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TECNOLOGÍA EMOCIONAL. LUIS PANIZO Profesor de Arquitectura y Tecnología de Computadores Universidad de León
Este popular lema de los años sesenta para promocionar entre los ciudadanos la actividad física podría servirnos ahora para concienciarnos sobre la necesidad de preservar nuestra intimidad y prevenir los riesgos del uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones, sobre todo en relación con los dispositivos móviles con acceso a las redes de transmisión de datos.
Si bien los aspectos de la comunicación telefónica con estos dispositivos está suficientemente garantizada con los protocolos criptográficos propios, no es así en lo relacionado con el resto de la información que transmitimos y recibimos, como son las aplicaciones de mensajería, de geoposicionamiento, la navegación por Internet o las redes sociales. No me refiero a las cuestiones tecnológicas sino más bien al uso que hacemos de nuestros datos cuando nos conectamos a determinado tipo de redes, algunas conexiones wifi o bien cuando descargamos aplicaciones no verificadas en nuestro móvil.
Consideramos erróneamente que todo lo que llega a nuestro smartphone es seguro y está libre de lo que definimos actualmente como malware. Este no es otra cosa que el conjunto de software malicioso que incluye los anteriormente conocidos como virus informáticos pero que hoy en día han ido evolucionando para crear otro tipo de programas muchos más dañinos como los troyanos, el spyware o el crimeware.
No podemos pretender que sean las operadoras de telecomunicaciones, las empresas especializadas o las diversas administraciones las que nos mantengan a salvo de estos riesgos. Somos nosotros los que en primera instancia tenemos que utilizar razonablemente este tipo de tecnologías y servicios. Cuestión de tener dos dedos de frente que tan necesarios deberían de ser en los tiempos que corren.
De este tipo de riesgos no están exentos los estados. Atacan y son atacados. Una verdadera guerra mundial. Si además añadimos a los miles de hackers brillantes que fisgonean diariamente la red en busca de debilidades, obtenemos un panorama más que preocupante. La pregunta es: ¿cómo no hemos sido capaces de atraer a estos talentos creativos que son los hackers al bando de los buenos y caen sistemáticamente en la zona oscura? Bueno, no es exactamente así. Aunque no lo parezca hay una buena parte de estos hackers que trabajan para evitar el desastre. Si alguien quiere saber más le recomiendo leer El arte de la intrusión de Kevin Mitnick.
¿Qué podemos hacer nosotros? Varias cosas: información, formación y prevención.
El primer paso sería informarnos de los riesgos y cómo se materializan a diario. En estos aspectos la Administración y concretamente el Inteco a través de su CERT (cert.inteco.es), nos advierte diariamente del malware que detectan y lo que podemos hacer para evitarlo. El mismo instituto nos permite formarnos de forma cómoda y gratuita (www.inteco.es/Formacion) en aspectos que van desde la seguridad en dispositivos móviles hasta cursos para padres y educadores.
El último aspecto es el de la prevención. Hace un par de años apenas existían aplicaciones que nos permitieran gestionar íntegramente la seguridad en nuestros smartphones. Hoy en día más de media docena de empresas compiten con programas que nos facilitan la monitorización de los riesgos y ataques, nos advierten de los peligros que podemos correr e incluso gestionan la copia segura de nuestros datos. También disponemos de utilidades gratuitas desarrolladas por el Inteco que actualmente tiene la encomienda de la seguridad tecnológica delegada por el Gobierno. Por ejemplo la aplicación Conan, que nos facilita el análisis de los riesgos y las vulnerabilidades de nuestra sistema, de momento sólo para Windows, pero en breve estará disponible para sistemas como Android y iOs.
Conclusión: dos dedos de frente y un poco de esfuerzo en formación, información y prevención. Es cosa de todos y por el bien de todos. Contamos contigo.