Alfa Romeo. La leyenda… del ‘Biccione’
En 1910, se fundaba la ‘Anonima Lombarda Fabbrica Automobili’
JAVIER FERNÁNDEZ
De Milán… para el mundo. Aunque los orígenes de Alfa —entonces simplemente Alfa— se datan en 1910, el inicio de la actividad industrial se remonta cuatro años antes: en 1906, el fabricante francés de automóviles Pierre Alexandre Darracq instalaba una planta en Milán, para la venta de sus productos en el mercado italiano; proyecto que duraría escasamente tres años: demasiado pequeños y escasamente prestacionales —los Darracq— para el deportivo gusto de los conductores transalpinos.
Ugo Stella, director general de la compañía galo-italiana, no se dio por vencido.
Apoyado por varios financieros del Banco Agrícola de Milán, Stella recogía el testigo contratando al aparejador Guiseppe Marosi para diseñar dos automóviles de altas prestaciones con el concurso —eso también— de prestigiosos carroceros de la época.
Así, en 1909, antes incluso de la inscripción de Alfa en el Registro Mercantil, la marca ya contaba con un modelo —¡y qué modelo!—, el 24 HP: motor monobloque tetracilíndrico de 4.0 litros capaz de alcanzar… ¡100 por hora!
Un par de años después, Alfa subía su apuesta: un 24 HP más ligero y veloz que, dos años más tarde, firmaría la primera victoria deportiva de la ‘Anonima Lombarda’: Nino Franchini, ganaba la Parma-Poggio de Berceto. Ese mismo año 1913, la marca y el carrocero Castagna daban los primeros pasos en la investigación aeronáutica para crear el ‘estratosférico’ 40/60 HP ‘Aerodinámico’… 139 por hora de punta con una estética futurista.
El estallido de la Gran Guerra, supondría un giro radical en la vida de la joven empresa, que pasaría, de la mano de Incola Romeo, a producir armamento. Finalizado el conflicto bélico, volvería a la fabricación de automóviles; nacía… Alfa Romeo.
Los años 30 supondrían una época dorada para la marca: una Escudería repleta de pilotos míticos, dominio casi absoluto en la categoría de Grand Prix y la llegada de Vittorio Jano, el mítico ingeniero que definiría las tres grandes características de los coches Alfa Romeo: simplicidad estructural, sofisticación mecánica y máxima potencia.
Los resultados no se harían esperar: en 1930, Tazio Giorgio Nuvolari, se imponía en la prestigiosa ‘Mille Miglia’ al volante del Alfa 6C 1750 Grand Zapato Sport, superando por primera vez los 100 por hora de promedio; tampoco el ‘Mantovano Volador’ estaba solo: otros 8 Alfa le acompañaban en los 11 primeros puestos de la mítica carrera.
En 1949, tras la II Guerra Mundial, un Alfa Romeo hace historia en el ‘Villa d´Este Concorso d´Eleganza’ logrando un inusual doblete: la ‘Coppa d´Oro’ y el ‘Gran Premio Referendum’, otorgados por jurado y público a un único modelo: el Alfa Romeo 6C 2500 Villa d´Este, un icónico automóvil que ha dejado huella en el estilo de la marca: la calandra triangular ‘firma de la casa’, desde entonces, en el frontal de todos los Alfa.
Comercializado desde 1939, cuya andadura se vería truncada por la guerra, el 6C 2500 resulta ser todo un ‘Santo Grial’ para los más impenitentes ‘alfistas’; solamente se fabricarían 36 unidades, todas ellas ‘a la carta’, que lo convirtieron —convierten— en preciada —preciadísima— pieza de colección.
También la posguerra traería éxitos deportivos, como los dos primeros campeonatos mundiales de F1 —tal como hoy conocemos el certamen—, logrados por Nino Farina (1950 y Juan Manuel Fangio (1951) al volante del Alfetta 159 firmando, eso también, un envidiable palmarés: 10 victorias, 10 ‘pole position’, 13 vueltas rápidas, 21 podios y 4 dobletes en 13 Grandes Premios de Fórmula 1.
Inicialmente desarrollado en 1937 para competir en la categoría de ‘voitrettes’, a iniciativa del Commendatore Enzo Ferrari, por otro mítico de la mecánica, el ingeniero Goacchino Colombo (‘padre’ de los legendarios V12), el Alfetta salió de su escondrijo en la posguerra, imponiéndose con autoridad en infinidad de Grandes Premios y dando los primeros pasos para convertirse en toda una leyenda de la F 1.
Ese mismo año de 1950, Alfa Romeo arrancaba una nueva era con el modelo 1900, obra de Orazio Satta Puliga: primer coche de la marca con volante a la izquierda, y también pionero en ‘pisar’ una cadena de montaje; una alternativa ágil, ligera y fácil de conducir, que se convertiría en el Alfa más vendido hasta entonces, a la vez que ganaba diversas competiciones y estrenaba una nomenclatura aún presente en el catálogo del fabricante (Ti, Sprint, Super y Super Sprint).
Éxito que se repetiría en 1954 con el Giulietta —la ‘novia de Italia’— firmado por Bertone, y en 1962 con el Giulia que, con 570.000 unidades, batiría récords de ventas, a la vez que estrenaba innovaciones de seguridad omnipresentes hoy… estructura portante de deformación programada.
En los años 60. Alfa Romeo se labraría fama internacional con sus descapotables: Giulietta Spider, ‘protagonista’ para Fellini y Antonioni y, sobre todo, el Duetto favorito —emocionantes prestaciones y placer de conducir— para grandes estrellas como Steve McQueen, Dustim Hoffmann o Muhammad Ali; nada menos que 28 años lo mantuvo Alfa en catálogo.
La de los 60 sería —como en tantos ámbitos— una década de audaz experimentación para la marca: el Carabo, el Stradale (con sus puertas-élitro) y el Montreal, presentado en la Exposición Universal de 1967, con tanto éxito, que Alfa acabaría desarrollando, desde 1970, un modelo de serie.
El AlfaSud de 1972, sería el primer ‘todo delante’ de la marca (motor y tracción delantera) marcando, con 900.925 unidades, récord mundial de ventas.
Avistando un nuevo siglo, el Alfa 156 de alzaría, en 1997, con el galardón de «Coche del Año en Europa», merced a su propuesta que incidía en el más puro ‘ADN alfista’: fuerza, innovación y clasicismo; salpimentados, eso también, con una audaz paleta de colores —como en el Montreal—, a la vez que se incorporaban novedades técnicas que inauguraban un nuevo concepto deportivo: potencia, ligereza y control… muy propio del ‘Biccione’.
Ahora, Alfa Romeo lleva su filosofía al emergente —por novedoso— segmento SUV, bastante alejado de los deportivos, los coupé y las tradicionales berlinas; aunque no tanto, tampoco tanto, como para salvarse del ‘Virus Alfa’: por estilismo y prestaciones, los Stelvio y Tonale… no reniegan de su ‘ADN alfista’; dando, incluso, los primeros pasos —Tonale PHEV y MHEV— en pos de la electrificación. Pero esa, es otra historia…
La que hoy nos ocupa —nos encandila—, es la senda de una marca, un emblema y un estilo de hacer coches… para disfrutar al volante. ¡Auguri!