Diario de León

Stop bullying

El Inno de León. Mo Limited CEO de Mo Limited [@molimited]

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Devoro toda lectura sobre el tema del acoso escolar. Escucho casos reales por boca de víctimas, algunas de ellas del entorno de mi hija, que me dejan impresionada. Menores que por su condición física, intelectual o su orientación sexual son apaleados o maltratados por redes sociales, mensajería instantánea, verbalmente y físicamente recibiendo golpes e insultos.

Recabo datos y análisis de diversas universidades y científicos que presentan análisis profundos, tras llevar a cabo investigaciones longitudinales. La mayoría de estos informes sugieren que las personas que han sufrido repetidamente de acoso durante su niñez y adolescencia son más propensas a la delincuencia durante su etapa adulta, de maltratar a sus parejas o de pegar a sus hijos. En cuestión de género, las mujeres que padecieron de esta lacra tienen, posteriormente, mayores probabilidades de consumir alcohol y/o drogas.

Todos estos resultados ponen en relieve la importancia de detectar y abordar a tiempo este complejo fenómeno, por lo que puede afectar a largo plazo la vida de las personas que han padecido de esta lacra social.

¿Miramos hacia otro lado o nos confrontamos con el asunto? ¿Cómo influir en los menores sobre la importancia de este grave problema sobre la victimización entre iguales que crece a un ritmo alarmante? ¿Es responsabilidad de los centros educativos o de los hogares?

Hay buenas razones para trabajar conjuntamente en este aspecto. Empoderar a los menores sobre la bondad, ya que tiene enormes beneficios para la salud física y emocional. Los niños necesitan vitalmente una dosis saludable, desde bien pequeños, para prosperar y crecer felices como individuos completos. Los expertos en neurociencia, aprendizaje emocional y psicología educativa tratan el tema de la bondad como aquella virtud o actitud que modifica el cerebro y lo entrena. Los menores no aprenden amabilidad y empatía sólo pensando o hablando sobre ello, la bondad se aprende sintiéndola para que pueda ser reproducida. Las buenas sensaciones que experimentamos son producidas por las endorfinas, las cuales activan áreas del cerebro que están asociadas con el placer, la conexión social y la confianza. Estos sentimientos de alegría son contagiosos y fomentan un comportamiento diferente. La compasión aumenta nuestra capacidad de formar conexiones significativas con los demás. Los niños son felices cuanto más están siendo aceptados por sus iguales, ya que se sienten apreciados e incluidos. Asimismo, experimentan alta autoestima cuando hacen una buena obra hacia los demás, ya que el torrente de endorfinas generado crea una sensación duradera de orgullo, bienestar y un sentido de pertenencia más enriquecido. Pequeños actos de humanidad aumentan su efecto de bienestar, suben la energía corporal y ofrecen un fantástico sentimiento de optimismo y amor por uno mismo.

Ser amable libera la hormona oxitocina, la cual reduce los niveles de estrés y aminora la presión arterial. Cuando los humanos formamos parte de los proyectos que ayudan a otros menos afortunados vemos la realidad desde otras perspectivas. Ayudar a otros hace apreciar lo bueno de nuestras propias vidas.

La intimidación de menores en las aulas puede ser atacada con programas escolares, donde los padres estén involucrados activamente, incorporando la bondad como la antítesis de la victimización. Incorporar prácticas restaurativas, círculos de diálogo donde se trate el comportamiento positivo y sus efectos.

Nuestra misión como adultos responsables, ya seamos padres o profesores, es incluir en la educación de las personas a nuestro cargo sobre valores básicos sobre el respeto a los demás. Sin esto, estamos convirtiendo esta sociedad futura en un lugar incivilizado y triste donde es poco probable el desarrollo como humanidad. Influir en los menores sobre la bondad que está siendo bloqueada debido a los malos tratos, asfixiada bajo el peso del mirar a otro lado y desbaratada porque muchos no entienden la relevancia de este problema.

La educación de este siglo debe abarcar, más que la parte académica, asuntos emocionales que se tomen en serio y nutridos como una cuestión de alta prioridad. Para construir una cultura de paz escolar y trabajar con el acoso para que sea sostenido en el tiempo, es preciso cambiar la visión sobre el matón infantil, el agresor o el acosador. En el acoso hay un comportamiento intimidatorio que es un efecto dominó. No es que los menores acosadores sean así, se hacen así, por tanto ese comportamiento es modificable al ser aprehendido e imitativo. Los años de Secundaria son el momento en que los menores pueden tomar la decisión de no ver la intimidación como una mala conducta por lo que es importante profundizar en ello. Como cultura, nuestra comprensión del maltrato, es un medio para un cambio radical.

No olvidemos que los que tienen conductas de matones en un contexto, pueden llegar a ser víctimas en otro diferente.

La innovación para superar este gravísimo problema puede llegar a las aulas si todos nos implicamos activamente; tanto los padres como la comunidad escolar; así como con ?la redacción de una ley que contemple todos los aspectos para un protocolo rápido de activación cuando se detecte un caso de bullying.

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