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Por un futuro más sostenible

Proyecto 'BioBIVE': innovaciones biodegradables para un cultivo sin pesticidas

La Universidad de León lidera un proyecto europeo para reducir el uso de plásticos y pesticidas en agricultura con el objetivo de mejorar el rendimiento y la salud de los cultivos

Investigadores participantes en el proyecto 'BioBIVE'.Ángelopez

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León

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En los últimos años, la Unión Europea apuesta cada vez más por sistemas de cultivo con un impacto ecológico cero y el mínimo riesgo en la salud de las personas a través de la reducción del uso de pesticidas. Diferentes estudios ya han alertado de las consecuencias que puede tener en la fauna animal del medio, como un estudio liderado por la Universidad Jagelónica de Polonia con la participación del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona y la Universidad de Barcelona, donde ponían de manifiesto que el uso de un insecticida sintético como la 'lambda-cihalotrina' en cereales, frutales y tubérculos supone una amenaza para el 98% de insectos beneficiosos de esos campos.

En este sentido, la UE ha querido poner coto a este problema con normativas que reduzcan su uso. En junio de 2022, se presentó por primera vez el 'Reglamento de Uso Sostenible de los Pesticidas', cuyo objetivo era reducir al 50% la utilización de plaguicidas para 2030 y también preveía prohibir estos productos en zonas sensibles. Un proyecto muy ambicioso que fue finalmente descartado por las protestas en el sector agrícola, ya que, según sus demandas, su prohibición supone un problema a la hora de combatir plagas en los cultivos y también para ofrecer productos competitivos en mercados internacionales.

El coordinador Carlos Barreiro posa para El Diario de León.Ángelopez

Ante esta situación, los países tienen el reto de buscar soluciones eficaces, sostenibles y seguras para la salud que combatan este problema. En este sentido, la Universidad de León coordina junto a otros 16 socios europeos, 'BioBIVE' («Biodegradable Delivery Systems for Plant Pathogens Control of Horticultural Crops Through Bioactive Agents»), la primera iniciativa de la nueva convocatoria Horizon Europe, que busca mejorar los cultivos combatiendo principalmente hongos que afectan a las plantaciones de forma sostenible mediante la utilización de plásticos biodegrabables u otros compuestos que lo puedan sustituir.

El proyecto 'BioBIVE'

Carlos Barreiro, coordinador del proyecto y profesor titular de la Universidad de León, explica que en el proyecto «cuentan con tres agentes bioactivos (sustancias básicas, florotaninos y microorganismos con capacidades antifúngicas) que incorporan a sistemas de liberación biodegradables de dichos compuestos con la técnica del mantillo».

Algunas de estas sustancias básicas ya son usadas actualmente y están autorizadas a nivel europeo como las ortigas o la cola de caballo. El proyecto emplea también microorganismos que actúan como biocontrol como alguna especie de 'bacillus', así como extracto de algas que proviene de un centro tecnológico y una universidad ubicados en Noruega, donde existe mucha tradición en extraer compuestos de estas sustancias en cosechas.

Carlos Barreiro junto a una investigadora.Ángelopez

«En cuanto al mantillo (el plástico que recubre la planta a nivel de suelo), su uso es generalizado, pero el proyecto busca que este plástico «sea más 'bio' y fácil de degradar. Por otro lado, esta el 'biochar', similar al carbón vegetal, pero diferente. Se genera a partir por combustión en unas determinadas condiciones de presión y oxígeno. Se trata de una sustancia que permite 'embeber' en ella distintas sustancias de cualquiera de los agentes que se puedan liberar. Lo más peculiar es un plástico en spray que cuando se utiliza se solidifica al entrar en contacto con el suelo y genera un recubrimiento. Nosotros queremos integrar esos tres compuestos en plástico para que combatan estos hongos citopatógenos», detalla el experto.

El objetivo es emplear estos compuestos en tres cultivos diferentes: el tomate, la zanahoria y la fresa. El investigador explica que han escogido estos productos porque «nuestros socios son expertos en ello».

Barreiro detalla que las técnicas planteadas podrían ser aplicadas en otro tipo de cultivos y, de hecho, ya se utilizan como es el caso del mantillo. No obstante, lo novedoso es «utilizarlos conjuntamente e intentar que funcionen juntas y que creen sinergias unos agentes activos con los microorganismos en un sistema de liberación».

