Diario de León

CAMBIO CLIMÁTICO

Viñedos inteligentes y producción de precisión

Es el sector más amenazado por la variabilidad ambiental, pero también el más sensibilizado con el uso de las tic. El sector de la vitivinicultura lleva años en un proceso de transformación que se agudizará en las próximas décadas. El mapa del vino gira hacia el norte en busca de frescor y agua, lo que es una oportunidad para zonas como León, que sin embargo ha perdido cultivo en los últimos 30 años la elevada sensibilidad de la viticultura al clima y la complejidad del vino hacen que el sector sea pionero en hacer frente a los desafíos

León

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«No queda alternativa a asumir lo obvio. Nuestro pasado tuvo lugar en un clima diferente; nuestro futuro tendrá que desarrollarse sobre la base de lo que tenemos, no de lo que tuvimos. El peso de la tradición será probablemente mucho menos importante que hasta ahora, mientras que todos los esfuerzos en investigación y desarrollo se multiplicarán.

La I+D cubrirá todos los aspectos de la producción vitivinícola, desde el desarrollo de nuevas variedades y clones a sistemas de cultivo y defensa de la viña, parámetros de vendimia, mecanización inteligente de la viña, técnicas de vinificación y crianza adaptadas,...». La mejor recomendación a los productores de vino es «un cambio en la actitud mental hacia la apertura, destinando medios, voluntades y esfuerzos a investigar». De hecho, «el abandono de la investigación que ha ocurrido en España es fuente segura de miserias en el futuro. Tenemos el mayor viñedo del mundo y probablemente el más amenazado por el cambio climático. Tenemos una responsabilidad histórica para afrontar nuestro destino como país de vino, y dicha responsabilidad pasa por la curiosidad y el amor, las motivaciones más importantes para la ciencia y la innovación».

Es una de las reflexiones que una treintena de expertos de todo el mundo en vitivinicultura han recogido en la publicación «El sector vitivinícola frente al desafío del cambio climático», editado por el Área de Innovación Alimentaria de Cajamar y coordinado por Raúl Compés, de la Universitat Politécnica de Valencia, y Vicente Sotés, de la Universidad Politécnica de Madrid.

El Área de Innovación Alimentaria lleva a cabo acciones y proyectos en sus centros experimentales, dentro de la preocupación de los efectos del cambio climático sobre las producciones agrarias. Y el sector vitivinícola no es una excepción. Más bien todo lo contrario: «Es el más sensibilizado, al que más está afectando y que más acciones está emprendiendo para adaptarse y frenar el calentamiento. Soluciones que en su mayor parte van a venir de la tecnología, aunque previamente es necesario avanzar en la sensibilización».

«Se hace menos de lo que se debería frente a la amenaza del cambio climático». Pero, según explican los coordinadores, «la uva y el vino sobrevivirán a este cambio, como siempre lo ha hecho el cultivo de la vid a los retos a los que se ha enfrentado en sus aproximadamente 8.000 años de historia». Sin embargo, el destino de las viñas y la calidad de los vinos, «el futuro de la producción que ha conformado nuestros paisajes y culturas», está directamente amenazado. «La elevada sensibilidad de la viticultura al clima y la extraordinaria complejidad del vino hacen que el sector esté siendo pionero en hacer frente a los desafíos del calentamiento global».

Los primeros síntomas del cambio climático están materializándose en giros bruscos y amplitud de oscilaciones térmicas y de temperaturas y precipitaciones, que a corto plazo se afrontan con técnicas de manejo en las viñas y con «el poder de la enología» en las bodegas, para corregir los mostos. Sin embargo, el sector se mueve entre «la indiferencia, el temor y la esperanza», aunque cada vez más bodegas están tomando medidas como la diversificación varietal y territorial para reducir los riesgos que comporta este cambio.

«Existe consenso a la hora de señalar que la geografía mundial del vino va a verse sustancialmente modificada en las próximas décadas; las características organolépticas y varietales de cada territorio van a verse alteradas y el equilibrio de la madurez alcohólica y fenólica va a ser un factor crítico de la vitivinicultura de calidad».

Unas decisiones que no pueden caminar ajenas a exigencias como una mejor gestión del agua de riego, mientras que la obtención del la uva y el vino «va a requerir cada vez más conocimiento y capital científico y tecnológico en todo el proceso productivo, porque la vitivinicultura tradicional no tiene capacidad para hacer frente a las múltiples alteraciones ambientales que están ocurriendo».

Las perspectivas de cambio climático hacen que, según los expertos, la situación de los viñedos españoles de todas las zonas sea «cada vez más compleja». Y la prueba es que ya en las últimas décadas se han producido variaciones sustanciales, de hecho los científicos señalan que «se vienen comprobando modificaciones inequívocas en los estados fenológicos de la vid, y en las propiedades de los vinos, porque aumenta el contenido el alcohol».

El informe de Cajamar evidencia que en España en las últimas tres décadas se ha producido ya una profunda reestructuración del sector, en perjuicio de las zonas mediterráneas y en favor de otras más altas, con mayores contrastes de temperaturas. Un cambio que «se va a acentuar en los próximos años».

Eso para los productores «significa mayores riesgos, y les obliga a pensar cómo y dónde se va a cultivar». Por lo que los expertos instan a Gobierno y Unión Europea a financiar con ayudas sectoriales estas decisiones, «priorizando proyectos para reducir la emisión de gases de efecto invernadero; e introduciendo innovaciones para mantener la viabilidad de los cultivos. Y, por otro lado, estableciendo los requisitos que obliguen a las bodegas a ser más sostenibles».

El cambio no sólo afecta a los productores, también los consumidores deben entender que el cambio climático supone un desafío, intensificado además por un mercado que cada vez separa más los vinos de calidad y más caros de la creciente producción low cost. «Un cambio cultural que exige a los productores mayor conocimiento, capacidad tecnológica y respeto medioambiental».

En todo caso la cuestión fundamental es que en el viñedo el clima es el factor más determinante en la producción vitivinícola, porque las características de la vid y la uva se definen a través de la temperatura, la lluvia, la transpiración y evaporación, las horas de sol y viento,... Y, más allá de lo que ya ha ocurrido, las proyecciones climáticas indican un aumento importante de la temperatura en el horizonte ya de 2050, junto con una gran variabilidad de las precipitaciones, y un aumento de las olas de calor y sequía en la mayor parte de España, así como una mayor frencuencia de episodios extremos, heladas y pedriscos, con grandes diferencias regionales. Lo que incide cada vez más en el rendimiento de la explotación y la capacidad del sector vitivinícola español para competir en el mercado internacional.

El calentamiento afecta ya a todo el país, en mayor medida en las zonas de la mitad sur, pero también con cambios en las zonas del norte, entre las que se encuentran los viñedos leoneses. Donde, sin embargo, el índice de frescor nocturno que proporcionan las áreas montañosas garantiza el mantenimiento de parte de las condiciones necesarias para la correcta evolución de los frutos. Aunque los cambios de temperatura y lluvias afectarán también de manera sensible a las zonas vinícolas de la provincia. En todo caso, se hará posible el cultivo de la vid en zonas más frías donde hasta ahora era difícil; y también en aquellas donde hasta ahora el exceso de precipitación era un problema.

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