CARTELERA DE CINES
La mirada aliviada de Jessica Lange
Fotografía | miguel lorenci
A mediados de los sesenta una jovencísima Jessica Lange (Minnesotta, 1949) se paseó por Andalucía con un noviete español al que conoció en Nueva York -Paco Grande, que sería luego su marido- fotografiando gitanos y flamencos. Casi cuatro décadas después Lange regresa a España para demostrar que además de ser la sensual actriz a la que acarició King Kong y vapuleó Jack Nicholson en el memorable y tórrido combate amoroso de El cartero siempre llama dos veces, es una solvente y sensible fotógrafa. Hechizada por México, ha dedicado los últimos tres lustros a escudriñar «la magia y el misterio» del gigantesco país que ha recorrido con su cámara analógica en ristre. Resume ahora el resultado de ese periplo en casi un centenar de instantáneas en blanco y negro -más de la mitad inéditas- con las que confirma un admirable talento para la fotografía y conocer al dedillo el trabajo de grades maestros, como Henri Cartier-Bresson, Robert Frank, Manuel Álvarez Bravo o Walker Evans. Con una timidez impropia de una actriz, explicó Lange en La Casa de América que alberga la muestra que para ella es «todo un alivio» situarse tras la cámara, dejar de ser mirada y ser ella quien mire «sin ser vista» a través del objetivo.
«Pasar de ser observada en escenarios y platós, de ser grabada y permanente objeto de atención, a ser la persona que observa supone al tiempo un gran alivio, un antídoto y un aprendizaje muy interesante», dice esta veterana actriz con dos Oscar en su haber -por Tootsie y Blue Sky-, y cuyo primer marido fue el asturiano Francisco Grande, hijo del profesor Grande Covián. «Descubrí México y la fotografía casi al mismo tiempo», confesó la artista.