«En la misma convocatoria, han financiado otros dos proyectos, también con coordinadores españoles, donde se busca aplicarlo en otro tipo de cultivos. Está claro que es algo que genera expectativas», remata.

Un detalle del laboratorio.Ángelopez

Fases previstas

Esta iniciativa de cuatro años de duración busca abarcar todas las etapas sin llegar a la gran producción. «La primera etapa es la fase más experimental tanto a nivel biotecnológico con los microorganismos y las sustancias básicas como a nivel de materiales, ya que se deben probar distintas formulaciones para lograr el 'biochar' más adecuado», apunta Barreiro.

«Esos dos grupos de trabajo van en paralelo y el objetivo es unirlos dentro de un año y medio o dos. De ese modo, se incluirían en los materiales desarrollados las sustancias que consideremos de interés. Todo eso lo vamos filtrando, ya que partimos de varios extractos y las pasamos por un 'embudo' para ir descartando y solo quedarnos con dos o tres aprovechables. Es el mismo proceso que ocurre con los materiales, ya que parten de distintas formulaciones y se busca la más óptima. Estos serán los que pasarán a las pruebas de campo», añade.

A continuación, se entraría en una segunda fase, donde estarían implicadas entidades como el Instituto Tecnológico Agrario De Castilla y León (Itacyl), las empresas fabricantes de plástico, distintas cooperativas de campo y pequeños agricultores. En esta etapa, se realizará un análisis de los cultivos en los invernaderos para hacer un estudio más controlado.

«Será en el último año donde pasemos al campo. Nuestro objetivo es poder hacer dos cosechas para tener resultados que sean comparables. Partimos de las sustancias para llegar al campo. No es un proyecto que nos exija llegar a una producción industrial porque hay productos que podrían servir para otras cosas como la horticultura y no tienen que servir solo a grandes superficies de campo», expone el profesor. La idea sería sacar dos o tres productos exitosos y, para ello, estamos partiendo de cinco o seis de cada tipo de cada formulación de plástico y material”, relata.

Un grupo de investigadores del proyecto 'BioBIVE' en la Universidad de León.Ángelopez

Futuro del proyecto

Si bien esta iniciativa está vinculado al campo académico a través de la investigación, el objetivo final es poder trasladar sus resultados al propio mercado. En línea con los planteamientos exigidos para proyectos financiados por la Unión Europea, en esta investigación participan agentes de diversas áreas para dar un enfoque multidisciplinar al estudio. Como detalla el propio Barreiro, «como coordinador esto es un gran desafío porque debes comprender muchos lenguajes: empresa, campo, materiales, biológico».

«En todo ese recorrido que te obliga Europa, se incluyen a las empresas, por lo que si logramos un producto exitoso, sería relativamente sencillo introducirlo en el mercado. Nosotros tenemos entre nuestros socios a una gran empresa que es francesa y a otra gran empresa que es alemana», apunta.

Por otro lado, el propio proyecto contempla un plan de explotación, ya en consonancia con las políticas europeas las investigaciones deben ir «encaminadas al mercado».

«El incorporar a entidades te da una visión global sobre el estado actual del mercado: precios, competidores, nicho de mercado, previsiones… Todo esto estaría contemplado desde que se escribe el proyecto, aunque no podemos olvidarnos de que en cuatro años pueden cambiar mucho las cosas por los avances que se vayan realizando. Nosotros tendríamos las herramientas para llevarlo a mercado porque contamos con las empresas y también con los usuarios (los agricultores) que son los primeros interesados en que esto funcione. Cubrimos todo desde la investigación inicial hasta la puesta en marcha», expone el científico.

Una ayuda al agricultor

Uno de los problemas existentes respecto a la utilización de los plásticos para cubrir el suelo en cultivos era su tratamiento. Existen dos normas ISO que regulan su uso: recogerlo o no recogerlo. «Si lo recoges, este plástico va con muchos restos vegetales y esto dificulta su reciclaje. En caso de no recogerlo, este plástico debe ser de «mala calidad» (o de vida corta y fácil degradación) para no generar residuos de microplásticos», expone el investigador.

