Diario de León

Reconquistar la herida de la mina

Nodrizas para el cielo abierto

Recuperar la vegetación. La rehabilitación de las minas no abarca la recuperación de los espacios boscosos originales. Un equipo de investigadoras busca «copiar a la naturaleza» para que los árboles vuelvan a ganar terreno en los espacios ecológicos dañados

La diferencia entre el bosque original y el pasto recuperado es clara. DL

La diferencia entre el bosque original y el pasto recuperado es clara. DL

León

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Suelos que son ‘no suelos’ y reforestación como pastos de lo que fueron enclaves boscosos de alto valor ecológico. Es, hasta el momento, el mejor ejemplo de la recuperación de las explotaciones a cielo abierto de carbón. Sin embargo, otra forma de rehabilitar los espacios perdidos (para la naturaleza y para la actividad minera) es posible. Una forma que aprende de la naturaleza, y que no sólo es más barata sino que tiene mucho más sentido ecológico. Lo investiga desde hace años un equipo del Área de Ecología y el Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible del Campus de Palencia, y ahonda en ello la tesis doctoral que desarrolla Elena Muñoz Cerro, dirigida por Carolina Martínez Ruiz y Daphne López-Marcos.

Un equipo científico que ya intentó formar parte del equipo de técnicos que diseñó la recuperación de espacios tan polémicos en la provincia de León como Nueva Julia o el Feixolín. Contaban con el apoyo de la autoridad autonómica minera, pero al fin no fue posible. «No ha sido posible llevar a cabo la transferencia de conocimiento de la Universidad a la práctica empresarial», lamentan las investigadoras. Que confían en que los fondos europeos supongan ahora una inyección y un impulso a sus trabajos, que se enmarcan de lleno en la economía verde, las inversiones en las cuencas mineras y la búsqueda de alternativas a estas comarcas y economías.

Regeneración forestal

Las investigaciones del grupo se desarrollan en el terreno de la regeneración forestal, donde reconocen que pocos estudios han evaluado el potencial de reintroducción de especies de interés y autóctonas. Avanzan en la utilización de matorrales nodrizas para recuperar los cielos abiertos más allá de los pastos. «Aprendemos de la naturaleza para utilizar sus técnicas. Utilizarlas no sólo optimizaría y abarataría la restauración de ambientes degradados, sino que retomaría el propio funcionamiento de los ecosistemas», señalan.

«En los últimos años hemos trabajado para contribuir a mejorar las propuestas de restauración forestal en ambientes con altas perturbaciones, como son los espacios mineros del carbón, a través de la potenciación de procesos naturales como las interacciones positivas entre las plantas». En concreto, explica Carolina Martínez, «utilizando una técnica en la que los arbutos de leguminosas actúan como especies ingenieras, y ayudas al establecimiento de los árboles». Robles en el caso de la montaña palentina.

La investigadora explica que los suelos de la zona no retienen la humedad, «menos los ‘no suelos’ con los que se restauran los cielos abiertos, incapaces de retener el agua». La mayoría de las restauraciones tiene como objetivo crear una zona de pasto, pero pierden la estructura de bosque que tenían originalmente. «Lo que pretendemos con estas investigaciones es aprender de la naturaleza, y copiar lo que hace. Para conseguir que vuelvan a crecer árboles autóctonos».

La investigación busca utilizar los matorrales como especies ‘ingenieras’ para recuperar los ecosistemas de las minas

Y la naturaleza refugia las semillas de los futuros árboles bajo los matorrales, a donde las llevan ratones y pájaros, y donde pueden abrigarse de los rumiantes mientras comienzan a crecer. La convivencia con la ganadería en esos nuevos pastos es otro de los retos a los que se enfrenta la ‘recolonización’ de las especies originales.

Martínez destaca que «de forma natural, los robles que se establecen en las minas de carbón no lo hacen en los espacios abiertos, sino bajo la cubierta de arbustos protectores». A los que denominan nodrizas. «Parece así existir un papel facilitador de los matorrales en el establecimiento de árboles, que abre grandes expectativas para la regeneración forestal en estos ambientes».

Las minas a cielo abierto suelen rellenarse en la rehabilitación con los estériles de la propia explotacion, y eso hace que «el suelo no tenga estructura, y la sequía estival se intensifique, porque la capacidad de retener agua es muy poca. Eso, unido a la alta presión de los herbívoros, tanto silvestres como ganado doméstico, limita el establecimiento de las especies arbóreas».

