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Capó en ‘tole ondulée’, un solo faro, manivela de arranque, capota de lona, plástico en lugar de cristal para las ventanillas… 2CV, todo un símbolo para el ‘chevron’. CT

Publicado por
León

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JAVIER FERNÁNDEZ

Dos… por dos. Concebido antes de la II Guerra Mundial, y adaptado tras el conflicto bélico, el 2CV acabó convirtiéndose en todo un ‘best seller’… mundial.

Ahora, tres cuartos de siglo después de su nacimiento, ‘La Cirila’ —en la denominación española— ha entrado, hace décadas, en el icónico imaginario del ‘chevron’.

En la segunda mitad de los años treinta (1936), cuando el 500 Topolino y el Escarabajo copaban las miradas, Jean-Pierre Boulanger, a la sazón director general de Citroën, se empeñaba personalmente en el proyecto de lanzar una ‘Toute Petite Voiture’... ‘cuatro ruedas bajo un paraguas’; así de ‘fácil’ se lo ponía Boulanger a sus técnicos en Quai de Javel: capacidad para cuatro ocupantes y 50 kilos de equipaje, 60 por hora de velocidad máxima, consumo reducido… y máximo confort, ¡casi nada! Ese fue el reto que afrontó el equipo capitaneado por el célebre ingeniero André Lefèbvre.

Eso, por no hablar de que debería poder accederse al interior con sombrero hongo —vulgo ‘bombín’— y atravesar un campo recién arado con una cesta de huevos en el asiento trasero… sin que se rompiese ninguno; suspensión Citroën, ya saben.

Si el hongo ‘volaba’ de la cabeza de su propietario, o los huevos se cascaban… el proyecto también se ‘rompería’.

Con estos mimbres, y algunos añadidos más, el inicial prototipo vería la luz en 1937, animado por un motor de 500 centímetros cúbicos… ‘heredado’ de una motocicleta.

Escasamente un par de años después, en mayo de 1939, Citroën tiene preparadas 250 unidades pre-serie para un Salón de París… que, por el estallido de la II Guerra Mundial, nunca llegará a celebrarse; eso sí, a finales de agosto, el primer 2CV «A» recibirá la homologación oficial por el Servicio de Minas para, a renglón seguido, enmascararlo y diseminarlo por el territorio francés para evitar que cayese en manos de los ocupantes. Años más tarde —1968— se descubriría casualmente una de aquellas unidades en el centro de pruebas de La Ferté-Vidame.

Finalmente… por duplicado. El 2CV, tan innovador en su época, se presentó dos veces: en las ediciones de 1948 y 1949 del Salón del Automóvil de París.

En 1948, la muestra parisina levantó tanta expectación como el incesante ‘runrún’ entre la prensa especializada y los aficionados… ¡Citroën presentaba un nuevo modelo!; sin excesivos alardes técnicos o estéticos: pequeño, práctico y pensado para el campo.

Cuando Pierre Boulanger —«aquí está el coche del futuro»— retiró la lona que lo cubría… la sorpresa sería mayúscula, propiciando todo tipo de comentarios ante su peculiar estética: de «raro» a «horrible» y «espantoso» a «único» y «divertido».

Tampoco la prensa sería precisamente indulgente; ni crítica ni público tendrían la oportunidad de quedarse de piedra con su motor… ninguna de las tres unidades expuestas lo tenía.

Detrás de esa ‘ausencia’, se ocultaba un cambio técnico de última hora: acababa de descartarse el arranque por manivela, y el definitivo arranque eléctrico estaba todavía ‘en mantillas’; Citroën decidía no desvelar nada… hasta 1949, despertando —nuevamente— la curiosidad de los periodistas especializados, dispuestos a todo por desentrañar qué se ocultaba bajo el capó de aquel ‘extraño’ automóvil; algunos, llegarían incluso a asaltar el circuito de pruebas del ‘chevron’ en La Ferté-Vidame.

Al año siguiente… se resolvería la intriga: el 2CV enseñaba todos los secretos de su motor de 375 centímetros cúbicos refrigerado por aire —2CV de potencia fiscal—, 8 CV de potencia real, cambio de 3 velocidades —y marcha atrás—, y tracción delantera… convirtiéndose en amo y señor del stand de la marca en el Salón de París.

Para seguir con la tónica, tampoco sería unánime el entusiasmo: «Desde luego, este automóvil no va a ayudar al saneamiento de las finanzas del Estado», se lamentaba el entonces ministro galo de Hacienda y Asuntos Económicos, Maurice Petsche, al ver sus características y, sobre todo, su escasa tasa fiscal; en fin, nada nuevo bajo el sol… el automóvil siempre en el punto de mira recaudatorio.

En el Salón de 1950, el 2CV volvería a romper moldes con la publicación del catálogo más pequeño en la historia del automóvil; y eso que, incluso el año anterior, la marca había batido récords con un minúsculo tríptico: cuatro ilustraciones… en blanco y negro. Y no quedaba ahí ‘la cosa’; al año siguiente, Citroën daría un paso más: un minimalista documento (9 x 13,5 centímetros), impreso por una sola cara y con un plano de costado del 2CV Camioneta como única imagen; las prestaciones… se ‘explicaban’ por sí mismas.

¿Y los fundamentos? La popularización —por democratización— del automóvil; de tal forma que el proyecto ‘Toute Petite Voiture’ nacía en 1938 con la idea —tampoco exclusivamente francesa— de crear un vehículo capaz de ‘enamorar’ a los restringidos ingresos con los que contaban los habitantes del mundo rural; así que, en un país en reconstrucción, el lanzamiento del 2CV… no podía llegar en mejor momento.

Inicialmente sólo disponible como berlina descapotable —desde 1950 también en furgoneta—, acabaría atesorando la nada despreciable cifra de 5 millones de unidades vendidas hasta el cese de su producción en 1990; contando, además, con infinidad de versiones en su nutrido catálogo: ‘Charleston’ —carrocería bitono—, ‘Cocorico’ o ‘Sáhara 4x4’, por citar solamente algunas de las que han quedado en el imaginario de ‘La Cirila’ marcando, eso también, la memoria de varias generaciones con su redondeada silueta.

Más que un símbolo… una forma de vida.