Si se consigue mejorar esta herramienta, sería más respetuoso para el medio ambiente. No obstante, no solo son una gran ventaja para las cosechas, sino también para los propios agricultores.

Como cuenta Barreiro, «cuando trabajas con agricultores te cuentan cómo cada vez se ven más limitados por las normativas en cuanto a la reducción de pesticidas y compuestos químicos, aunque sigue habiendo plagas».

«De hecho, el cambio climático ha propiciado la aparición de nuevas enfermedades en animales, humanos y plantas más propias de climas tropicales. Hay una descompensación porque tenemos las enfermedades de siempre y las nuevas, pero hay una reducción del uso de pesticidas por tema ecológico y las toxicidades. Por ello, el proyecto pretende dar unas 'armas' al productor para propiciar que las cosechas lleguen a buen término. Por tanto, hay un beneficio para unos y otros», recalca.

Investigadoras en el laboratorio.Ángelopez

En términos económicos, resulta complicado todavía realizar estimaciones, pero «creen que podría ser alto». Esto se debe a que «mejora los cultivos y reduce el uso de productos químicos, por lo que evita posibles multas derivadas del mal uso de los pesticidas». «Si incorporas todos estos aspectos en la ecuación: la producción agrícola, el beneficio para el agricultor y las ventajas a nivel ambiental y sanitario, el impacto sería importante. Ahora bien, es importante considerar que el riesgo de estos proyectos es alto también, ya que el resultado puede no ser tan exitoso como piensas y es un riesgo que toma la Unión Europea. Precisamente, estas son algunas de las razones que dificultan poder financiar un proyecto así a nivel regional», recuerda.

Competitividad

Una de los grandes desafíos actuales para los agricultores es la guerra comercial que existe entre los productos desarrollados en Europa frente a otros producidos por agentes de mercados extracomunitarios. La diferencia normativa y los bajos precios ponen en jaque a los agricultores españoles a la hora de cultivar productos competitivos en el mercado.

Desde la Universidad sostienen que son conscientes de ello, puesto que «es una pelea que tenemos a nivel Unión Europea y que los agricultores se quejan porque tienen que competir sin estar en igualdad de condiciones». No obstante, creen que el valor de los alimentos producidos en Europa va más allá del coste del mismo.

«Muchas veces tener mejores sistemas o más eficaces te permiten solventar otra serie de problemas. La eficiencia provoca una reducción de los costes y te permite competir con otros productos. No podemos olvidar que la disminución de herbicidas se realiza porque se ha visto que impacta directamente en la salud del consumidor. Eso de alguna manera hay que ponerlo en valor. Siempre he pensado que avanzar con investigación te ayuda a progresar en competitividad», afirma Barreiro.

«Somos conscientes de lo que hay y tenemos que ver en qué podemos destacar y en qué podemos ser competitivos. Aunque a primera vista el precio del plástico puede ser más caro, hay que contar los beneficios que aporta nuestro plástico y valorarlo. España es un país con una base ganadera y agrícola muy importante, por lo que todo lo que pueda ayudar a ambos sectores es importante», añade.

El impacto en Cyl

El coordinador resalta que BioBIVE es un proyecto «muy Castilla y León» porque está la ULE como coordinadora, pero también participan entidades de la Comunidad como el centro tecnológico de Miranda de Ebro, un instituto agrario dependiente de La Junta como es el Itacyl, una cooperativa y una empresa.

«Somos cinco socios de Castilla y León. Es muy importante haber conseguido que gente que no se mueve en proyectos europeos, se incorpore, ya que la gente del campo tiene bastante con lograr que las cosechas salgan adelante. No suele haber mucha financiación a nivel local o regional para este tipo de proyectos, por lo que nos toca ir a buscarlo fuera. Los agricultores nos cuentan muchos problemas con los que se encuentran y retos que hay, pero son las Administraciones las que tienen que abrir los ojos y darse cuenta de ello». 

«Una de las partes más positivas del proyecto ha sido hablar con la gente del campo para comprobar cuáles son sus necesidades y con ellos estamos trabajando. No es una investigación lineal solo de la universidad al campo, sino que también está revirtiendo información desde el campo», concluye Barreiro.