Diario de León
José Froilán «Cabezón» González, en una foto reciente.

José Froilán «Cabezón» González, en una foto reciente.

Publicado por
J. F. Z.
León

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Llegó a Europa de la mano de su compatriota Fangio y firmó para Ferrari la primera victoria de la Scuderia en F1 (Silverstone, 1951).

José Froilán «Cabezón» González, «El Toro de la Pampa», noventa años cumplidos, fallecido hace un par de semanas en Buenos Aires. Su desaparición se abrocha en la remembranza de uno de los capítulos más prolíficos en la historia deportiva del Cavallino Rampante.

Seis décadas bien cumplidas desde aquel 14 de julio de 1951, cuando «Cabezón» González, tras cubrir 90 vueltas a los entonces 4,7 kilómetros de aquel Silverstone, daba a Enzo Ferrari «la mayor satisfacción que nunca olvidaré: la primera victoria»; «no se muy bien porqué corre, cuando pilota está como en una nube, con un diabólico golpe de volante». Confesiones íntimas en «Piloti che gente» la obra que, firmada por el propio Commendatore Enzo, ha quedado para los anales como la «Biblia de Maranello».

José Froilán sí lo sabía. Lo sabía desde «casi» su nacimiento en Arrecifes, un puñado de kilómetros al noroeste de Buenos Aires, y también lo supo desde el mismo momento en que se convirtió en el «chófer» del colegio de curas al que sus padres lo enviaron para —¡cómo es la vida!— quitarle de la cabeza su pasión por los autos (su tío había fallecido en un accidente de competición); y lo siguió sabiendo cuando, bajo seudónimo, ganó dos carreras… y su padre lo echó de casa al descubrirlo.

Mano a mano, el «Chueco» Fangio y «Cabezón» González, becados por el entonces presidente Juan Domingo Perón, afrontarían su particular aventura europea a bordo de los mejores monoplazas de la época, apadrinados por los santones del momento: Enzo Ferrari, Gioacchino Colombo, Aurelio Lampredi… motor V12; la gloria compartida con el propio «Chueco», Alberto Ascari, Luigi Villoresi, Piero Taruffi y, más cercanos en el tiempo, con Alain Prost, «Schumi» y hasta el mismísimo Fernando Alonso, que han escrito —y escribe hoy— las andanzas de un equipo de leyenda.

Como tantas veces en tantos equipos, en tantos coches y en tantas carreras, aquella primera victoria de González en Silverstone 1951, comenzaría a fraguarse un par de años antes: en 1949, cuando el V12 dibujado por Lampredi comenzaba a romper con el insultante —por hegemónico— monopolio de Alfa Romeo; Lampredi tomaría entonces el relevo a Colombo, padre del Alfa 158 y que acabaría marcando el final de las relaciones deportivas de la Annonima Lombarda de Arese con la Scuderia de Maranello.

El preclaro diseño de Lampredi, trufado con una escrupulosa organización de la intertemporada (entonces sí se permitía entrenar exhaustivamente durante el invierno europeo) daría tantos frutos en la pista privada de Fiorano, como en diversas carreras... en Argentina; lo que permitiría a Ferrari demostrar las bondades de aquel V12 instalado en el 375/F1, monoplaza con el que «Cabezón» cruzaría victorioso bajo la ajedrezada en Silverstone.

Puede que «El toro de la Pampa» no supiese —entonces— que la casualidad de una baja en la Scuderia, lo sentaría al volante de un Ferrari en Reims… y a la victoria en Silverstone; lo que seguro nunca olvidó, en sus nueve décadas… fue la pasión por los autos. ¡Addio Cabezón!

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