Jean Rédélé creó el Alpine… y su legado
Descartada la llave Clausor en favor del moderno mécanisme pulsador: amor a primera vista… el gorgoteo del tetracilíndrico turboalimentado (no se olvide que el rombo fue pionero en la F1 Turbo) acelerará los pulsos, y el sprint de nuestros protagonistas —piloto incluido—: 4,5 segundos de cero a cien, 250 por hora de punta y 6,1 ‘oficiales’ litros de consumo medio (‘igual’ sube ‘algo’ más… dependiendo) tampoco creo que les importe rondar los 8 —nadie le pondrá pegas a un ligero peaje por la magia … ¡digo yo!—.
Biplaza estricto, como en sus orígenes, la reencarnación A 110 continúa jugando la baza de la relación peso/potencia: cada caballo, de los 252 totales, se encarga de mover solamente 4,7 kilos, de ahí las bondades ruteras del coupé galo: sin hacerle ‘ascos’ a la autovía —tampoco a la autopista—, es en los trazados más ‘ratoneros’ donde nuestro protagonista encuentra su razón de ser… y estar; avaladas, las bondades, por un rapidísimo cambio automático de 7 marchas y doble embrague, una directísima (2,1 vueltas entre topes) dirección ‘de carreras’ y en unas suspensiones tan firmes como agradables de utilizar en el día a día… sensaciones aseguradas: cuanto más cerrado sea el ‘virage’ , y mayor el ‘hipotético’ balanceo, más ‘pegado’ al suelo —y con mayor grip — se comportará el A110.
Consecuencia: ¡fulgurante paso por curva!
Eso, por no hablar del excelente compromiso agarre/confort logrado por los ‘alto-normandos’ técnicos de Dieppe, sin necesidad de recurrir a delicateses como los amortiguadores regulables… ¡ni falta que le hacen!
Incluso en modo «Normal», muestra sus habilidades , aunque será en «Sport» donde el A110 —quizá— conjugue mejor sus posibilidades, y siempre nos quedará el modo «Track», que ‘aparca’ las ayuda a la conducción dejando al albur del piloto la experiencia al volante… sin abusar; salvo para los muy ‘tuercas’ , ni siquiera hará falta llegar a esos extremos para disfrutar al volante… un servidor se llevó la ‘regañina’ del «Track»: cuadro «al rojo vivo» y estridente aviso sonoro, al rondar las 7.000 vueltas sin actuar sobre las levas del cambio en el volante… ¡excuse moi! En «Sport», el sistema cambiará automáticamente si el piloto se pasa… de vueltas, evitando que ‘la cosa’ pase ‘a mayores’ .
La impresión de sentirse unido a la máquina, como antaño, es uno de los objetivos plenamente conseguido por los realizadores del nuevo A 110: bajo centro de gravedad (también de balanceo), una plataforma específica (inédita en los catálogos del rombo ) que viene a sustituir a la histórica ‘poutre centrale’ que soportaba el motor ‘colgado’ por detrás del eje zaguero; hoy, en posición central-transversal-trasera, justo por detrás de los asientos para conseguir —y bien que se consigue— esa unión a la máquina tan característica del Alpine. Eso, para hacer gala —y bien que la hace— de un comportamiento tan ágil como divertido… perfectamente encajados en los impecables bacquet Sabelt, de corredera longitudinal —la altura y el respaldo requieren de herramienta… ¡ni se les ocurra!— que abrazan perfectamente el cuerpo sin permitir deslizamiento alguno y con el volante justo aquí enfrente , a mano de los Sparco , imprescindibles… como elemento opcional .
Orientado, todo, a la conducción: ni guantera ni bolsas en las puertas, sólo (casi demasiado … si se me permite) un pequeño receptáculo bajo la perfilada consola central, presidida por tres apreciables botones («D», «N», «R»), dos pulsadores para las ventanillas eléctricas (sin marco… ¡por descontado!), un generoso pulsador ‘vermillon’ de arranque/parada y (bueno… concedámoselo) la tecla del freno automático de estacionamiento y dos más pequeñas para el control de velocidad (¿) pues eso…
Una —¿imprescindible? — concesión a la modernidad: pantalla táctil multifuncional (7 pulgadas) que, demás del navegador, teléfono y audio, ofrece («Alpine Telemetrics») 9 diferentes pantallas: aceleración lateral, presión del turbo, caja de cambios, temperatura del aceite y del líquido refrigerante, curvas de par y hasta un diagrama de fuerzas «G».
¿Quieren más? Ahí va… un cronómetro para los ‘quemados’ de las tandas circuiteras: azul para el tiempo de vuelta que se está realizando, blanco para las dos últimas realizadas y rojo para la más rápida… que acaban ‘componiendo’ los colores de la bandera francesa… ¡cómo son estos galos!
Así que, solamente nos falta el casco y el número en las puertas… los Sparco los llevamos ‘de serie’.
A renglón seguido, al más puro estilo «competición-cliente», también podemos ir a comprar la ‘baguette’ … inmersos en el tráfico urbano.
Contrastado… y numerado.
Genuino ‘maison Dieppe’ … ¡atrévase!