El hombre del mar
A través del procesamiento de imágenes de satélites, Antonio Turiel trabaja en el desarrollo teórico sobre física de los fluidos turbulentos. E studiar cómo se dispersan los contaminantes en el mar, qué zonas van a ser más productivas para la pesca, cómo mitigar las consecuencias de los fenómenos naturales o la adaptación a estas fuerzas son algunas de las aplicaciones de los estudios del físico y matemático leonés desarrolla desde el Instituto de Ciencias del Mar.
Estudiar el comportamiento de los océanos es vital para aspectos tanto económicos como sociales, pero ofrece una complejidad enorme. No sólo por sus dimensiones y su naturaleza cambiante, sino por las dificultades que presenta para una investigación in situ. Por eso los científicos miran el mar desde el espacio. Analizan, comparan y componen datos e información para establecer modelos de comportamiento que sirvan para mejorar o prevenir, para adelantar y conocer.
Conocer el comportamiento de los océanos es la tarea a la que dedica su trabajo investigador Antonio Turiel, director del Departamento de Física Oceanográfica del Instituto de Ciencias del Mar, que forma parte del Centro Superior de Investigaciones Científicas (Csic).
Turiel, leonés, empezó a estudiar Físicas en Salamanca, y más tarde Matemáticas. Terminó en la Autónoma de Madrid su especialidad para iniciar su tesis en el Departamento de Física Teórica. En 1999 una beca le llevó durante dos años al Laboratorio de Física Estadística de la Escuela Normal Superior de París, y luego trabajó en el Instituto Nacional de Investigación en Informática y Automática de Versalles.
Volvió entonces a España para incorporarse a la Facultad de Físicas de la Universidad de Barcelona, y en el 2004 inició su trabajo en el Instituto de Ciencias del Mar, del que es científico titular desde el 2008.
«Mi línea de trabajo consiste en el estudio de imágenes de teledetección, de observación remota del océano. Mi especialidad como físico es el tratamiento de la imagen y la física estadística».
Con estas credenciales, la mayor parte del trabajo de Turiel se ha centrado en el desarrollo teórico sobre física de los fluidos turbulentos. «Eso, aplicado al océano, que es un fluido muy turbulento. No sólo a la escala que pensamos habitualmente, sino a mesoescala. Tiene una estructura muy rica y complicada, yo lo que hago son modelos de turbulencia para tratar los datos de observación de la tierra que se obtienen desde los satélites, como por ejemplo información sobre la temperatura de la superficie del mar. A partir de ahí se obtienen líneas de corriente a través del sistema multifractal, y con un formulismo matemático apropiado extraigo las estructuras de las señales, que se corresponden con las líneas de corrientes, meandros y remolinos que se forman en los océanos».
La información que ofrecen las imágenes que envían los satélites es incompleta, así que para obtener datos útiles de las fotografías es necesario desarrollar unos modelos teóricos que luego poder aplicar a los datos, para estudiar cómo evolucionan los océanos.
«El gran problema que tiene la oceanografía física es que es muy difícil extraer datos para describir el estado del mar, porque es muy difícil muestrear el mar. Las condiciones cambian de un momento a otro, las tormentas impiden obtener información correcta, los equipos se dañan o desaparecen,... Resulta muy complicado obtener datos a gran escala y sobre zonas amplias».
La llegada de los primeros satélites permitió tener las primeras visiones regulares de la superficie de los océanos. «Yo tomo imágenes de la temperatura de la superficie del mar, las proceso con los métodos que he desarrollado y a partir de ahí se extraen las líneas de corriente, para hacer predicciones, saber hacia dónde arrastra los objetos el océano,...». Las imágenes que ofrecen los satélites son todavía muy grandes, a escalas de varios kilómetros, pero ya permiten determinar algunos patrones climáticos, que ofrecen información sobre la evolución de fenómenos de escala global, como el Niño; o sobre «cambios drásticos en las condiciones de humedad, que provocan una gran sequía o inundaciones».
Una de las aplicaciones prácticas más destacadas del trabajo de investigación realizado hasta ahora por Antonio Turiel es la determinación de corrientes, una información que permite conocer cómo se dispersan los contaminantes (en casos de vertidos como por ejemplo el del Prestige).
Estas informaciones tienen también gran utilidad económica. Permiten, por ejemplo, conocer qué zonas del océano van a ser más productivas en pesca. «El plancton es arrastrado por las corrientes, por eso es necesario conocerlas bien para hacer un seguimiento de él. Los peces lo van siguiendo con el zooplancton».
La predicción meteorológica y los estudios a medio y largo plazo son otros de los grandes objetivos de las investigaciones que lleva a cabo el equipo del científico leonés. «El mar es como un gran tampón, un gran acumulador de energía y calor. Conocer los mecanismos con los que funciona permite no sólo tener un mejor conocimiento de los fenómenos que están produciéndose, sino saber hacia dónde vamos, y cómo podemos adaptarnos o mitigar los efectos de los fenómenos naturales».
Por ejemplo, de los huracanes. «Estos estudios permitirán determinar con mayor precisión hacia dónde pueden dirigirse, o el daño que pueden causar. Es importante sobre todo a la hora de elaborar los planes de evacuación, que a veces provocan más daños que los fenómenos naturales en sí. Si puedes hacer una predicción temprana y saber su evolución de manera rápida, el impacto social y económico puede tener repercusiones muy importantes».
Antonio Turiel hace hincapié en la necesidad de ser realista en el tema de los fenómenos naturales. «En términos climáticos la palabra clave no es tanto evitación, porque la mayor parte de las veces no pueden evitarse, como la mitigación o la adaptación. Y todo lo que sea mejorar nuestra comprensión de los fenómenos y hacer una mejor predicción de los mismos es una ayuda». Recuerda que Estados Unidos tiene un Servicio Operacional de Oceonagrafía que «cubre todas sus costas. Estiman que gracias a él, y descontando su coste, tienen un beneficio por el que ahorran entre 100 y 200 millones de dólares al año. No es una cantidad despreciable».