Hueco minero en ladera en fase de relleno con estériles. DL

Un mundo por explorar

El equipo reconoce que son pocos los trabajos que se han dedicado a evaluar en condiciones reales el potencial para reintroducir especies de interés en las antiguas minas, y «restaurar así también la biodiversidad y las funciones ecosistémicas».

Los trabajados desarrollados durante los últimos años por este grupo «indican que es posible potenciar la regeneración natural, y reintroducir especies de Quercus en área degradadas». Es posible «mediante el efecto facilitador de los arbutos, en este caso de leguminosas arbustivas que han colonizado las minas de forma espontánea».

De hecho, la plantación y siembra de bellotas para generar nuevos árboles obtiene también mejores resultados si se siembran bajo matorrales. «Estos resultados son alentadores, y sugieren técnicas que pueden acelerar el proceso de restauración o rehabilitación del bosque autóctono, a la vez que nos permiten identificar limitaciones importantes».

El sistema permitiría realizar restauraciones paisajísticas de bajo coste y mantenimiento mínimo

Con el trabajo realizado hasta ahora, y las nuevas tesis que están en marcha, Martínez indica que «este campo de investigación puede ofrecer grandes posibilidades para la conservación del territorio, de manera que mediante el uso de matorrales facilitadores se establezcan otras especies, tanto herbáceas como leñosas. Así, es un excelente método para realizar restauraciones paisajísticas de bajo coste y mantenimiento mínimo, entre cuyos objetivos no sólo se incluiría la sujeción del suelo y reducción de la erosión, sino también la conservación de la biodiversidad».

Utilizar estas técnicas permitiría que la restauración de ambientes degradados fuera no sólo óptima, sino más barata, ya que utilizaría «técnicas basadas en el propio funcionamiento de los ecosistemas». y eso «permitiría acelerar el proceso natural de sucesión ecológica, y reducir algunos impactos ambientales y visuales asociadas a técnicas tradicionales empleadas en estos lugares. En definitiva, garantizar una gestión forestal con éxito para el establecimiento de ciertas especies».

Carolina Martínez destaca que la tesis de Muñoz Cerro se enmarca en este desarrollo. «El hecho de que los matorrales tengan un efecto positivo en la incorporación de leñosas arbóreas en estos ambientes tan degradados abre grandes expectativas de cara a la regeneración forestal de áreas con limitaciones similares, en las que la recuperación de la cubierta arbórea es el objetivo».

Y apunta que «entre los mecanismos por los que los matorrales nodriza ejercen su efecto positivo sobre el establecimiento de otras especies de plantas se encuentra la mejora edáfica (la facilitación directa) y la defensa mecánica frente a herbívoros (facilitación indirecta). Por eso nos planteamos evaluar el efecto coombinado del matrorral y el pastoreo sobre distintas propiedades del suelo, para poder identificar los mecanismos de facilitación arbusto-árbol».

Los primeros resultados apuntan que hay un efecto positivo combinado de los matorrales autóctonos y el pastoreo sobre la fertilidad del suelo, y que el pastoreo modifica algunas propiedades físicas importantes, como la textura y la compactación que puden limitar el establecimiento de los árboles. «La mejora edáfica asociada a los matorrales podría ser clave para garantizar el éxito del a reforestación de espacios tan estresados y degradados como las minas de carbón».

En el espacio recuperado el avance de los árboles tiene dificultades. DL

Importantes impactos

El trabajo desarrollado por el grupo de investigación parte de la explotación de carbón a cielo abierto en las provincias de Palencia y León, «mediante minería de contorno, que consiste en la excavación en sentido transversal hasta alcanzar el límite económico». Un sistema de explotación que genera un gran volumen de estériles, «debido a la escasapotencia de las vetas en general»; unos estériles que en general se han utilizado para rellenar los huecos generados y cumplir así con la recuperación de los terrenos.

Los desmontes se han llevado a cabo sobre todo en zonas boscosas, fragmentando las masas de árboles. «El objetivo de los proyectos técnicos de restauración que se han llevado a cabo se ha centrado en revegetar cuanto antes, para disminuir el riesgo de erosión pero sobre todo para cumplir con un objetivo estético. De forma que la mayoría de los palnes de rehabilitación ejecutados han consistido en rellenar los huecos con estériles de las propias minas, añadir suelo, luego abono orgánico y mineral y sembrar con una mezcla comercial de especies herbáceas de leguminosas y gramíneas».

