el arte de ser el mejor
abel lobato fernández.. de mal estudiante a alumno brillante de la universidad de León.
Es el claro ejemplo de que se puede empezar regular y acabar bien. Muy bien. Lo cuenta él mismo, sin cortarse. Abel Lobato Fernández, que ha sido Premio Extraordinario Fin de Carrera en la Universidad de León, hasta suspendía. Sí, en 4º de la ESO. ¡Cuatro asignaturas! (las admiraciones las pone él). «Y por supuesto, fui a Selectividad en septiembre, no en junio», sigue confesando. Vamos, que salvo en Historia o Biología, no fue un estudiante brillante. Entonces, porque lo que es ahora...
Hace bien en contarlo con tanta naturalidad, para quienes sólo miran las notas en el boletín del presente y no comprenden que la educación es una carrera de fondo.
Abel pasó de ser «el mediocre de la clase» a uno de los mejores. Avalan esta afirmación científica sus siete matrículas de honor y el premiazo de la ULE.
Supo elegir. «Cuando dejas de estudiar lo que no te gusta y te pones a la carrera que has escogido...».
Hubiera sido un buen botánico si no fuera porque se le atravesaron las matemáticas (y la química). Así que cambió su gran pasión por la otra pasión de su vida: el arte.
Trabaja en un proyecto sobre el legado patrimonial de los obispos del Barroco en el arte y la cultura. Se ha centrado en el estudio de varios prelados de la diócesis de Astorga y Palencia. Un trabajo de búsqueda y análisis de documentación en archivos del todo el país en busca de claves desconocidas. Su gran satisfacción. La otra, el trabajo del campo. Le permite viajar. Lo hace, siempre que puede, con amigos.
«Te puede suceder de todo. Desde tener que ir en un pueblín casa por casa pidiendo la llave de la iglesia, o subir a pie a un pueblo abandonado en medio de las montañas para visitar una iglesia en ruinas que da hasta miedo entrar a conocer gente maravillosa».
Le pasó en Huércanos, en La Rioja. «Nos enseñaron la iglesia y luego nos invitaron a comer, nos regalaron vino y nos invitaron a volver cuando quisiéramos, cosa que he hecho con sumo gusto».
Reivindicativo, defiende la importancia de las carreras de Humanidades. «Aportamos a la sociedad y al conocimiento humano aunque no usemos bata. Investigar no sólo es patrimonio de las carreras de ciencias». Analítico, no se plantea el futuro a largo plazo. «Me conformo con seguir luchando por hacer lo que de verdad quiero, investigar».
Ha aprendido de infinidad de personas, a las que cita por su nombre, desde doña Pili hasta Dolores Campos, su directora de investigación. Pero, sobre todo, de su amiga Eva. «Me ha enseñado que todos podemos y debemos hacernos a nosotros mismos a través del esfuerzo y el trabajo personal».
Ahora, la botánica es su afición. En el Val de San Lorenzo, su pueblo, donde vive. Cosas de la crisis. Pero lo tiene claro. Y es su consejo a quienes empiezan. «No hay que dejarse aconsejar por quienes te dicen que escojas carreras que tienen salida laboral». Claro. Quién sabe dónde está ahora el futuro.