furtiva en las mazmorras,
y esa articulación, mi crecimiento,
mi impresión de la piedra me disculpa
de negar la extensión de este horizonte.
(Pelayo Fueyo, Parábola del desertor , Madrid, 1997)