Las investigadoras señalan que «no se han hecho más intervenciones posteriores, y los espacios así rehabilitados a pastizales han quedado sujetos a procesos naturales de sucesión secundaria, siendo colonizados por especies leñosas desde el bosque circundante».

Un cielo abierto en León. JESÚS F. SALVADORES

Colonizadores

La experiencia muestra que los arbustos que colonizan el terreno antes escarbado por las minas son principalmente las escobas y piornos (Cytisus scoparius y Genista florida), aunque se aprecia también presencia esporádica de ejemplares de Rosa canina, Crataegus monogyna y Rubus ulmifolius, «especies todas ellas presentes en el cortejo florístico de los robledales que rodean los huecos mineros», señalan las investigadoras.

Que inciden en que «las manchas de arbustos no forman un tapiz uniforme y continuo en las minas, sino que colonizan el terreno de forma dispersa, avanzando desde el borde del bosque circundante como un frente de colonización irregular, condicionado en parte por la forma del borde bosque-mina».

Lo que sí han observado en sus investigaciones es que los matorrales que van colonizando la zona que se ha restaurado inicialmente como pasto en las antiguas minas nace de forma natural plántulas de roble, a través de las bellotas que se han dispersado desde el bosque cercano. De hecho en la zona minera más próxima al bosque original, en una zona de unos cinco metros y cubierta al menos en un 75% por matorral, se reproducen bellotas que han caído directamente de los árboles de ese bosque cercano.

Un crecimiento que se ve favorecido por la influencia de la sombra y la hojarasca para ocultar los frutos, que en esas zonas se presentan además en abundancia.

Planta de roble albar bajo un matorral. DL

En el área minera más alejada del bosque (una banda de unos 8 metros de anchura, con cobertura de matorral del 65%), la cantidad de robles encontrados es menor porque llegan menos bellotas, bien por barocoria (rodando por la pendiente, rebotando en la caída o empujadas por golpes de viento) o dispersadas por animales.

En principio, explican las investigadoras, «los ratones de campo dispersarían las bellotas hasta micrositios más favorables para la germinación y establecimiento de plántulas de roble, puesto que los arbustos proporcionan sombra aliviando el estrés hídrico, mejores condiciones edáficas y protección frente al pisoteo y ramoneo de herbívoros domésticos y salvajes». Por su parte, «las bellotas enterradas y olvidadas por los arrendajos, preferentemente en los claros, han de germinar en un micrositio más desfavorable, con mayor estrés hídrico, peores condiciones edáficas, mayor intensidad de radiación solar y nula protección frente a herbívoros».

El resultado de esta dinámica de colonización natural es que la mayoría de los robles (94%) se establecen en los primeros cinco metros de la mina y casi siempre bajo arbustos con volúmenes de cobertura superiores a 0,65 metros cúbicos. «Esto indica que, si las bellotas superan la barrera de la dispersión, tienen que alcanzar micrositios favorables bajo arbustos para una efectiva germinación y crecimiento. En contrapartida las distancias de dispersión son muy cortas, permitiendo únicamente la colonización de unos pocos metros del borde de la mina en contacto con el bosque».

Los matorrales colonizan parte del terreno. DL

Siembra

El equipo ha investigado también la posibilidad de sembrar y plantar en las zonas recuperadas de las minas, para «valorar el papel facilitador de los matorrales nativos sobre la supervivencia y crecimiento de las plántulas de roble». Y se ha demostrado también «su efecto positivo tanto por actuar como nodriza (micrositios favorables) como por prevenir la depredación de grandes herbívoros. Por lo que, podemos introducir bellotas y/o plántulas de robles en otras zonas de las minas más alejadas del borde bosque, donde los matorrales hayan llegado y proporcionen micrositios favorables para garantizar el éxito de su establecimiento más allá de los 13 metros de distancia del bosque adyacente».

En definitiva, señala Carolina Martínez, «los resultados obtenidos de los estudios llevados a cabo en las minas de carbón desde el año 2000 destacan que los procesos de facilitación planta-planta son clave para explicar la dinámica de la colonización natural de leñosas en las minas de carbón rehabilitadas y, en particular, la expansión de los robles desde el bosque adyacente. Además, apoyan la idea de utilizar los matorrales como especies ‘ingenieras’ de los ecosistemas, con el objetivo de crear una rápida y no tan dispersa cobertura arbustiva que proporcione micrositios favorables para el establecimiento de otras especies».

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