Carmen Mormeneo
«No tengo ninguna capacidad especial que presentar. ¡Claro que eso me hace especial en este contexto!», explica. «Supongo que mi mérito para estar aquí es no haber mirado para otro lado y haber estado dispuesta a complicarme la vida. Dicen que entre la emoción y la acción: ¡pausa! No fue así cuando conocí a Cristina, una niña de 15 años y más tarde a Sergio, ambos de Mozambique y ambos con albinismo y cáncer de piel en estado muy avanzado. Cristina se salvó, pero Sergio murió. Cuidar de ellos (no estuve sola) me hizo crecer y sentirme muy viva. Además, me introdujo en la realidad de las personas con albinismo de Africa Subsahariana». En 2017 abrió un centro en Maputo que atiende a unas 1200 personas con albinismo. «Mi vida y la de mi familia ha cambiado desde entonces pero también la de muchas de las personas que acuden al centro. Cristina, que quedó incorporada a nuestra familia para siembre, vive en Mozambique y tiene un hijo de cinco años. En la actualidad tiene 29 años y estoy iniciando su proceso de adopción».