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Los «frontis»... de Peugeot

Del Quadrilette al 508, doscientos años (o casi)… nos contemplan.. Si, «avant la lettre», los coches han venido siendo un fiel reflejo estético del diseño en cada época, el frontal resulta ser pieza clave. El primer «contacto visual» del usuario con su futuro modelo, lo propone el león de Montbéliard en una suerte de inspiración… felina.

«Frontis»… seña de identidad en Peugeot.

Publicado por
Javier Fernández
León

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Contacto... visual. Del molino de trigo al molinillo de café; del triciclo Serpollet al motor de los bombarderos Voisin y de ahí… a los pulcros manteles del mundo —los de la casa Bar-le-Duc... incluidos— salpimentados a golpe de exquisitas trituraciones en unos especieros cuya base continúa luciendo el histórico emblema (les invito a comprobarlo la próxima vez que se sienten a la mesa).

Antes, bastante antes, nueve años antes del estallido de la Gran Guerra y la reconversión militar de Sochaux; antes de que en Valentigney se acuñase moneda para los empleados; antes, incluso, de que el submarino U24 hundiese al inglés Formidable y de que el U20 echase a pique al Lusitania; antes... ya pedía paso Peugeot con el Bebé; utilitario ligero de la época, capaz de alcanzar los 40 por hora.

Antes, bastante antes, de que se «numerasen»... los Peugeot se conocían, lisa y llanamente, como «Type» (los Type 161 y Type 172 se popularizarían entre 1921 y 24). Y dentro de esa protoserie, el Quadrilette se convertiría en «el modelo». Un «ciclocar» presentado tras el conflicto (a finales de 1919) que, por su practicidad y bajo mantenimiento, causaría sensación en «los ambientes» de la época: dos plazas en tándem o, según versiones, una al lado de la otra; en realidad, una suerte de «híbrido» entre coche y moto, con potencias entre 4 y 10 CV y, en la «imagen del imaginario» de Peugeot... un «frontis» eminentemente vertical, con el apellido «familier» campando en lo alto de su verticalizada rejilla y con la calandra protegida por un cromado abovedado, que «suavizaba» —es un «pourparler»...— el conjunto.

Al 201 le cabría el honor de ser el primero de los «numerados» en Peugeot, y supondría también el primer éxito comercial de la marca. Aunque sus formas continuaban recordando la silueta de los Type, también comenzaba a adivinarse hacia donde caminaría el diseño del automóvil en los próximos años, con la insignia clarificando explícitamente su condición de «Peugeot-Peugeot»; mientras, en las décadas de los 30 y 40, los modelos evolucionaban paulatinamente: 301, 601,401, 402, 202… manteniendo, eso sí, la «verticalidad» de sus calandras.

Al 203 le cabría el honor —también a él— de convertirse en el punto de inflexión: frontal horizontal, con la calandra ocupando la práctica totalidad del ancho de vía del coche, «reposando» sobre un paragolpes cromado, con una novedosas insignia en «T» y la denominación del modelo marcada en vertical; eso, y el león de Montbéliard -en versión de 1948- alzado sobre sus cuartos traseros. Nacía una tendencia que, con adaptaciones, se mantiene hasta la fecha.

Después, «algo» después, el 504 de 1968 lo dibujaría Pininfarina, en tándem con Paul Bouvot para el frontal de faros trapeziodales, rejilla cromada y el león «algo» modernizado que, ya saben, haría exclamar al propio Sergio Farina... «son los ojos de Sophia Loren».

A renglón «algo» más seguido, los 304, 104, 604, 305, 505... hasta la llegada, en 1983, del mítico entre los iconos: 205, que no sólo cambió el estilo, también el rumbo de un fabricante que, hasta el día de la fecha... ¡no lo ha perdido!; el rumbo, se entiende.

El reciente lanzamiento del 508, vuelve a dar un paso adelante en imagen, inaugurando una nueva etapa en la que confluyen los actuales códigos estéticos de Peugeot… y su tradición.