Culto a la historia deportiva
Un equipo de Saab Automobile ha conmemorado este año la victoria de Clase (750 c.c.) conseguida por la marca en las Mille Miglia de 1957, último año en que se disputaría la célebre carrera italiana Brescia-Roma-Brescia (mil millas, 1.600 kilómetros), nacida en 1927 y en cuyo palmarés se apuntaron los grandes pilotos y marcas de la época. El trágico accidente del español Alfonso de Portago (Ferrari), aquel año 57, sería el detonante para el fin de una de las pruebas automovilísticas más famosas del mundo.
En la actualidad, se disputan las denominadas «Mil Millas Históricas» como una prueba de regularidad, durante tres días y en carretera abierta, en las que sólo pueden inscribirse coches que hubieran participado allí durante los años en los que se disputaron «de verdad» (en carretera abierta y por mágicos enclaves como el Col de la Futta).
En esta ocasión, siguiendo las huellas de Charlie Lohmander y Harald Kronegard, las ciudades y colinas italianas han vuelto a oír el característico sonido de aquel primitivo motor de dos tiempos, «santo y seña» del Saab 93 que, con Erik «Pataket» Calrsson al volante, diese jornadas de triunfo al acrónimo de la Svenska Aeroplan Aktiebolaget (Compañía Sueca de Aviación) en los rallyes internacionales.
La marca inscribió tres unidades procedentes del Museo Saab de Trollhättan, con idénticas especificaciones que el ganador de la categoría 750 c.c. de 1957; pilotadas por Esteras Fägerhag (vicepresidente de Desarrollo de Producto), con Bäckström (director del Museo) como copiloto; Hans Hugenholtz (presidente de Spyker Cars N.V., actual compañía propietaria de Saab) y su mujer Laurence, habituales participantes en carreras de época, como las 24 Horas de Le Mans Históricas; mientras el tercer coche lo pilotaba Jacques Beherman, importador belga de Saab desde 1979.
Lanzado en 1955, el Saab 93 era un sedán de dos puertas, animado por un motor tricilíndrico de dos tiempos, que cubicaba 748 c.c. y se unía a una caja de cambios de tres marcahs. Avanzado a su tiempo, como la mayoría de productos firmados por la «Aeroplan», la tracción delantera suponía, no sólo una novedad entonces, también una excelente aliada en unos rallyes que, entonces en su mayoría, se disputaban sobre pistas de tierra (nevadas las más de las veces). También la situación del radiador, por detrás del motor, y la sencillez técnica (sólo siete piezas móviles) propiciaba una excelente fiabilidad.
Aquel Saab 93 rendía 33 CV, «subidos» a 45/50 CV para las carreras y, lo mejor, su redondeada forma de huevo le servía a «Pataket» Carlsson, muy dado a los vuelcos por su agresiva forma de pilotar, para volver a ponerlo «de pié»-¦ y continuar el rallye sin mayores desperfectos, salvo la rotura del típico faro de techo. Así conseguiría el marido de Pat Moss (hermana del famoso Stirling Moss y también corredora de rallyes) algunos de sus más históricas victorias: Rallye de Montecarlo, 1.000 Lagos (Finlandia) y RAC de Inglaterra, en la década de los sesenta.
Lomander y Kronegärd disputarían las Mille Miglia del 57 con un coche semioficial («competición-cliente») y apoyo de la fábrica, contabilizando la nada desdeñable media de 96 Km/h. para la recortada potencia del «93», la misma unidad que, sólo unos días antes, había logrado terminar el durísimo Rallye Acrópolis (Grecia), prueba que incluso hoy día sigue siendo paradigma de carrera «rompe-coches».