Diario de León

EL INNO DE LEÓN

Libera una tecla

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León

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   Mo Limited CEO de Mo Limited [ @molimited ]

Los artistas no siempre se ganan la vida con el arte. Amanda MacKinnon, una mujer habilidosa del piano y la batería, comenzó en su gran urbe de origen haciendo mimo. Se pintaba el rostro de blanco y colocaba una caja de hojalata a sus pies. Cuando alguien se acercaba a echar una moneda, les entregaba una flor y un intenso contacto visual. Si no querían cogerla, su semblante se transformaba en una carita triste y nostálgica mientras se alejaban.

Así tuvo unos encuentros muy profundos con la gente, especialmente con los solitarios que parecía no habían hablado con nadie en semanas. Con ellos lograba ese hermoso momento del prolongado ‘ojos contra ojos’, un hecho posible en una calle de una ciudad y, en cierta manera, se enamoraban un poquito o así lo imaginaba; que los ojos de ella dirían ‘Gracias, te veo’. Y los de los transeúntes responderían, ‘Nunca me ve nadie, gracias a ti’.

Algunas veces le hostigaban. Personas desde los coches gritaban: «¡Consigue un trabajo!» y ella contestaba: «Este es mi trabajo». Le dolían esos comentarios, ya que le hacían temer que, de alguna forma, no trabajaba, que hacia algo injusto o vergonzoso. Entonces no sabía del auténtico y perfecto aprendizaje que estaba obteniendo para el negocio de la música, sobre aquella caja. Ella ha relatado en alguna charla o entrevista que tenía un ingreso bastante predecible, algo impactante para ella las primeras semanas, ya que no tenía ‘clientes’ regulares. Unos sesenta euros un martes y rozando los noventa el viernes.

Entretanto, realizaba giras locales tocando en clubes nocturnos con su banda. Escribía las canciones y lograron ganar suficiente dinero para que ella pudiera abandonar la pintura blanca de estatua sobre la gran avenida. Cuando comenzaron a viajar, no deseaba perder esa sensación de conexión directa con el público, le encantaba. Así que, después de los conciertos, firmaba autógrafos, abrazaba a los más entusiastas y charlaba con los que tenían ganas de conversación. Hicieron de pedirle ayuda a la gente un arte, estrechar lazos. Localizaba a otros músicos locales y artistas que, al finalizar el bolo, pasaban el sombrero y subían después al escenario en una suerte de batiburrillo de invitados que parecían sacados de un circo.

Cuando abrieron un perfil en Twitter comenzó una nueva magia. Podían pedir al instante cualquier cosa en cualquier lugar. Si necesitaban un instrumento para practicar, una hora más tarde estaban en casa de un fan. La gente les llevaba comida casera entre bastidores y comían juntos. Otros seguidores que trabajaban en museos, tiendas u otro tipo de espacio público les agradecían durante días, si decidían hacer un concierto gratis y espontáneo de última hora.

Estaban cayendo en el alma de la audiencia  y confiaban en cada uno.  Una vez le pidieron a una banda telonera  si querían salir a la multitud y pasar el sombrero  para conseguir algún dinero extra, algo que hacían casi siempre.  Y como de costumbre, la banda estaba ansiosa, pero había un chico en el grupo  que comentó que él no podía simplemente salir ahí.  Le parecía como mendigar.  Y nuestra protagonista reconoció su temor de ‘¿Es esto justo?’ y ‘Consigue un trabajo’.

Con el tiempo la agrupación es cada vez más grande.  Firman con un sello importante y la salida del disco supone unas 25.000 copias de venta en las primeras semanas. El sello lo considera un fracaso. En el momento en que el manager les estaba diciendo que las ventas estaban bajando, ella firmaba autógrafos en la gira de estreno del disco y, en uno de los conciertos, un chico le da un billete de 10 euros y le comenta que ha leído su blog y que sabe el problema que tienen con la discográfica y que sólo quiere que acepte el dinero. A partir de ahí, comienza a suceder a menudo. Pasa a convertirse en el sombrero tras las actuaciones. En ese punto deciden otorgar la música gratis on-line siempre que sea posible. Dejaron el sello y para su nuevo proyecto recurre al crowdfunding y, dadas sus conexiones anteriores, le pidió a su público que le arropara. La meta era de cien mil euros y logró casi un millón gracias a más de veinte mil personas. Ha sido el mayor proyecto de micro mecenazgo en la música hasta la fecha. Y entonces, uno se cuestiona que el negocio musical está en decrecimiento, que ella fomentaba la piratería y cómo fue capaz de que toda esa gente pagara por la música. La respuesta es que no hizo que pagaran, se lo pidió. Por el mismo acto de pedir a la gente,  se había conectado con ellos,  y cuando te conectas con ellos, la gente quiere ayudarte.  Es algo contrario a la intuición para muchos artistas.  No quieren solicitar cosas.  Pero no es fácil. No es sencillo pedir.  Y muchos tienen un problema con esto.  Pedir te hace vulnerable.

Durante la mayor parte de la historia humana,  los músicos, los artistas han sido parte de la comunidad, conectores y abiertos, no estrellas intocables.  Ser una celebridad te acerca a un montón de gente que te ama en la distancia,  pero el contenido y la red  que podemos compartir libremente en él  nos llevan al pasado.  Se trata de unas pocas personas que te aman de cerca  y con esas personas es suficiente. 

La propuesta ‘Libera una Tecla’ del Bar Belmondo (Calle San Lorenzo, 1) logró –en apenas cinco horas- la cantidad que solicitaba a su ‘audiencia’ para arreglar el piano del bar. Este vídeo encargado a la Productora de Cine DeLeón Films cuenta muy bien lo que se pretende: https://vimeo.com/151641672.

Rescatar el sonido de un instrumento que llevaba más de quince años en desuso, tocó el corazón de los fieles del local y el goteo de aportaciones iba minuto a minuto alcanzando el sueño. No me cabe duda que el vuelco hacia este proyecto, es el retorno de la ciudad a este Bar que lleva cuatro años dando mucho a la ciudad: poesía, música en vivo, fiestas del barrio, apoyo a los músicos locales… un sinfín de actividades y eventos que suponen, desde mi punto de vista, un despertar de la cultura de la calle que tenía ansias por gritar y lanzarse.

Ahora, las herramientas en internet para hacer el intercambio  tan fácil y tan instintivo como en la calle,  llegó también a León. Pero no van a servirnos  si no podemos mirarnos unos a otros  y dar y recibir sin miedo,  pero, lo más importante,  pedir sin vergüenza. Creo que cuando realmente nos vemos mutuamente,  queremos ayudarnos unos a otros.

Músicos como Fabián o directores de cine como Isabel Medarde también lograron su propósito sabiendo solicitar, con cariño, ayuda a su público y seguidores.  Sin miedo y con confianza.

Bravo por todos ellos.

FOTO: ROBERT DICKOW

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