ENTREVISTA
Antonio Turiel: «El escenario es de guerra, exige medidas para garantizar la supervivencia»
‘Sin energía’ es el nuevo libro del científico leonés, que lo presenta como una «pequeña guía para el Gran Descenso». Aborda la crisis energética, la escasez alimentaria y la amenaza cada vez más cercana del colapso del sistema actual. «Hay alternativas. Siempre estamos a tiempo de mejorar»
«No vamos a volver a lo que había antes» Y con «medidas miopes» como las que están tomando los gobiernos la dinámica «es tonta, sólo va a peor». A pesar de la creciente escasez del diésel o los alimentos, por poner sólo dos ejemplos, «aún no estamos hablando de racionamiento». Aunque llegará. En un tiempo muy próximo en el que muchos negocios (desde pequeños a multinacionales) ya no serán rentables, y eso provocará, frente a la escalada de la inflación, devaluaciones de precios que son «como pequeños infartos en la economía». Una volatilidad que ahuyentará a los inversores. La única solución es un cambio de modelo de producción y de vida: el Gran Descenso.
Son algunas de las reflexiones de Antonio Turiel (León, 1970) en el nuevo libro que acaba de publicar, Sin energía. Pequeña guía para el Gran Descenso. Un libro sin medias tintas y para abrir los ojos, como fue antes Petrocalipsis. Licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica, es investigador científico del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Frente a quienes le consideran el máximo representante del colapsismo en España («lo hacen para desvirtuar lo que realmente propongo») propone el decrecimiento económico, y defiende que puede hacerse sin perder calidad de vida. «Dejar actuar a las fuerzas del mercado, como está ocurriendo ahora, sólo nos lleva al desastre».
No oculta su sorpresa por «la poca visión con la que está gestionándose desde el punto de vista político la situación actual, «que por otra parte era previsible», y asegura que su visión en realidad es optimista, porque «siempre estamos a tiempo de mejorar». Aboga por medidas mucho más proteccionistas y más intervencionistas de la economía, «para garantizar un bien superior, que es la supervivencia».
Frente a eso, «estamos haciendo un montón de aeropuertos de Castellón, absolutamente inútiles. Las empresas son conscientes de que todo lo que se propone (los coches eléctricos, el hidrógeno verde) no funcionan, pero siguen para embolsarse las subvenciones». El mediático científico leonés advierte también sobre los peligros de los apagones programados y la amenaza real de un Gran Apagón, Y de que la crisis de las materias primas no se manifiesta en la falta de chips: «Pronto no habrá material para extender los trenes, o para construir más aerogeneradores, que por otra parte no podemos gestionar».
—En ‘Sin energía’ explica que lo que ya anticipaba en ‘Petrocalipsis’ ha arrancado más pronto de lo esperado y con una fuerza inusitada.
—Sí. Ha sido decisiva la guerra de Ucrania, que ha acelerado el proceso. A finales de 2021 ya había impulso en marcha que no era positivo, con combustibles caros; pero obviamente ahora la tendencia se ha acelerado. Es más, a partir de este momento va a ser muy difícil revertir los procesos, cuando se acabe la guerra no vamos a volver a lo que había antes. La curva de descenso de recursos se está agudizando, otro de los problemas que se plantea es que lo que está ocurriendo ahora se lleva muchas fortalezas y capacidades económicas. Me deja bastante sorprendido la poca visión con la que se está gestionando una situación que, por otra parte, era previsible. Tenemos varios grandes desafíos por delante, me preocupa en particular la desindustrialización de Europa, está destruyéndose mucha industria. Y también la crisis inminente con el diésel y los alimentos. Me preocupa porque son previsibles y no se está haciendo nada. Vamos a ver qué pasará, pero no pinta muy bien.
—De hecho apunta en su libro que las decisiones que están tomando los países están agravando la situación.
—Creo que sí, en los últimos meses, a la vista de la situación tan complicada con la energía por ejemplo, los países de la UE han iniciado una especie de guerra o competición entre ellos a ver quién da mayores ayudas y subvenciones a su sector industrial y a los ciudadanos para hacer frente a los altos precios de la energía. Primero empezó Alemania, luego Francia, Italia,... Se destinan miles de millones de euros y estamos entrando en una dinámica muy tonta, porque todo lo que son ayudas directas solamente tienen sentido si piensas que lo que estás intentando compensar va a durar un tiempo corto. Estas subvenciones permiten salir del bache. Pero si esto es permanente, la gente sigue consumiendo igual que antes hasta que llega un día en el que la ayuda ya no puede seguir, y te encuentras de repente con el precio real de las cosas, y además las arcas del estado vacías. Es una estrategia completamente equivocada. Cuando no hay una señal de precios clara la gente no tiene conciencia de lo que valen las cosas, y además es una medida miope, de corto recorrido. Está pasando por ejemplo al acudir a las reservas de diésel para compensar que no hay suficiente combustible de este tipo en el mercado, y eso lo que hace es reducir las reservas estratégicas. Lo que provoca es que nadie se adapte a la nueva situación, y un día esas reservas también se acaban. Hay muchos factores en juego. Les podría salir bien si la recesión económica que está empezando hace que baje el consumo del sector industrial y al final no sea necesario hacer un racionamiento o restricción. Pero como estrategia es peligrosa, y desde luego no resuelve el problema de fondo.
