De la gorra… al casco integral
¿Qué tienen en común una gorra, una lata de gasolina o el ‘Hans’, que interconecta hoy el casco con el coche?
Pues… toda una historia de modernidad, y seguridad, en las carreras.
Aunque el gorro de cuero puede parecer extraño hoy, a principios del pasado siglo XX era todo un indicador de innovación en ‘ingeniería’ automotriz, también de la ‘audacia’ de los conductores.
Después de todo, el extraordinario desarrollo del automóvil se ha traducido, entre otras cosas, en unas velocidades máximas cada vez más altas: el ‘Benz Patent Motor Car’ de 1886 alcanzaba una punta… de ¡16 por hora!
Sólo unos años más tarde, en 1901, el Mercedes 35 PS alcanzaba unos ‘formidables’ 75 por hora, con el gorro de cuero como protagonista indispensable como elemento de protección.
Ocho años después, en 1909, Victor Hémery rompía la barrera de los 200 por hora a bordo del Benz 200 PS ‘Blitzen Benz’, en el circuito de Brooklands.
Íntimamente ligado a la aeronáutica, el automóvil continuaba ‘moldeando’ la movilidad en la era moderna, a principios del XX: los ajustados gorros de cuero que usaban los conductores, se inspiraban en los de los pilotos de aviación: abotonada protección para los oídos y gafas con correa de goma para preservar los ojos.
Hasta la década de los 20, predominaban los coches de carreras con carrocería abierta, mientras la estructura cerrada predominaba entre las versiones ‘de calle’; así que, el gorro de cuero reemplazaba la protección de la carrocería, y las gafas una alternativa al parabrisas: el ‘cuero’ era para los entusiastas de la velocidad, que se distinguían así de los ‘caballeros’, que solamente ‘paseaban’ en automóvil.
A finales de 1930, el gorro de cuero compartía protagonismo con su homólogo de algodón que, como fácilmente puede colegirse, tampoco es que protegiese de lesiones en la cabeza, con lo que… apareció el casco, popularizado en los años 50: inicialmente de ‘media concha’, con protecciones de cuero o tela para la protección de las orejas.
En los 90 llegaría el gran ‘salto protector’: el integral de visera completa, incluso ergonómico en su ajuste a la cabeza del piloto, y cada vez más integrado en la propia aerodinámica del coche, llegando a considerársele como un componente más del monoplaza.
La segunda ‘gran revolución’ llegaría en 2003: el ‘Hans’ (seguridad de la cabeza y el cuello), que interconectaba el casco y el coche utilizando el cinturón de seguridad, configuración que protege al piloto del tan temido golpe cervical —«golpe de conejo»— en caso de impacto.
Así que… el gorro de cuero ha quedado para el museo, como los cascos ‘abiertos’ en los circuitos, lo que tampoco significa que hayan perdido ‘espacio’ en el corazón de los aficionados, que siguen usándolos profusamente en las concentraciones de coches históricos.
Al final… la historia continúa, como el placer del ‘viento en la cara’, y el cuero ajustado a la cabeza del piloto. ¡O tempora!