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Un robot comestible

Los científicos ya han creado componentes electrónicos que se pueden ingerir e integrarlos para fabricar un robot completamente comestible, en una variada gama de aplicaciones

Pata neumática de gelatina junto al robot rodante montado.EPFL/Alain Herzog

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Agencias

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El profesor Floreano (https://people.epfl.ch/dario.floreano) es uno de los principales impulsores del proyecto RoboFood que combina las ciencias de los alimentos y de la robótica de forma innovadora, para crear por primera vez robots que puedan ser comidos y alimentos que se comporten como robots, destinados tanto a seres humanos como a animales.

Este investigador ha unido sus fuerzas con Remko Boom de la Universidad de Wageningen (Países Bajos); Jonathan Rossiter de la Universidad de Bristol (Reino Unido); y Mario Caironi del Instituto Italiano de Tecnología (Italia), para poner en marcha el proyecto RoboFood, financiado por la Unión Europea (UE).

«Pedir una pizza y que nos la traigan en unos minutos con un dron (aeronave no tripulada), podría ser algo rutinario dentro de un tiempo, pero ¿y si además pudiéramos tomar como postre el propio dron que nos ha traído la comida en lugar de enviarlo de vuelta...?», señala en la web del proyecto (www.robofood.org) adelantando uno de los posibles usos de esta tecnología.

Para Floreano la iniciativa Robofood entra en un territorio tecnológico completamente nuevo que tendrá aplicaciones prácticas que irán mucho más allá de las comidas llevadas a domicilio por un dron asimismo comestible.

Los robots y los alimentos son mundos muy diferentes: los primeros son inorgánicos, voluminosos y no desechables, mientras que los segundos son orgánicos, blandos y biodegradables, explican desde la EPFL (www.epfl.ch/en).

Pero recientemente hubo avances significativos en la investigación para desarrollar robots comestibles que prometen resultados positivos, según señalan.

Alimentos robóticos, robots comestibles.

Por ejemplo, «los alimentos robóticos podrían ayudar a reducir los desechos electrónicos, a suministrar nutrición y medicamentos dirigidos a personas y animales que lo necesitan, a controlar la salud e incluso a allanar el camino hacia experiencias gastronómicas innovadoras», según Floreano.

Este tipo de tecnologías permitirían controlar la salud ‘in vivo’ (dentro de un organismo o tejido con vida); reducir los residuos en la agricultura y facilitar la vacunación de animales salvajes, añade.

Pero, ¿cuán lejos estamos de fabricar un robot comestible por completo que podamos poner en nuestro plato para consumirlo en el almuerzo o el postre, y cuáles son los desafíos tecnológicos para poder fabricarlo?

Floreano señala que «todavía estamos averiguando qué materiales comestibles funcionan de manera similar a los no comestibles».

Por ejemplo, «se ha comprobado que la gelatina comestible puede reemplazar al caucho; las galletas de arroz son similares a la espuma sintética; una película de chocolate puede proteger a los robots en entornos húmedos; y una mezcla de almidón y tanino puede imitar a los pegamentos comerciales», puntualiza.

Se prevé que éstos y otros materiales comestibles sean los ingredientes de futuros componentes robóticos, como actuadores (dispositivos de funcionamiento eléctrico, neumático o hidráulico que actúan como motores para cambiar la posición de aparatos móviles), sensores y baterías», según la EPFL.

En 2017, los científicos de la EPFL produjeron con éxito una pinza comestible, consistente en una estructura hecha de gelatina que podría sostener una manzana y comerse después.

La EPFL, el IIT y la Universidad de Bristol desarrollaron recientemente una nueva tinta conductora que se puede rociar sobre los alimentos para detectar su crecimiento, la cual contiene carbón activado como conductor y en la que se utilizan ‘gominolas’ (golosina blanda) como aglutinante, según explican.

También se han desarrollado sensores hechos de materiales comestibles, que pueden percibir el pH, la luz y la flexión.

En 2023, los investigadores del IIT crearon una batería comestible, recargable y envasada con cera de abejas, utilizando vitamina B2 y quercetina (presente en almendras y alcaparras), carbón activado y algas nori (utilizadas para envolver sushi) para evitar cortocircuitos, según la EPFL.

Esta batería comestible de 4 centímetros de ancho puede funcionar a 0,65 voltios, un voltaje seguro en caso de ingestión, y dos de estas baterías conectadas en serie pueden alimentar un diodo emisor de luz durante unos 10 minutos, según la EPFL.

Una vez que estén listos todos los componentes para un robot que se pueda comer en su totalidad, el siguiente objetivo, de cara a su producción, consistirá en ensamblarlos, algo en lo que los científicos ya están consiguiendo avances, al haber logrado acoplar distintos sistemas robóticos parcialmente comestibles.

Investigadores de la EPFL y la Universidad de Wageningen diseñaron en 2022 un dron con alas hechas de galletas de arroz pegadas con gelatina.

En otro avance más reciente, los científicos de la EPFL y el IIT han creado en 2024 un robot rodante y parcialmente comestible, que utiliza patas neumáticas de gelatina para moverse y un sensor comestible para medir la inclinación del artefacto.

Uno de los retos que enfrentan los investigadores en su camino para conseguir un robot comestible consiste en comprender la manera en que los seres humanos y los animales perciben los alimentos procesados mediante un comportamiento fisiológico reactivo y autónomo, según explica el profesor Floreano.

«Pero el mayor desafío técnico es unir las piezas que utilizan electricidad para funcionar, como baterías y sensores, con aquellas piezas que utilizan fluidos y presión para moverse».