—Aborda el problema del Gran Descenso y señala que no se producirá un colapso tipo Mad Max, pero que en su lentitud será muy perceptible para los ciudadanos.
—El proceso de decadencia se parecería más a la caída del imperio romano, que no se produjo en el año 400, cuando fueron conscientes de su propia debilidad, sino que en realidad es un proceso que se extiende durante siglos. Además los colapsos no tienen por qué ser completos, pueden llegar a un punto y estabilizarse para mejorar; y son reversibles. Si las sociedades se dan cuenta de que están haciendo las cosas mal, pueden mejorar. La visión de Mad Max es un poco pornográfica de lo que es un colapso, no tiene nada que ver con cómo son estos procesos en la realidad. En todo caso, siempre estamos a tiempo de mejorar. Lo que está claro es que nosotros ahora mismo estamos atravesando un proceso de degradación, yo no lo calificaría aún de colapso, y si somos capaces de entenderlo y actuar adecuadamente podremos mejorar. La posibilidad de entenderlo y evitar que vaya a más está ahí. Pero ahora mismo nuestra situación es casi de guerra, y nuestros líderes no están preparados para hacerla frente. Necesitamos medidas mucho más proteccionistas y mucho más intervencionistas de la economía para garantizar un bien superior, que es la supervivencia. Ahora la realidad es que la economía europea se puede ir a la mierda, y nuestro nivel de vida se deteriorará mucho. Eso es lo que hay que evitar. Pero nuestros líderes no están preparados para eso, así que están dejando que las fuerzas del mercado actúen libremente y se lo vayan cargando todo. En Europa están cerrando un montón de industrias y eso no es bueno, porque lo vamos a necesitar después.
—Dentro de la espiral inflacionista que vivimos se producen bajadas de precios que se deben a un descenso en la demanda, porque cierran muchas empresas. Dice usted que cada bajada de precios es un infarto en el corazón de la economía.
—Claro, Un ejemplo es el petróleo, se está recortando la oferta y sin embargo el precio ha bajado un poquito. Y eso se debe a una destrucción de la demanda. Si dejan de funcionar las empresas porque las materias están caras, el precio baja. Este proceso se conoce hace muchos años, pero lo llevo advirtiendo desde 2014, es el proceso de la destrucción de la oferta y la destrucción de la demanda, que generan estos ciclos de mucha volatilidad. Eso es peor para la inversión que si los precios se mantienen siempre altos, porque hace que los inversores no se fían de si va a ser rentable.
—En la cuestión energética explica que en realidad no hay cuellos de botella, sino un problema estructural; y que buena parte de las reservas no son económicamente viables para explotarlas. Además las empresas petroleras han bajado la producción porque pierden dinero. Son factores que plantean un panorama complejo.
—Sí, es curioso porque hay una parte retórica que se repite en el análisis energético, pero luego están los hechos. Es interesante ver la evolución de las empresas petroleras, que entre 2000 y 2014 multiplicaron por tres la inversión en la búsqueda y explotación de los yacimientos, porque hay que invertir mucho más para producir lo mismo que antes; pero luego han reducido más de un 55% la inversión, porque han visto que no ganan dinero. El precio más caro se alcanzó en el periodo hasta 2014, y se llegó al nivel más alto que puede pagar una economía sin fallar. Eso ha provocado una desinversión muy fuerte, cuando lo que queda cuesta más extraerlo. Y esta situación aboca a un rápido descenso de la producción de petróleo en los próximos años, lo que sin duda causará muchos problemas. Eso es lo que están haciendo las petroleras. Sin embargo achacan esta situación a toda la regulación ambiental y verde que se les impone en las explotaciones. Eso no es más que una manera de eludir la responsabilidad. Y además si lo aceptaran reconocerían que no pueden acceder a las reservas que tienen declaradas en sus cuentas empresariales, y eso devaluaría claramente sus activos y perderían mucho valor.
—Otro de los debates gira en torno al diésel, y la sustituibilidad. Advierte de que provocará un aumento de la pobreza energética y un claro incremento del malestar social.
