Diario de León

Lancia

De Phedra a Voyager... o viceversa

Arquitectura Chrysler con sello “made in Italy”. Siete plazas, una docena (“más uno”) de millones de unidades… 27 años de vida comercial. El Lancia Phedra se convierte en Chrysler Voyager, pionero entre monovolúmenes.

El Voyager, ahora con el sello Lancia, mantiene las 7 plazas en un habitáculo «panorámico».

El Voyager, ahora con el sello Lancia, mantiene las 7 plazas en un habitáculo «panorámico».

Publicado por
J. F. Z.
León

Creado:

Actualizado:

Reencarnación… transalpina. Por obra y gracia de la reciente entente italoamericana, el Voyager (Chrysler) se ha convertido en el sustituto del Phedra (Lancia)… ¿o es al revés?.

Sea como fuere, el caso es que la estética made in Italy toma carta de naturaleza en uno de los monovolúmenes grandes -mucho- que han marcado pautas -muchas- en un segmento made in USA que ha acabado por tomar -bastante- carta de naturaleza a este lado del charco.

Con un maletero panorámico, sin necesidad de escamotear ninguna de sus 7 plazas (entre 934 y 3.912 litros de capacidad), lo que no es nada habitual en este tipo de realizaciones, y manteniendo la practicidad de las puertas laterales correderas, el «nuevo» Lancia Voyager recibe unas ligeras pinceladas estéticas en una latina puesta al día que le sienta la mar de bien a uno de los modelos de referencia en los catálogos de Chrysler por lo que de «invento conceptual» tuvo en su día… hace casi tres décadas.

Un lujoso interior, ahora con terminaciones en cuero y madera, además de una puesta a punto «a la europea» (mejor tacto de dirección y suspensiones) con, además, la adopción del práctico sistema «Stown&Go» mediante el que pueden ocultarse los asientos de la segunda y tercera filas bajo el doble fondo del piso, incluso eléctricamente dependiendo de las versiones.

Es verdad que el Voyager -aún con el sello de Lancia- se queda algo corto mecánicamente para su romana (2,3 toneladas) y dimensiones (5,2 de largo). El tetracilíndrico turbodiésel de 2.8 litros debe conformarse con unos -pelín escasos- 163 CV, que se unen a un cambio automático de 6 marchas y a los que les cuesta recortar por debajo de una docena de segundos (11,9 para ser exactos) su aceleración de cero a cien, mientras la punta se queda por debajo de los 200 por hora (193 homologados) y el consumo medio juguetea con los 8 litros.

Es aquí donde el Voyager evidencia su «veteranía», aunque también es cierto que su gran baza, la de la utilidad-capacidad-práctica, sigue marcando pautas y dando lecciones. A la postre… es de lo que se trata.

Quien quiera más -prestaciones- siempre puede optar por el gasolina V6 de 3.8 litros y 283 CV; recomendable para «uso / USA», aunque «quizá» no tanto para la filosofía europea de monovolumen grandote.

tracking