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ª1. La deportista que cuida de deportistas

MARÍA ANDRÉS DEL HOYO. Premio Extraordinario de la Universidad de León, ha encontrado trabajo en una clínica privada como fisio.

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S.V.P. | LEÓN
León

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Lo tenía decidido hace tiempo. «Siempre he estado muy vinculada al deporte y aunque ha cambiado un poco mi forma de verla mi profesión, quería hacer algo relacionado con el deporte. ¡Pura vocación!», explica con exclamaciones María Andrés del Hoyo. Lo tenía claro y lo hizo: se convirtió en cuidadora de deportistas. Esta Premio Extraordinario fin de carrera de la Universidad de León, que tiene una nota media de 9, es una prometedora fisioterapeuta que trabaja en una clínica privada además de hacer un trabajo de investigación sobre la interacción entre el dolor y el control sensitivo-motor en pacientes que han sufrido un latigazo cervical, una de las lesiones características de los accidentes de tráfico, incluido los pequeños golpes, a veces a poco velocidad, que se producen en las ciudades. María Andrés compagina todo esto con el máster en terapia manual, con enfoque neuro ortopédico, en la Adeit, la Fundación Universidad-Empresa de la Universitat de Valencia.

Las lesiones es un campo que conoce. Y no sólo por su afición — «soy una loca del deporte», asegura—, también porque trabajó durante el año pasado de fisio en un club de fútbol de Burgos y, un par de meses, en un centro de día para personas mayores.

En la Universidad de León ha hecho un trabajo de investigación sobre la eficacia de la terapia manual en el tratamiento de pacientes con cefalea de tensión crónica.

«El objetivo —explica—era presentar la evidencia existente sobre diferentes técnicas o métodos de terapia manual utilizadas para el tratamiento de sujetos con esta patología e identificar aquellas cuyos resultados fuesen más eficaces. Además, en el IV Congreso sobre Fisioterapia y Dolor que se celebró en Valladolid en 2017 presenté un póster sobre este trabajo».

Las conclusiones: «Dentro del tratamiento fisioterapéutico, el modelo integral de terapia manual combinada con la educación terapéutica, es fundamental a la hora de realizar un abordaje psico-bio-conductual de la patología, influyendo de forma directa en la modulación del dolor y mejora de la calidad de vida de estos pacientes».

«Tengo claro que mi campo es la práctica clínica, pero me gustaría compaginarlo con proyectos de investigación y con la docencia», explica.

No le gusta ponerse ningún límite o meta a largo plazo. «Lo único que pienso es en aprender todos los días para poder ofrecer a cada paciente que te confía su salud lo mejor», añade.

Dice que de sus padres ha aprendido «a luchar por lo que quiero y me haga feliz, a ser constante. Después diría que de todos los profesores he aprendido algo, para bien o para mal. A tener mi propio criterio y a no conformarme con lo que te cuentan».

Cree que no hay trabajos buenos o malos, «hay trabajos que se hacen por vocación y luego están el resto de trabajos. En los primeros podrás dar lo mejor de ti, los segundos te quitarán lo mejor de ti», razona.

Lamenta que «la situación actual del país hace que no estemos demasiado valorados y tengamos que buscarnos la vida fuera.

Su gran dificultad, apunta, es su juventud.

«La realidad es que en ocasiones algunas personas entran por la puerta con prejuicios porque ven a una persona joven y piensan que no tienen experiencia. Esa es la única dificultad que me he encontrado y que puede influenciar un poco la actitud del paciente respecto al tratamiento», dice. Y añade: «El poder debería ser una herramienta para liderar a favor del bien común no para masacrar a favor del bien propio».

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