—El problema del diésel es que buena parte del sistema funciona con él. Las furgonetas, excavadoras, tractores,... toda la maquinaria pesada. Y también los barcos. Al final si hay problemas de acceso, lo que ya está pasando, es porque la producción ha caído fuertemente en los últimos años, y eso genera graves problemas. En la producción de minerales, transporte de materias primas, en los alimentos porque cierran las granjas,... Las implicaciones que tiene esto son tremendas, acaban permeando en todo y escasean cosas. Y aún no estamos hablando del racionamiento del diésel, sólo de su carestía y escasez. Limitar su consumo provocará muchos problemas, para empezar muchos negocios ya no van a ser rentables. Estamos a semanas vista de esto, puede pasar en cualquier momento. Va a ser tremendo. Todo los planteamientos que se están haciendo son absurdos, me preocupa mucho el curso actual de los acontecimientos, porque no hay plan de futuro, no se sabe qué se va a hacer después.
—Especialmente preocupante en el problema de la crisis alimentaria, que tiene causas estructurales que no son fáciles de revertir.
—O aceptas que este es un prolbema estructural que no se va a solucionar sólo, y empiezan a adoptarse medidas, o va a ir a peor. España es capaz de generar alimentos para abastecer a su población. Pero hay que tomar medidas que cambien todo el modelo. Si están cerrando las granjas ¿de dónde van a salir los alimentos? Hay que protegerlas y aceptar el encarecimiento de los alimentos. Para ir a caídas en la producción de petróleo como las que se anuncian hay que retrotraerse a la Segunda Guerra Mundial. Nuestro escenario actual es el de una guerra mundial, y exige medidas con la intención de garantizar la supervivencia. Y no estamos en eso, sino pidiendo que se regule solo. Pero si se autorregula se autodestruye, así que hay que intervenir. Ayudar a quienes tienen explotaciones, pero eso no es gratis, es a cambio de venderlo en el mercado nacional a un determinado precio. Eso implica que tampoco va a haber enriquecimiento, porque el objetivo como sociedad es sobrevivir. Pero nadie está pensando en eso, es muy grave.
—Sin embargo, hablar de intervención provoca un gran rechazo.
—¿Entonces qué tenemos que hacer, sucumbir? Hay que buscar alternativas, algo hay que hacer. Cuando hablo de intervención hay quien piensa en nacionalizar. No. Intervenir, que es muy diferente. Es dar garantías al productor pero el producto se pone al servicio de la sociedad.
—En el caso de las materias primas apunta que, más allá de la preocupación por los chips, pronto no habrá materiales para hacer trenes o implantar las renovables.
—El problema es tan grave que por ejemplo Vestas, el gran fabricante de aerogeneradores, en los nueve primeros meses de este año ha tenido unas pérdidas de 1.030 millones de dólares, frente al año pasado que ganó 130. Es decir, en menos de un año ha perdido el equivalente a ocho ejercicios. ¿Va a seguir abierta o va a quebrar? Pero es que las otras principales compañías del sector han tenido también grandes pérdidas o están en concurso. Entonces ¿quién va a construir todas esas instalaciones renovables? Estamos en un proceso de destrucción industrial que está cercando todo y que impide que realmente se puedan tomar medidas efectivas. Tampoco tiene sentido hacer más aerogeneradores cuando no somos capaces de utilizar esa energía, eso no se entiende, con un consumo eléctrico a la baja y cada vez más dificultades para financiar estos proyectos.
—Explica de nuevo que tampoco tiene sentido confiar en el coche eléctrico o el hidrógeno verde.
—Ya se sabe que no funcionan. Muchas empresas que están detrás de proyectos renovables o de este tipo saben perfectamente conscientes de que todo eso no funciona, y están ahí únicamente para embolsarse el dinero de la subvención. Estamos haciendo un montón de aeropuertos de Castellón, que son absolutamente inútiles, y se sabe perfectamente que no sirven para lo que dicen que tiene que servir pero que se realizan para que esas empresas tengan actividad.
—Los fondos europeos de recuperación, los Next Generation, ¿son la herramienta que engrasa esa maquinaria?
—Exactamente.
— Otra de las amenazas recurrentes en los últimos meses es el Gran Apagón. ¿Es algo que va a pasar, y a provocar conflictividad social?
