Paul Magès. ‘El Mago’… de la hidroneumática
Padre de la legendaria suspensión que ha hecho célebre a Citroën Paul Ernest Mary Magès, con apenas 17 años entró, como diseñador, en Citroën. Revolucionario de los sistemas de suspensión, consiguió un legendario equilibrio entre dinamismo y confort a bordo que, todavía hoy, caracteriza a los productos del ‘chevron’.
Equilibrio… legendario. Natural de Saboya (Aussois, 9 de marzo de 1908), Magès era todo un ecléctico personaje: además de trabajar con una rapidez y precisión excepcionales; sugiriendo, constantemente, nuevas ideas y soluciones vanguardistas.
A finales de los años 20, propuso la reorganización del departamento «Gutemberg», así llamado por el nombre de la calle que atravesaba su sede, sita en las instalaciones de ‘Quai de Javel’, la casa madre motorística del ‘chevron’. El mismísimo André Citroën lo nombraría jefe de programación de motores; el fue más allá, reorganizando otros dos departamentos de la fabricación: soldadura y producción de sistemas eléctricos.
Mediados los 30 (1934), alcanzó la vice-responabilidad del, entonces, delicadísimo departamento de transportes para, dos años más tarde, reestructurar el área de reparaciones y en 1938, poco antes de la II Guerra Mundial, alcanzar la jefatura del departamento de ‘Súper Control’, estructura encargada de supervisar cada uno de los departamentos de la empresa, dirigida en la época por Pierre Jules Boulanger, responsabilidad heredada al fallecimiento, en julio de 1935, del fundador André.
Sería precisamente Boulanger quien, en septiembre de 1942, invitaría a Magès a incorporarse al grupo de colaboradores del maestro André Lefebvre, el ingeniero que proyectaba el futuro de Citroën: el TPV y el VGD… los futuros 2CV y DS ‘Tiburón’.
Tampoco Magés era precisamente un ‘bisoño’: había practicado con la hidráulica —la suspensión— para el furgón TUB (Type Utilitaire B), presentado antes de la guerra y del que se fabricaron muy pocas unidades, incluso para los vehículos industriales pesados de la marca; a Magés se debía, también, un sistema de regulación automática de la frenada en función de la carga que llevase el vehículo, dispositivo reutilizado, y posteriormente mejorado, en diversos modelos de la compañía.
Todos creían que era imposible, salvo un tonto que no lo sabía y lo hizo
(Paul Magès)
En aquel grupo de Lefebvre, el primer encargo para Magès fue el estudio de una innovadora suspensión para el futuro 2CV.
Objetivo: combinar el confort con el comportamiento en carretera, incluso fuera de ella; ya saben: «atravesar un campo recién arado sin que se rompa un solo huevo… de los contenidos en una cesta situada en el asiento trasero del 2CV».
Si una suspensión es confortable —‘muy’…—, se corre el riesgo, en una carretera deforme, de que las ruedas pierdan contacto con el firme, lo que se traduciría en un comportamiento poco seguro, sobre todo en curva.
Si, por el contrario, los amortiguadores se endurecen excesivamente, la mínima irregularidad en el asfalto comprometería el confort de los ocupantes; así que, hay que buscar ‘un compromiso’.
El mismo que buscaban… los fabricantes de carros de caballos y que, en la década de 1940, seguían haciendo —buscar un compromiso— los fabricantes de automóviles.
No podía ser más explícita, la frase pintada en la pared de la oficina de Paul Magès: «Todos creían que era imposible, salvo un tonto que no lo sabía y lo hizo».
Simplemente, sostenía Magès, bastaba son estudiar cómo hacerlo; y lo hizo: en 1944, tras dos años de experimentos, y pruebas realizadas incluso bajo los bombardeos, el primer automóvil dotado de una nueva —y revolucionaria— suspensión, inventada por Magès, salía a la luz… el 2CV.
«À la recherche du temps perdu». Para el 2CV, los campos arados o los arenales playeros, son como ‘la madeleine de Proust’… un recuerdo imborrable. CT