Diario de León

FRANCISCO JAVIER CUESTA BAYÓN. EL AUTOR

«Las historias están ahí, si no se atrapan, mueren»

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E. gAncedo

Est e evocador relato del «minero poeta», ¿tiene un origen real o es pura fabulación?

­-”Tengo la suerte de que mi madre goza de una excelente memoria y además cuenta las cosas muy bien. Y entre esas muchas historias está la del vecino que para librarse de la guerra se fue tres años a trabajar a la mina (esto sólo lo concedían en situaciones especiales, difíciles, por ejemplo cuando el padre de familia estaba incapacitado o delicado de salud), a pesar de que odiaba ese trabajo. Una vez estuvo a punto de volver porque se había olvidado las madreñas en el pozo, pero finalmente decidió no hacerlo. Y justo ese día una explosión acabó con la vida de tres de sus compañeros.

-”Esa es, entonces, la parte real de la historia.

-”Exacto. Yo lo que hice fue reelaborarla y llevarla al terreno literario con la licencia de incluir versos de tres poetas imprescindibles de nuestra lengua; me he permitido, digamos, un guiño de admiración hacia ellos.

-”Llama la atención la escasa producción literaria que ha suscitado el mundo de la mina en León, donde tanta importancia histórica y cultural ha tenido, y aún más teniendo en cuenta nuestra amplia nómina de escritores insignes...

-”Es verdad. Pero creo que en general es una lástima que todo el legado del mundo rural, cuya cultura se ha venido abajo en pocas décadas, se esté desaprovechando, literariamente, de esta manera. La mina, por supuesto: fíjate en los millones de anécdotas, en todas las historias humanas que se habrán producido en el Bierzo, Laciana y en la montaña central y oriental leonesa, y que se han perdido. Mantengo que en León, y en toda España, aún no se ha escrito las, verdaderamente, grandes novelas sobre el mundo rural.

-”¿Al estilo, de, por ejemplo...?

-”Estoy pensando, por ejemplo, en las obras del inglés John Berger, en su trilogía Puerca tierra , donde consigue plasmar ese mundo, dejar constancia de su existencia, sin caer nunca en el tipismo, en el folclorismo ni en la sublimación. Julio Llamazares también comenzó a hacerlo en aquellos primeros libros de poemas suyos, Memoria de la nieve y La lentitud de los bueyes .

-”Está claro que no es fácil, quizá por el miedo que se tiene de caer en uno de esos dos extremos de los que habla.

-”Sí, porque en nuestros días parece que hablar de cultura tradicional sea cosa de paletos; los esfuerzos se dedican a promocionar la «modernidad» del Musac pero en cambio está mal visto decir palabras como gocho o calzar las madreñas. Es como si no nos acabáramos de creer, los escritores y la sociedad entera, que desde lo local se puede alcanzar lo universal.

-”¿Qué pasa con las historias que no se cuentan?

-”Las historias están ahí, sólo tenemos que atraparlas. Y si no lo hacemos se pierden, mueren. Yo alcancé a conocer los últimos coletazos del mundo tradicional, escuché algunas historias que llegaron hasta mí y que, por mi parte, he intentado transmitir, porque ya no es seguro que lleguen a las nuevas generaciones. Habría que trabajar en proyectos encaminados a impedir que mueran estas expresiones de la cultura propia, las historias sobre estas personas que eran personajes literarios en sí mismos. Es como el propio patrimonio. En mi pueblo están desapareciendo todas las huellas del pasado minero: si nadie te lo cuenta, apenas ves nada. El grupo de viviendas de los mineros, algunas de seis o siete pisos, con escuela y casa de capataces, ha desaparecido por completo. Y de la Casa del Pueblo apenas quedan unas piedras entre zarzas y espinos.

-”¿Se suele presentar a muchos premios literarios?

-”En realidad no. Soy muy pudoroso y cuando escribo algo lo meto en el cajón porque no suelo estar del todo satisfecho con lo que hago. Lo mío es pulir una y otra vez los textos, condensarlos lo más posible... éste en concreto, por razones de extensión y temática, lo consideré apropiado para el Premio de Relatos del Diario.

-”¿Esperaba ganar el certamen de este año?

-”En absoluto. Sólo con haber sido seleccionado entre los treinta mejores ya me había dado por satisfecho. El hecho de que mi relato haya gustado a más gente, a un jurado, me ha hecho entender que, en fin, algo bueno tiene.

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