Diario de León

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Lo de Seat —y el León—, con el tetracilíndrico turbodiésel multiválvulas de 140 CV, viene a ser como el imprescindible cada vez que se habla de las propuestas diésel del fabricante español encuadrado en la órbita del Grupo VW: perfecto equilibrio entre consumo/prestaciones y ahora, también por imagen; así que, incluirlo trufado con «Fórmula Racing»… un acierto.

No parece banal la idea —loable, sin duda— de acercar la filosofía FR a mecánicas más «pequeñas» que, a más de convivir con las más exclusivistas y potentes de la «Fórmula Racing», muy pueden acrecentar el porcentaje de compradores jóvenes.

Así, por poco más de 24.000 euros (en números «redondos», 21.000 si se trata del gasolina TSI de 125 CV), puede disponerse ahora de una de las joyas de la corona motorística en los catálogos de Seat.

Los 140 CV del TDI ya son reclamo suficiente para conducir un coche «singular»: homogéneo en lo dinámico y sin tantas estridencias estilísticas como para caer en el globerismo. Deportivo… sin aspavientos.

Este ya conocido turbodiésel de rampa común, que ha tomado con autoridad el relevo al dichoso inyector-bomba, otrora tan profusamente utilizado por Seat, no sólo ofrece una más que interesante potencia, también entrega unos más que aprovechables 32,6 metros/kilo de par, disponibles entre 1.750 y 2.500 vueltas, lo que propicia unas excelentes recuperaciones desde los regímenes bajos y medios del cuentavueltas (motor muy elástico y agradable de conducir) que, paralelamente, trae aparejados unos contenidos consumos: entre 6 y 6,5 litros de media, lo que nos permitirá cubrir en torno a 800 kilómetros sin visitar el surtidor.

Eso, por no hablar de los 9,5 segundos en aceleración de cero a cien o los 205 kilómetros por hora de punta.

En el capítulo dinámico, el diferencial autoblocante electrónico XDS, ahora de serie y que trabaja solidariamente con el ESP, se convierte en el gran aliado a la hora de controlar perfectamente el coche y de optimizar -más si cabe- el paso por curva, neutralizando patinadas de la rueda delantera interior.

Consecuencia: se suaviza, hasta casi obviarlo, el clásico comportamiento subvirador («irse» de morro) de los tracción delantera potenciados.

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