Cerebro y amor
El Inno de León. Mo Limited CEO de Mo Limited [@molimited]
¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir seso? Sí, con ese y no con equis. Un grupo de científicos llevó a cabo un experimento metiendo a treinta y siete individuos, locamente enamorados, dentro de una máquina de resonancia magnética funcional para detectar qué zonas de su cerebro estaban activas. Diecisiete de ellas estaban felizmente enamorados, quince habían sido rechazados por sus amados y el resto mantenían viva la llama del amor a pesar de llevar con sus parejas entre diez a veinticinco años de convivencia.
Antes de plasmar las interesantes conclusiones de este estudio, permitidme que continuemos por otro lado.
En la jungla de Guatemala, en Tikal, está erigido un tabernáculo construido por el más grande Rey Sol del estado más grande, de la mayor civilización americana, los Mayas. Su nombre era Hasaw Cha’an Kawiil. Medía casi dos metros de altura, llegó a cumplir 80 años y fue enterrado en un monumento del año 720 a.C. En las inscripciones mayas se puede leer que estaba profundamente enamorado de su esposa, de modo que construyó un templo en su honor, frente al de él. Cada primavera y cada otoño, exactamente en el equinoccio, el sol se levanta tras el templo y baña, de un modo perfecto, el templo de ella con la sombra del suyo. Y cuando el sol se acuesta detrás del santuario de la esposa por la tarde, sucede lo contrario; baña el de él con la sombra del de ella. Tras 1.300 años, estos dos amantes todavía se tocan y se besan desde sus tumbas.
En todo el mundo las personas aman. Cantan por amor, bailan por amor, componen poemas e historias acerca del amor. Cuentan mitos y leyendas sobre el amor. Suspiran y viven por amor. Matan y mueren por amor. Como dijo Walt Whiltman en una ocasión: «Apostaría todo por ti».
Los antropólogos han encontrado evidencia de amor romántico en 170 sociedades. No han hallado jamás una que no lo tenga. Sin embargo, el amor no es siempre una experiencia feliz. En un estudio de estudiantes universitarios, realizaron muchas preguntas acerca del amor. Las dos más interesantes fueron: «¿Has sido alguna vez rechazado por alguien a quien realmente amabas?» y «¿Has rechazado a alguien que realmente te amó?». Casi el 95%, tanto hombres como mujeres, respondieron afirmativamente a ambas. Casi nadie sale vivo del amor.
Emily Dickinson una vez escribió: «La separación es todo lo que se necesita para conocer el infierno». ¿Cuántas personas han sufrido en todos los millones de la evolución humana? ¿Cuántos seres humanos alrededor del mundo saltan de euforia en este preciso instante? El amor romántico es una de las experiencias más poderosas de la tierra.
Hace bastante tiempo que los neurocientíficos buscan en el cerebro la parte que es capaz de amar y estudiar todos los cambios que se producen al enamorarse. Aquel primer estudio que he mencionado al principio, efectuado sobre los felizmente enamorados, parece ser que ha sido ampliamente divulgado entre la comunidad médica. Se encontró cierta actividad en un pequeño elemento cerca de la base del cerebro, llamado área tegmental ventral de Tsai (ATV). Fue localizada actividad en las células que producen dopamina, nuestro estimulante natural, rociándola a muchas regiones cerebrales. De hecho, forma parte del sistema de gratificación del cerebro y está por debajo de su proceso cognitivo del pensamiento. Bajo sus emociones, formando parte del llamado centro reptil del cerebro; asociado al deseo, la motivación, el enfoque y las ansias. En la misma zona donde localizaron actividad, también se dispara la necesidad de cocaína en el caso de drogodependencia de esta sustancia. Pero el amor romántico es mucho más que el clímax alcanzado por la ingestión de una droga, ya que el amor es una obsesión y te posee perdiendo el sentido de tu ser. No dejamos de pensar en el otro, es como si alguien hubiese acampado en nuestra cabeza. Como dijo un poeta japonés del siglo VIII: «Mi nostalgia no tiene tiempo cuando termina».
El amor es salvaje y la obsesión empeora cuando somos rechazados. En la segunda parte del estudio, las personas en situación de desamor tenían actividad en tres zonas del cerebro. Una de las zonas era la misma asociada al amor romántico intenso. Cuando te dejan, lo único que querrías hacer sería olvidarte de esa persona y seguir con tu vida; sin embargo, se les ama con más intensidad. Como el poeta romano Terence dijo una vez, «mientras menor es mi esperanza, más candente mi amor». Ahora podemos explicar el motivo, dos mil años después; el sistema recompensa del cerebro ya sea por deseo, motivación, ansias o enfoque; se hace más activo cuando no podemos obtener lo que deseamos. En este caso, el gran premio de la vida queda claro que es una pareja apropiada. La otra región del cerebro activada fue la asociada con calcular pérdidas y ganancias. Suponte que estás echado, miras una imagen y tratas de pensar qué salió mal. Esa parte del cerebro se activa cuando tomamos grandes riesgos, por ejemplo. La tercera zona del cerebro que comprobaron se activaba, es la asociada con el apego. Con razón sufrimos en el mundo y hay tantos crímenes pasionales. Cuando nos rechazan en el amor, no solo estamos sumergidos en sentimientos románticos, sino que estamos apegados a ese individuo. Más aún, este circuito del cerebro de recompensas está trabajando y sentimos una energía intensa, un enfoque agudo, motivación y voluntad para arriesgarlo todo, para obtener ese preciado tesoro.
Como conclusión, el amor romántico es un impulso básico de apareamiento. No un impulso sexual, el impulso sexual le saca de él buscando por una gran cantidad de compañeros. El amor romántico permite que enfoquemos la energía de apareamiento en solo uno a la vez, conserva la energía de apareamiento e inicia el proceso de cópula con este individuo único.
Una gran cita de Platón lo resumiría todo: «El buen amor vive en estado de necesidad. Es una necesidad, una urgencia, un desequilibrio homeostático. Como el hambre o la sed, es casi imposible salirse de ello». El amor romántico es una adicción: una perfecta y maravillosa adicción cuando marcha bien y horrible cuando todo sale mal.
Sería estupendo que la comunidad médica, legal y la educativa pudieran entender que, de hecho, el amor romántico es una de las sustancias más adictivas de nuestro planeta y que los animales también aman. No hay animal que copule con cualquier cosa que tiene a su lado. Si es muy viejo, muy joven, desaliñado o muy tonto, ellos no lo hacen. Todos los animales tienen a sus favoritos según los etnólogos.
En el tercer grupo de personas, aquellas que seguían sintiendo amor profundo por sus parejas a pesar de los años juntos, el resultado de la resonancia era el mismo que los otros individuos. Sus áreas del cerebro seguían activas tanto tiempo después.
Hay muchas preguntas sin respuesta a día de hoy y nuevas cuestiones que se plantean acerca del cerebro enamorado; como la gran pregunta de cuál es el motivo por el que nos enamoramos de una persona y no de otra. Quizá los psicólogos puedan responder a esto: a uno le atrae un individuo de la misma situación social, cultural, el mismo nivel de aspecto e inteligencia, así como el mismo tipo de ética o moral. Tal vez la biología también pueda tener su papel en la atracción física sobre un individuo y no otro.
Llevamos mucho de nuestro ayer en el cerebro. El simple hecho de hablarnos de frente es atávico o la manera en que cogemos a los bebés en brazos. Por tanto, el amor está entre nosotros profundamente implantado en el cerebro desde tiempos ancestrales.
Ahora bien, el reto es entendernos los unos con los otros.