—Ya está pasando. Se están preparando apagones rotatorios, programados, y en el fondo son medidas de racionamiento. No tengo capacidad de garantizar la generación eléctrica continua, y lo que hago es racionarla de forma controlada. Porque si se descontrola los efectos del apagón pueden ser muy importantes y dañinos. En el caso de Francia se plantea ahora que cuando haya apagón no habrá colegios, y surge el problema de trasladar a los niños cuando no hay transporte público. Y tampoco es tan sencillo porque las farmacias sin luz perderán medicamentos de las neveras, o las grandes superficies perderán la cadena del frío. En un banco las alarmas no funcionarán durante las dos horas de corte, y negocios como una joyería ¿qué van a hacer? Y hay más problemas: hay personas que tienen en casa equipos que funcionan con la electricidad y que son fundamentales por ejemplo para que puedan respirar. Se plantea hacer una lista de las personas afectadas, pero no pueden garantizar que tengan luz, así que tendrían que trasladarlas a centros sanitarios durante el corte. ¿Todo esto es posible hacerlo todos los días durante dos horas? Es demencial. Estonia, Finlandia, Austria, el Reino Unido ya están tomando medidas para hacer estos cortes programados. La amenaza del Gran Apagón tuvo ya un incidente muy serio en enero del año pasado, y la red europea estuvo a punto de colapsar. Este problema ha ido a peor. Los apagones serán necesarios, pero pueden producirse algunos incontrolados. Esto ya no es probable, es seguro que se va a producir.
—¿Qué les dice a quienes consideran que es el máximo exponente del ‘colapsismo’ en España?
—Hay una intención muy fea. De lo que yo hablo siempre es de decrecimiento, no de colapsismo. El colapso es un daño autoinfligido, las sociedades que colapsan lo hacen porque de una manera consciente eligen hacerlo. Yo pongo el ejemplo de una persona que salta de un barco al medio de un lago agarrando una piedra muy pesada, que le lleva al fondo del agua. Pero no está atado a ella, la coge con sus manos, puede soltarla en cualquier momento. El colapso sería una persona que se obstina en agarrar la piedra aunque le está ahogando. El colapso nunca es algo inevitable, es algo que le ocurre a una sociedad que se empecina en una idea equivocada, que es la que le lleva a colapsar. Pero que si en algún momento lo reflexiona puede incluso mejorar. Cuando se habla de colapso se habla para evitarlo. Esto de llamarme colapsista es un intento de desvirtuar lo que estoy diciendo realmente, que no es otra cosa que lo que hace falta es decrecer. Equilibrar nuestra economía con las posibilidades que hay, que además hay que hacerlo de una manera justa y que se pueda mantener el nivel de vida. Explico que es posible mantener el nivel de vida consumiendo la décima parte de energía y materias. En realidad yo hago un discurso bastante optimista: podemos reducir mucho el consumo de energía y materiales y a pesar de eso vivir igual que vivimos ahora o mejor. Cambiar el estilo de vida, sin duda, lo que nos permitiría estar igual, o incluso mejor. Pero esto no mola. Porque cuando propones esto implica hacer cambios importantes en el estilo de vida, y se acaba con la idea de la sociedad del consumo. Al final con lo que realmente acabas es con la organización económica actual y con el capitalismo. Es decir, en el fondo quien me llama colapsista lo que pretende es ocultar el hecho de que de lo que yo hablo es del descrecimiento, y esa es una necesidad que sí tenemos, es algo que viene impuesto por las leyes de la naturaleza. Es sí o sí, esto no se puede elegir. Va a haber un decrecimiento de la cantidad de energía disponible, y la cuestión es cómo nos adaptamos a ello. Los críticos pretenden ocultar esta realidad porque se cuestiona el capitalismo, y de una forma lógica, no ideológica. Que no es compatible con la solución a la situación actual, que es el de un agotamiento de la viabilidad física, que ya no puede soslayarse por más tiempo. El capitalismo busca el crecimiento infinito en un planeta que es finito. Ellos me llaman colapsista. yo les respondo que lo que pretenden es seguir adelante con el capitalismo cuando ya es físicamente imposible. Me parece una actitud bastante inmoral, quienes mantienen esa postura están en una posición éticamente difícil de defender. Para empezar, lo que hacen es cambiar los términos del debate, porque el debate real no lo quieren tener. Por otro lado, lo que está ocurriendo es que cada vez más gente se da cuenta de que el decrecimiento es la única salida que tenemos a este follón que nos hemos organizado, y por eso pretenden desvirtuar el debate. Hay otra variante de esto que ha tenido su éxito, porque hay gente que en lugar de decrecimiento habla de decrecionismo, que es un palabro, porque pretenden asociar el decrecimiento con el negacionismo. Muchos de esos movimientos lo que pretenden es confundir el debate porque lo que buscan en el fondo es que no se cuestionen las bases del capitalismo que ellos pretenden mantener.
El científico leonés concluye que «al final, lo que nos demuestra el análisis del metabolismo energético y material de la sociedad es que el verdadero problema que tenemos no es de recursos, sino del sistema socioeconómico que no queremos cambiar».