Diario de León
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Mo Limited

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Arranca septiembre y con él, los nuevos retos educativos. Para los que somos padres, nuestra preocupación durante el tiempo en el que nuestros hijos están escolarizados no es otra que conseguir a través de la educación reglada que sus vidas mejoren y salgan adelante en este mundo competitivo y de altas exigencias. A pesar de los esfuerzos de alumnos, docentes y familias, España lidera en la Unión Europea el fracaso escolar temprano. Los datos son demoledores: casi un 25% de los alumnos abandonan los estudios antes de graduarse en ESO (¡uno de cada cuatro alumnos!), los resultados académicos de los adolescentes de quince años están por debajo del nivel medio de la OCDE (extracto del examen internacional Pisa) y, por adornar con guinda, la equidad en nuestro sistema se sitúa también por debajo de la media OCDE. Esto quiere decir que, cada vez, es más relevante el estatus social del alumno para justificar sus resultados. Vamos más allá, el paro juvenil asciende a un 55% y dos millones de jóvenes —entre 15 y 29 años— son ‘ninis’. Esta acepción, ‘nini’, equivale al acrónimo en inglés NEET (not in employment, education or training) lo que viene a ser una suerte de ‘ni trabaja, ni estudia, ni recibe formación’. Un drama.

Pisa, que plantea pruebas comunes en Matemáticas, Ciencias y Comprensión Lectora, también nos muestra que hay sistemas educativos que consiguen destacar en resultados y en equidad. Ejemplos como los de Finlandia, Polonia o Estonia que tienen factores similares que hacen que el alumno saque lo mejor de sí mismo:

- Altas expectativas sobre todo el alumnado.

- No tienen un gasto excesivo en Educación. Sin embargo, invierten los recursos donde tienen un mayor impacto, como la detección temprana de necesidades educativas especiales o la atención individualizada.

- Destinan partida presupuestaria para la formación inicial y en el desarrollo profesional del personal docente.

- Sus centros educativos tienen autonomía en la rendición de cuentas, lo que demuestra alta confianza en los distintos agentes de la comunidad escolar.

- Incorporan y desarrollan liderazgo en las aulas, en los centros y en el propio sistema.

- Autonomía a los profesores para elegir libros de texto.

- Los directores de los centros educativos participan en los procesos de selección del profesorado.

Nada más alejado que lo que está ocurriendo aquí. Es cierto que las comparaciones son odiosas, pero necesitamos un cambio para ‘progresar adecuadamente’ en un campo prioridad alfa en cualquier país desarrollado o en vías de desarrollo, que no es otro que la educación de los futuros ciudadanos.

Es irrefutable el hecho de que existe una brecha entre las nuevas capacidades que los estudiantes de este siglo necesitan adquirir para superar con éxito la universidad y sus carreras profesionales y, en definitiva, su desarrollo personal, y lo que se enseña en nuestros colegios.

En el mundo occidental, todos los líderes políticos y empresariales están de acuerdo en que la salud de su economía, a medio y largo plazo, así como la recuperación de la misma, pasa por impulsar la innovación. Nuevas ideas o ideas mejoradas, nuevos productos y servicios crean riqueza y, en consecuencia, nuevos puestos de trabajo. Se precisa gente joven que pueda innovar y, por tanto, es vital su cualificación en los campos de Ciencia, Tecnología y Matemáticas. Algunos expertos, incluso, aseveran que sólo los puestos de trabajo para innovadores y emprendedores serán inmunes a la deslocalización y a la automatización de esta nueva economía del conocimiento global.

Dar respuesta a la pregunta de cómo los profesores pueden desarrollar en los estudiantes las capacidades esenciales para el futuro de España, resulta más urgente aún que los debates públicos sobre la reforma de la Ley de Educación. Como dice Tony Wagner en su libro ‘Creando Innovadores’, la mejor forma de medir la eficiencia de los profesores son los resultados de sus alumnos en los exámenes oficiales estandarizados.

La duda que sobrevuela mi mente es si se puede tener un sistema equitativo y, a la vez, excelente. Por mi propia experiencia, en España no se está garantizando a día de hoy las mejores oportunidades educativas a todos los alumnos escolarizados, empezando por los más vulnerables. Otra gran pregunta es cómo formar a nuestro personal pedagógico para conseguir que los jóvenes piensen de manera crítica y creativa, se comuniquen de forma eficaz y trabajen bien en equipo.

Desde cualquier foro desde donde se pueda impulsar el cambio, es preciso alzar nuestras voces y exigir una innovación urgente en educación. Nuestros jóvenes y el país lo piden a gritos. Modificar el qué y el cómo, transformar una sociedad requiere reorientar el sistema. Para innovar en este territorio maravilloso es necesario observar sin prepotencia y sin prejuicios, nadie nos detiene si queremos innovar. Yo quiero intentarlo. ¿Y tú?

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