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León

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   Roberto Santos /  CEO de NARúA [@rObertsan]

Ya han pasado muchos años desde que el movimiento ecologista comenzó su campaña de sensibilización sobre el deterioro, en algunos casos irreparable, que estamos infringiendo a la biosfera.

El hombre es el único ser vivo del planeta que genera vertederos, lugares depósito donde abandonar aquello que no ha pasado por alguna de las tres R del pensamiento ecológico, Reducir-Reutilizar-Reciclar.

Esta triple R es en el mejor de los casos la mejor alternativa, pero ¿están nuestros hogares y organizaciones aprovechando todo el potencial que ?tenemos para habitar sin dañar?

Mucho me temo que no. Con demasiada frecuencia observas cómo la simple separación de elementos que arrojamos a la basura causa un dilema en las familias y las empresas, siendo en las primeras una efecto de pereza más que de desconocimiento y en las segundas un acto de ‘bueno yo solo cumplo la normativa’ y añado yo: si no me pillan.

Siendo el paradigma existente algo así como «eso del cambio climático que hablan en la tele» y sabiendo que sólo los humanos generamos basura que ya trata, me pregunto si realmente podremos hacer algo más. Para cambiar el paradigma existente primero hemos de cambiar nuestro propio pensamiento.

Esto fue lo que sucedió cuando el arquitecto William Mcdonough y el químico Michael Braungart se unieron en 2002 para escribir el libro ‘Cradle to Cradle: Remaking the way we make things (De la Cuna a la Cuna: rediseñando el modo en que hacemos las cosas). Pusieron en valor el viejo lema del gran científico del siglo XX, Einstein decía «no podemos resolver problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando los creamos». Para Mcdonugh y Broungart Reducir-Reciclar-Reutilizar sólo provoca una ralentización del impacto sobre el medioambiente, pero un poco más tarde llegaríamos a un mismo final.

Ellos nos hablan del cierre completo de los ciclos de los materiales y lo han dividido en dos ciclos de materiales independientes e inmiscibles: por una parte estaría el ciclo biológico donde los productos orgánicos gracias a la degradación biológica servirían de nutrientes y minerales orgánicos que alimentaría las plantaciones que en el proceso de cosecha y refinado serviría a su vez como materia prima de otros productos del Ciclo Técnico que servirían de base de ensamblaje de productos técnicos que al final de su vida útil, en los procesos de desensamblaje, sirvieran para crear nuevos productos y como alimento de Ciclo Biológico.

No están proponiendo que la basura sea nuestro alimento y no nos hablan de la comida basura que curiosamente forma parte de nuestra ingesta habitual.

Nos dicen que si somos capaces de aplicar el conocimiento eco-sostenible en todas las fases del ciclo de vida del producto, desde la obtención de materias primas hasta la separación del partes del producto final, seremos capaces de crear una gama de supra-reciclado que sirva de alimento para la siguiente generación de productos. Generalmente los productos que se reciclan se convierten en madera plástica con lo que se hace un banco de un parque, luego una maceta y al final termina por quemarse en una incineradora. Con lo que van perdiendo calidad en el proceso.

Las grandes empresas hace tiempo que están trabajando sobre ello, como por ejemplo una conocida marca de zapatillas deportivas que se da cuenta de sus productos deporte se desgastan caminando y corriendo por las ciudades y campo con lo que los compuestos químicos acaban siendo alimento de los gusanos. Por eso había que empezar con la composición química de los materiales, después habría que continuar en el diseño del producto pensando en el desmontaje, de manera que se pueda reciclar cada parte del producto y recuperar cada pieza del material usado y después reutilizarlo todo para la fabricación de un nuevo producto.

Si piensas exclusivamente en la Triple R el material de desecho de unas zapatillas deportivas acabaría siendo el suelo de una cancha deportiva con lo que estaríamos atrasando el final del residuo. Utilizando la forma de pensar ‘de la Cuna a la Cuna’ pensamos desde el comienzo cómo terminarán las zapatillas utilizando desde el principio materiales biodegradables que puedan servir de alimento, de modo que se crearía una curiosa paradoja, ‘cuanta más basura generes más alimento dispones para crear nuevos productos’.

El objetivo final ha de ser que el material sirva de alimento en algún momento de la vida útil del producto y por tanto hay que eliminar las sustancias tóxicas.

 

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