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Tecnología. El profesor de violín

Un robot creado por la UPV ayuda a los alumnos a corregir su postura al tocar el violín, fundamental en la formación. L a alianza entre música, docencia y tecnología da un paso más en forma de un elemento innovador que puede convertirse en un gran aliado de los profesores, cansados de repetir incansablemente a sus alumnos la instrucción de «corrige la postura».

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CONCHA TEJERINA | MADRID
León

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Aprender a tocar el violín no es nada fácil. De hecho es uno de los instrumentos musicales más difíciles de interpretar ya que, para conseguir un sonido limpio y musical, es necesario que estén perfectamente ejecutados distintos parámetros.

Tienen que coincidir en el tiempo y en el espacio factores como la velocidad con la que se maneja el arco, la sincronización entre los respectivos dedos y el propio arco, el peso que se le imprime al mismo, la presión que se hace sobre las cuerdas o el grado de inclinación del arco y la postura del intérprete.

Para mejorar estos últimos aspectos, investigadores de la Universitat Politècnica de València (UPV) han creado un robot humanoide cuya función principal es ayudar a los alumnos a corregir su postura corporal cuando toquen su violín, con el propósito de lograr un sonido nítido y limpio.

Como puede constatar cualquiera que esté aprendiendo a tocar este instrumento de cuerda, al contrario de lo que pasa con otros como el piano (donde si se pulsa la tecla ‘mi’ suena ‘mi’), en un violín puede sonar como arrastrar las uñas por una pizarra. Y aquí es donde entra en juego la ayuda que puede prestar este primo lejano del mítico R2D2.

La gran alianza

La alianza entre música, docencia y tecnología da un paso más en forma de un elemento innovador que puede convertirse en un gran aliado de los profesores, cansados de repetir incansablemente a sus alumnos, como si de un mantra se tratase, la instrucción de «corrige la postura».

El proyecto permite también acercar la música a los más pequeños a través de un medio tan atractivo para los más jóvenes como es un robot con forma humana.

Una parte se ha materializado ya en diversos conciertos en directo en los que el robot participa, como intérprete, junto con algunas bandas de música colaboradoras. Durante ese espectáculo musical, que lleva por nombre ‘El sueño de Carlis’, el robot humanoide sigue los tempos de la partitura y, con cada nota, imita la posición correcta del brazo para sostener el violín durante los conciertos.

La postura en los alumnos de violín, junto con la forma en que se sujeta el arco, es un aspecto básico en su formación y determinante a la hora de conseguir la sonoridad adecuada y la limpieza o nitidez en la ejecución de cada nota.

Marina Vallés, investigadora del Instituto ai2 de la UPV, explica que «el cometido inicial del proyecto fue que el robot ayudara a enseñar a los alumnos la postura correcta con el violín y que, después, participara en los conciertos».

No obstante, su intervención en el espectáculo en vivo planteaba un aspecto difícil, ya que un concierto en directo no siempre se ejecuta de la misma manera.

La duración de ‘El sueño de Carlis’ es aproximadamente de una hora, durante el que existen momentos en los que se produce una narración y no toca nadie, y otros en los que solo tocan chelos, instrumentos de viento o piano. El robot humanoide toca la partitura correspondiente a un primer violín.

Para lograrlo, el trabajo previo con el robot consistió en dividir la partitura (que son unas 24 páginas) en las partes correspondientes a los trozos en los que el robot tenía que tocar de manera seguida, y usando como delimitadores, los silencios de los compases.

«Una vez hecho esto, el siguiente paso consistió en analizar los tempos de las partituras para traducirlos en duración del movimiento del brazo del robot que sujeta el arco», indica la investigadora.

Según Vallés, la duración del movimiento para tocar una nota redonda correspondiente a un allegro «no es la misma que en el caso de un andante y esto, obviamente, afecta también a la programación de los movimientos».

Los otros científicos participantes en el proyecto analizaron también, a partir de la partitura, en qué cuerda se toca cada nota, lo cual influye en la posición del brazo que lleva el arco y en qué parte del mismo empieza y acaba el movimiento (talón, mitad de arco o punta).

Los alumnos participantes en el proyecto comprenden entre los 5 y los 70 años y, durante el concierto, pueden fijarse en el robot para corregir su postura al tocar o seguir los tempos.

Vallés apunta que «se trata de una experiencia muy enriquecedora, tanto para los profesores como para los alumnos, ya que los niños son muy receptivos a cualquier tipo de actividad en la que participe un robot».

Por lo que se refiere al público, la investigadora asegura que ver participar a un robot en el concierto «crea también mucha expectación».

El espectáculo musical en el que participa el androide está dirigido por el profesor Agustín Jiménez Cerveró.

El proyecto ha sido financiado por la Conselleria de Educación, Cultura y Deportes de la Comunidad de Valencia y desarrollado junto a las uniones musicales de Beni, Ontinyent, Carlet, Montroi y L’Horta de Sant Marcelí, el Centre Professional de Música de L’Alcúdia, los alumnos del Conservatorio Profesional Ciutat de Llíria y algunos alumnos del Conservatorio Superior de Valencia.

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