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Oza del rizo y rezo

Francisco González González. Instituto de Estudios Bercianos, Ponferrada, 2009. 146 pp.

JOSÉ ENRIQUE MARTÍNEZ

Francisco González, que vivió en Zaragoza desde 1977 y centró sus estudios sobre el Bierzo en numerosos libros de carácter histórico, filológico y artístico, también era poeta. Al parecer había publicado algunos poemas en prensa o revistas bercianas, pero nada había leído yo de su obra hasta este libro, Oza de rizo y rezo , publicado por el Instituto de Estudios Bercianos y cuyos poemas se acompañan de iluminadoras fotografías sobre un determinado paisaje berciano. «En mis veintitantos poemarios inéditos siempre antepuse la reflexión a la premura», escribe el autor para justificar la tardía publicación en libro de su poesía. Él mismo resume perfectamente el carácter del poemario: «Mi aventura poética discurre y se escurre por los diez kilómetros del eje Peñalba-San Esteban, siempre salpicada por el -˜rizo y rezo-™ del agua del Oza. Empieza zambulléndose literaria y formalmente en el tetrástrofo monorrimo a lo Berceo, para seguir adentrándose y entusiasmándose, poco a poco, ora con pinceladas históricas insoslayables -“no en vano se mueve en el entorno benedictino de Montes-, ora acariciando una intención surrealista más moderna y peligrosa, en lo que constituye la esencia temática del libro: el paradigma del antiestrés del paisaje valdozano, ofrecido como el mejor alivio para la paz y el silencio». Cabe matizar lo del surrealismo, ausente de cabo a rabo. El libro responde perfectamente a este verso: «Yo quisiera que el hombre avanzara... al pasado». Y desde este punto se comprende la recurrencia a la cuaderna vía. A esta poesía hay que juzgarla dentro de sus voluntarios límites y verla emplazada en un espacio como abandono personal frente al mundo donde hay otros poetas y otra poesía. Se trata de una poesía de paisaje, con escuetas referencias históricas y legendarias (Montes, San Genadio, etc.). Poesía difícilmente fruitiva desde un punto de vista estético contemporáneo, si bien cabe atender a su gracia en el decir, con algunas cabriolas fónicas, y a la recreación paisajística. He aquí el más breve de los poemas, «Altar y sepultura»: «El hombre busca a Dios cada minuto / cuando la fe revienta en su macuto. / Y, pues que el Bierzo reza, si yo rezo / al rebuscar el sol cada mañana / sobre las cumbres náuticas del brezo, / milagro de la altura y del tropiezo, / hundido en Bierzo, levito en la Guiana

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